La teoría de los tres poderes del Estado
Publicado 2002/08/17 23:00:00
- El Gitano
La teoría de los tres poderes del Estado fue formulada por primera vez por Aristóteles y después por John Locke antes del Marqués de Montesquieu. ¿Cuál es, entonces, la justificación intelectual para citar al filósofo francés en relación a la teoría de la tripartición política? En el contexto de los sistemas políticos modernos, Montesquieu analiza, examina, revisa, al revés y al derecho, el sistema, con una claridad didáctica y una profundidad teórica superior a la del británico Locke.
Podría contraargumentarse que el inglés es antimonárquico por definición constitucional moderada. Sin embargo, el radicalismo de Locke en su pronunciamiento antimonárquico, en cambio, es atemperado por la difusa descripción del sistema de reemplazo. Tiene lagunas en su descripción del Poder Ejecutivo. El origen del Poder Legislativo, tal como correspondía a la realidad británica, tiene vicios sociales de nacimiento, pues está constreñido a los propietarios privados. Y el Poder Judicial debe ceñirse a la regla sagrada de la protección de la propiedad y a la sanción in extremis de los transgresores o usurpadores de bienes materiales ajenos.
Montesquieu no postula la lucha entre la monarquía y la nobleza o entre ésta y el Tercer Estado, pero está abierto a la recepción de otra clase de valores, o de virtudes, como lo expresa en la noción de virtud como amor a la patria y amor a la igualdad que entiende como virtudes políticas.
Las diferencias conceptuales entre Locke y Montesquieu, sin negar sus básicas coincidencias en líneas generales, saltan al intelecto en el capítulo VI del ""Espíritu de las Leyes"" dedicado al examen de la Constitución de Inglaterra vigente después de la Revolución de 1688. Pero también tiene en la mente el modelo político francés en el que la monarquía admite simulacros de parlamentos regionales y la ficticia monarquía de unos Estados Generales que no convocó en un siglo. Menciona constantemente a otros reinos europeos, donde el rey ejerce el Ejecutivo y el Legislativo, dejando a los súbditos el Poder Judicial; y el caso de Turquía, donde el sultán controla los tres poderes en forma despótica y totalitaria.
Por ello es que Montesquieu plantea que la separación de poderes no constituya una formalidad, sino que el deslinde de poderes corresponda a los hechos, y se rija por la libertad. No deja duda sobre su pensamiento, enderezado al frente francés, de que cuando el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo se reúnen en la misma persona o el mismo cuerpo, no hay libertad y que igualmente del poder de legislar y de ejecutar. Dice: ""Todo se habría perdido si el mismo hombre, la misma corporación de próceres, la misma asamblea del pueblo, ejerciera los tres poderes: el de dictar las leyes; el de ejecutar las resoluciones públicas y el de juzgar los delitos o los pleitos entre particulares... considérese cuál puede ser la situación de los ciudadanos en semejantes repúblicas... todos los poderes se reducen a uno solo. Es el método oblicuo de decirle a Juan para que lo capte Pedro. Un ataque directo a la monarquía francesa era impensable, bajo las circunstancias prevalecientes. Los receptores de mensajes político lo entendieron así. Montesquieu se maneja con prudencia. Admite que ""el supremo poder ejecutor debe estar en las manos de un monarca, por ser una función de gobierno que exige casi siempre una acción momentánea y está mejor desempeñada por uno que por varios; en cambio lo que depende del Poder Legislativo lo hacen mejor algunos que uno solo". La modernidad del pensamiento político de Montesquieu se enfatiza en el análisis de las relaciones, límites y jurisdicciones de los poderes del Estado, dentro del juego de balances y poderes, checks and balances, recogidos por el constitucionalismo contemporáneo. Locke luce opaco, carente de imaginación, ante la fertilidad de opciones, hipótesis y posibilidades encaradas por Montesquieu.
Obviamente, Montesquieu no pensaba en la figura política del Presidente de la República, sino en el monarca. Y cuando se refiere al Parlamento piensa en el parlamento francés, compuesto por nobles y el pueblo. Por ello recomienda que el Legislativo, en el caso extremo que deba denunciar la comisión de delitos políticos, denuncie a los nobles ante la proporción de nobles y a los legisladores populares en su segmento social afín.
Recuérdese que el parlamento francés del dieciocho es policlasista en teoría y uniclasista en la realidad. Ahora bien, dentro del sistema de poderes balanceados, Montesquieu recomienda que el Ejecutivo tome parte en la labor legislativa por su facultad de restricción o veto a las leyes.
Montesquieu reconoce tres especies de gobiernos: el republicano, el monárquico y el despótico. A pesar de su cautela y de su instinto de clase, el escritor francés expresa su inclinación al republicano definiendo como ""aquel en que el pueblo, o una parte del pueblo, tiene el poder soberano. Identifica república y democracia, porque el poder soberano reside en el pueblo. ""Las leyes que se establecen el derecho de sufragio -expone- son, pues, fundamentales en esta forma de gobierno. Porque, en efecto, es tan importante determinar cómo, por quién y a quién se han de dar los votos, como lo es en la monarquía saber quién es el monarca y de qué manera debe gobernar. Montesquieu transmite uno de los legados fundamentales al pensamiento político moderno proponiendo el sistema de gobierno democrático por sufragio popular, y la reformulación de la teoría de los poderes autónomos balanceados.
A corto plazo, constituye el mensaje político fundamental de la Ilustración francesa a la nueva nación norteamericana. Pero el mensaje político de Montesquieu, es un mensaje dual que involucra, también a la monarquía constitucional. Montesquieu concibió que la monarquía absolutista francesa podía convertirse en una monarquía constitucional a condición de que los aristócratas sirvieran de poder intermediador ante el monarca y de que instituciones gravitantes en la dirección gubernamental como la Iglesia, redujeran sus privilegios y asumieran una jurisdicción específica en el terreno temporal.
Acepta prerrogativas para aristócratas y el clero, pero en forma moderada. Insiste, quizás excesivamente, en la templanza, en el honor, como valores subjetivos de los aristócratas, que actúen como freno moral para impedir desbordes y que el gobierno monárquico se pase al extremo del gobierno despótico. Rechaza, por ello, la existencia de censores, en la monarquía y los admite en la república; en la monarquía es imprescindible la libertad para denunciar la corrupción; la república, pretende que la censura impediría los excesos del populacho. Más que escéptico, Montesquieu es realista acerca de la flaqueza de los hombres y por consiguiente de la corrupción de cualquier sistema de gobierno, sea democrático o monárquico.
Al igual que Platón y Aristóteles, reitera advertencias sobre las funestas consecuencias que advienen cuando la monarquía se vuelve tiranía y la democracia, demagogia. Una intuición más que una convicción, le convierte en augur de los desbordamientos del régimen popular en la república francesa. La fórmula para frenar los excesos es la autonomía e interdependencia de poderes en la república; la templanza, en cambio, es una amortiguador ambiguo que no resuelve en forma concreta la tendencia natural de los monarcas al centralismo personal ilimitado.
Podría contraargumentarse que el inglés es antimonárquico por definición constitucional moderada. Sin embargo, el radicalismo de Locke en su pronunciamiento antimonárquico, en cambio, es atemperado por la difusa descripción del sistema de reemplazo. Tiene lagunas en su descripción del Poder Ejecutivo. El origen del Poder Legislativo, tal como correspondía a la realidad británica, tiene vicios sociales de nacimiento, pues está constreñido a los propietarios privados. Y el Poder Judicial debe ceñirse a la regla sagrada de la protección de la propiedad y a la sanción in extremis de los transgresores o usurpadores de bienes materiales ajenos.
Montesquieu no postula la lucha entre la monarquía y la nobleza o entre ésta y el Tercer Estado, pero está abierto a la recepción de otra clase de valores, o de virtudes, como lo expresa en la noción de virtud como amor a la patria y amor a la igualdad que entiende como virtudes políticas.
Las diferencias conceptuales entre Locke y Montesquieu, sin negar sus básicas coincidencias en líneas generales, saltan al intelecto en el capítulo VI del ""Espíritu de las Leyes"" dedicado al examen de la Constitución de Inglaterra vigente después de la Revolución de 1688. Pero también tiene en la mente el modelo político francés en el que la monarquía admite simulacros de parlamentos regionales y la ficticia monarquía de unos Estados Generales que no convocó en un siglo. Menciona constantemente a otros reinos europeos, donde el rey ejerce el Ejecutivo y el Legislativo, dejando a los súbditos el Poder Judicial; y el caso de Turquía, donde el sultán controla los tres poderes en forma despótica y totalitaria.
Por ello es que Montesquieu plantea que la separación de poderes no constituya una formalidad, sino que el deslinde de poderes corresponda a los hechos, y se rija por la libertad. No deja duda sobre su pensamiento, enderezado al frente francés, de que cuando el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo se reúnen en la misma persona o el mismo cuerpo, no hay libertad y que igualmente del poder de legislar y de ejecutar. Dice: ""Todo se habría perdido si el mismo hombre, la misma corporación de próceres, la misma asamblea del pueblo, ejerciera los tres poderes: el de dictar las leyes; el de ejecutar las resoluciones públicas y el de juzgar los delitos o los pleitos entre particulares... considérese cuál puede ser la situación de los ciudadanos en semejantes repúblicas... todos los poderes se reducen a uno solo. Es el método oblicuo de decirle a Juan para que lo capte Pedro. Un ataque directo a la monarquía francesa era impensable, bajo las circunstancias prevalecientes. Los receptores de mensajes político lo entendieron así. Montesquieu se maneja con prudencia. Admite que ""el supremo poder ejecutor debe estar en las manos de un monarca, por ser una función de gobierno que exige casi siempre una acción momentánea y está mejor desempeñada por uno que por varios; en cambio lo que depende del Poder Legislativo lo hacen mejor algunos que uno solo". La modernidad del pensamiento político de Montesquieu se enfatiza en el análisis de las relaciones, límites y jurisdicciones de los poderes del Estado, dentro del juego de balances y poderes, checks and balances, recogidos por el constitucionalismo contemporáneo. Locke luce opaco, carente de imaginación, ante la fertilidad de opciones, hipótesis y posibilidades encaradas por Montesquieu.
Obviamente, Montesquieu no pensaba en la figura política del Presidente de la República, sino en el monarca. Y cuando se refiere al Parlamento piensa en el parlamento francés, compuesto por nobles y el pueblo. Por ello recomienda que el Legislativo, en el caso extremo que deba denunciar la comisión de delitos políticos, denuncie a los nobles ante la proporción de nobles y a los legisladores populares en su segmento social afín.
Recuérdese que el parlamento francés del dieciocho es policlasista en teoría y uniclasista en la realidad. Ahora bien, dentro del sistema de poderes balanceados, Montesquieu recomienda que el Ejecutivo tome parte en la labor legislativa por su facultad de restricción o veto a las leyes.
Montesquieu reconoce tres especies de gobiernos: el republicano, el monárquico y el despótico. A pesar de su cautela y de su instinto de clase, el escritor francés expresa su inclinación al republicano definiendo como ""aquel en que el pueblo, o una parte del pueblo, tiene el poder soberano. Identifica república y democracia, porque el poder soberano reside en el pueblo. ""Las leyes que se establecen el derecho de sufragio -expone- son, pues, fundamentales en esta forma de gobierno. Porque, en efecto, es tan importante determinar cómo, por quién y a quién se han de dar los votos, como lo es en la monarquía saber quién es el monarca y de qué manera debe gobernar. Montesquieu transmite uno de los legados fundamentales al pensamiento político moderno proponiendo el sistema de gobierno democrático por sufragio popular, y la reformulación de la teoría de los poderes autónomos balanceados.
A corto plazo, constituye el mensaje político fundamental de la Ilustración francesa a la nueva nación norteamericana. Pero el mensaje político de Montesquieu, es un mensaje dual que involucra, también a la monarquía constitucional. Montesquieu concibió que la monarquía absolutista francesa podía convertirse en una monarquía constitucional a condición de que los aristócratas sirvieran de poder intermediador ante el monarca y de que instituciones gravitantes en la dirección gubernamental como la Iglesia, redujeran sus privilegios y asumieran una jurisdicción específica en el terreno temporal.
Acepta prerrogativas para aristócratas y el clero, pero en forma moderada. Insiste, quizás excesivamente, en la templanza, en el honor, como valores subjetivos de los aristócratas, que actúen como freno moral para impedir desbordes y que el gobierno monárquico se pase al extremo del gobierno despótico. Rechaza, por ello, la existencia de censores, en la monarquía y los admite en la república; en la monarquía es imprescindible la libertad para denunciar la corrupción; la república, pretende que la censura impediría los excesos del populacho. Más que escéptico, Montesquieu es realista acerca de la flaqueza de los hombres y por consiguiente de la corrupción de cualquier sistema de gobierno, sea democrático o monárquico.
Al igual que Platón y Aristóteles, reitera advertencias sobre las funestas consecuencias que advienen cuando la monarquía se vuelve tiranía y la democracia, demagogia. Una intuición más que una convicción, le convierte en augur de los desbordamientos del régimen popular en la república francesa. La fórmula para frenar los excesos es la autonomía e interdependencia de poderes en la república; la templanza, en cambio, es una amortiguador ambiguo que no resuelve en forma concreta la tendencia natural de los monarcas al centralismo personal ilimitado.
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