Mártires chinos
Publicado 2000/10/21 23:00:00
- José Pineda
Aun cuando nunca estuvo en mi agenda de 2000, por deferencia y generosidad de la Liga de Mujeres Chinas de Panamá, agradecido asistí, junto con el Lic. Félix Wing Solís, acompañando a un pequeño grupo de chinos panameños a la canonización de los mártires chinos. La asistencia del grupo local respondía a una insistente invitación del entusiasta Padre Paul Pang, o.f.m de la Sagrada Congregación para la evangelización de las gentes, director de la oficina de promoción de Apostolado de las comunidades chinas de ultramar. El grupo de Panamá aglutinaba algunos de los miembros a quienes el siempre recordado y emérito Arzobispo Marcos McGrath integrara al plan del Padre Pang.
Existen en el menologio y en el martirologio romano menciones de nombres de religiosos y religiosas nativos del Japón, de la India, y de Corea que ya han sido elevados a los altares en el Culto católico. Ultimamente el Sumo Pontífice elevó a los altares a 120 mártires chinos, Agostino Tchao y 119 compañeros, de beatos a santos de la Iglesia y exhibidos a la veneración universal por haber practicado el evangelio hasta sus últimas consecuencias, es decir, heroicamente. Conjuntamente fueron elevados a los altares ese mismo día María Josefa del Corazón de Jesús Sancho de Guerra, Katherine Drexel y Guiseppina Bakhita.
Esta pléyade de miembros honrados como santos tuvieron su contexto cronológico en varios siglos y procedía de distintas etnias y diversas familias religiosas.
Juan Pablo II comenzó su homilía ofreciendo el ejemplo de los mártires que derramaron su sangre en China: " No es el año santo el momento más adecuado para hacer que resplandezca su testimonio heroico". Se preguntó.
En concreto mencionó el ejemplo de Anna Wang, una niña de 14 años que "resistió a las amenazas de su verdugo, quien la invita a apostatar y preparándose a la decapitación con el rostro radiante declara: "La puerta del cielo está abierta a todos", y murmura tres veces "Jesús".
Otro de los mártires chinos a los que hoy llamarán "santo" los mil millones de católicos del mundo es Chi Zhuzi, de 18 años, "a quienes le acababan de cortar el brazo derecho y se preparaban para desollarlo vivo -evocó el obispo de Roma- grita impávido #Todo pedazo de mi carne, toda gota de mi sangre os repetirán que soy cristiano".
Entre estos mártires 87 eran chinos y 33 misioneros extranjeros. La mayoría fueron asesinados en la revolución de los boxers de finales del siglo XIX e inicios del XX, nombre con el que se conocía en inglés a los miembros de un partido político religioso chino (llamado Yihetuan) que declararon la guerra a los europeos y al colonialismo que emanaba de su presencia en Asia. Como los misioneros eran occidentales, los cristianos se convirtieron en uno de los objetivos preferidos de sus ataques.
Hoy, con esta solemne proclamación de santidad, la Iglesia sólo pretende reconocer que aquellos mártires son un ejemplo de valentía y de coherencia para todos nosotros y rinden honor la noble pueblo chino".
La canonización de los mártires chinos ocurrida el primero de octubre en una mañana lluviosa en donde se congregaron multitud de feligreses oriundos de Hong Kong, Taiwan, de distintas comunidades chinas católicas de San Francisco y los Angeles, California, Miami, Florida, de Seattle, de Vancouver, de Filipinas y un pequeño grupo de Panamá. Todos respaldando la canonización de los mártires chinos y en ellos la causa de los católicos chinos muy perseguidos en la china Continental.
Estos mártires fueron asesinados entre 1648 y 1930 y al canonizarlos la iglesia no "pretende legitimar los comportamientos de los gobiernos de la época que tuvieron mucho peso en la historia del pueblo chino".
El Papa recibió en audiencia pública a los peregrinos que se encontraban en Roma para participar en la canonización del día anterior en la plaza del Vaticano, luego de la Eucaristía de Acción de Gracias por la canonización en otra mañana lluviosa el 2 de octubre.
Pidió "perdón" a China por los posibles errores de los 33 misioneros europeos que fueron proclamados santos junto a los 87 cristianos chinos.
Continuó el Pontífice: "Todos vosotros sabéis que la mayoría de los 120 mártires derramó su sangre en momentos históricos que revisten un particular significado para vuestro pueblo. En realidad, se trató de situaciones dramáticas, caracterizadas por violentas perturbaciones sociales. Con esta canonización, la Iglesia no quiere dar ciertamente un juicio histórico sobre aquellos años, ni muchos menos legitimar algunos comportamientos de gobiernos de la época que tuvieron mucho peso sobre la historia del pueblo chino. Lo que quiere, por el contrario, es sacar a la luz la heroica fidelidad de estos dignos hijos de China, que no se dejaron atemorizar por las amenazas de una feroz persecución". "No falta quién, con una lectura histórica parcial y poca objetiva, sólo ve en su acción límites y errores. Si se dieron - ¿acaso está el hombre exento de defectos?- pedimos perdón. Pero los contemplamos en la gloria y damos gracias a Dios, que se sirve de instrumentos pobres para sus grandiosas obras de salvación". A esos nuevos santos encomendamos la obra emprendida en este país.
Existen en el menologio y en el martirologio romano menciones de nombres de religiosos y religiosas nativos del Japón, de la India, y de Corea que ya han sido elevados a los altares en el Culto católico. Ultimamente el Sumo Pontífice elevó a los altares a 120 mártires chinos, Agostino Tchao y 119 compañeros, de beatos a santos de la Iglesia y exhibidos a la veneración universal por haber practicado el evangelio hasta sus últimas consecuencias, es decir, heroicamente. Conjuntamente fueron elevados a los altares ese mismo día María Josefa del Corazón de Jesús Sancho de Guerra, Katherine Drexel y Guiseppina Bakhita.
Esta pléyade de miembros honrados como santos tuvieron su contexto cronológico en varios siglos y procedía de distintas etnias y diversas familias religiosas.
Juan Pablo II comenzó su homilía ofreciendo el ejemplo de los mártires que derramaron su sangre en China: " No es el año santo el momento más adecuado para hacer que resplandezca su testimonio heroico". Se preguntó.
En concreto mencionó el ejemplo de Anna Wang, una niña de 14 años que "resistió a las amenazas de su verdugo, quien la invita a apostatar y preparándose a la decapitación con el rostro radiante declara: "La puerta del cielo está abierta a todos", y murmura tres veces "Jesús".
Otro de los mártires chinos a los que hoy llamarán "santo" los mil millones de católicos del mundo es Chi Zhuzi, de 18 años, "a quienes le acababan de cortar el brazo derecho y se preparaban para desollarlo vivo -evocó el obispo de Roma- grita impávido #Todo pedazo de mi carne, toda gota de mi sangre os repetirán que soy cristiano".
Entre estos mártires 87 eran chinos y 33 misioneros extranjeros. La mayoría fueron asesinados en la revolución de los boxers de finales del siglo XIX e inicios del XX, nombre con el que se conocía en inglés a los miembros de un partido político religioso chino (llamado Yihetuan) que declararon la guerra a los europeos y al colonialismo que emanaba de su presencia en Asia. Como los misioneros eran occidentales, los cristianos se convirtieron en uno de los objetivos preferidos de sus ataques.
Hoy, con esta solemne proclamación de santidad, la Iglesia sólo pretende reconocer que aquellos mártires son un ejemplo de valentía y de coherencia para todos nosotros y rinden honor la noble pueblo chino".
La canonización de los mártires chinos ocurrida el primero de octubre en una mañana lluviosa en donde se congregaron multitud de feligreses oriundos de Hong Kong, Taiwan, de distintas comunidades chinas católicas de San Francisco y los Angeles, California, Miami, Florida, de Seattle, de Vancouver, de Filipinas y un pequeño grupo de Panamá. Todos respaldando la canonización de los mártires chinos y en ellos la causa de los católicos chinos muy perseguidos en la china Continental.
Estos mártires fueron asesinados entre 1648 y 1930 y al canonizarlos la iglesia no "pretende legitimar los comportamientos de los gobiernos de la época que tuvieron mucho peso en la historia del pueblo chino".
El Papa recibió en audiencia pública a los peregrinos que se encontraban en Roma para participar en la canonización del día anterior en la plaza del Vaticano, luego de la Eucaristía de Acción de Gracias por la canonización en otra mañana lluviosa el 2 de octubre.
Pidió "perdón" a China por los posibles errores de los 33 misioneros europeos que fueron proclamados santos junto a los 87 cristianos chinos.
Continuó el Pontífice: "Todos vosotros sabéis que la mayoría de los 120 mártires derramó su sangre en momentos históricos que revisten un particular significado para vuestro pueblo. En realidad, se trató de situaciones dramáticas, caracterizadas por violentas perturbaciones sociales. Con esta canonización, la Iglesia no quiere dar ciertamente un juicio histórico sobre aquellos años, ni muchos menos legitimar algunos comportamientos de gobiernos de la época que tuvieron mucho peso sobre la historia del pueblo chino. Lo que quiere, por el contrario, es sacar a la luz la heroica fidelidad de estos dignos hijos de China, que no se dejaron atemorizar por las amenazas de una feroz persecución". "No falta quién, con una lectura histórica parcial y poca objetiva, sólo ve en su acción límites y errores. Si se dieron - ¿acaso está el hombre exento de defectos?- pedimos perdón. Pero los contemplamos en la gloria y damos gracias a Dios, que se sirve de instrumentos pobres para sus grandiosas obras de salvación". A esos nuevos santos encomendamos la obra emprendida en este país.
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