Neuroeducación y la refundación del Panamá del siglo XXI
El Centro de Neuroeducación debería ser una iniciativa conjunta de las 4 universidades oficiales, el Meduca y la Senacyt, con una junta directiva independiente que contara con una junta asesora de expertos mundiales. Podría instalarse en una universidad o en la Ciudad del Saber.
- Gregorio Urriola Candanedo
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- - Publicado: 10/5/2021 - 12:00 am
La re-invención de la Educación nacional pasa por una revisión profunda de sus enfoques y perspectivas que incorporen los más recientes enfoques socio-pedagógicos, pero igualmente el enorme avance de las neurociencias, ese amplio campo de conocimiento que junto a las tecnologías de la información y la comunicación, así como de la Inteligencia Artificial, la Robótica, el Internet de las Cosas (IOT por sus siglas en inglés), los nuevos materiales y la Nanotecnología, vienen transformando el mundo frente a nuestros ojos.
Esa re-invención no debe hacerse de manera superficial e intermitente, por muy urgente y necesaria que las intervenciones de capacitación sean para no quedarnos atrás, o meramente informados por dónde va el mundo en tales asuntos. No. La creación de capacidades nacionales y su diseminación profunda en el sistema educativo nacional pasa por la instauración de un Centro de Investigación y Formación en Neuroeducación y Neurodidáctica, que permita conectar nuestro país con los centros de neuroaprendizaje más avanzados en EEUU, Europa, Asía y los programas de excelencia en ciencias cognitivas aplicadas que existen en América Latina (Chile, Argentina, Brasil). Con ello que permita que esta fuente mundial de la Revolución del conocimiento pueda permear las aulas panameñas.
Remarquemos: las neurociencias son el nuevo fundamento del pensamiento pedagógico, y en Panamá no tenemos nada que logre una interacción creativa en ese campo. Tenemos algunos expertos ya y algo se hace, pero ello no tiene impacto en un sistema educativo periclitado y que necesita una renovación profunda y urgente.
El Centro de Neuroeducación debería ser una iniciativa conjunta de las 4 universidades oficiales, el Meduca y la Senacyt, con una junta directiva independiente que contara con una junta asesora de expertos mundiales.
Podría instalarse en una universidad que reúna las condiciones de infraestructura o en la Ciudad del Saber, pero con el compromiso de que sus tareas están al servicio de la Educación nacional. Debe evitarse que tal centro quedara al socaire o sujeto a las veleidades a las autoridades de las universidades o del Meduca. Igualmente podría ser una asociación público-privada capaz de interactuar de manera ágil con interlocutores nacionales e internacionales para cumplir sus tareas.
¿Qué tareas o funciones? Pues las clásicas en centros de esta naturaleza: investigación, formación y vinculación. En investigación debería dar pie a la creación de un laboratorio de estudios neurocerebrales aplicados, donde un socio privilegiado podría ser la Universidad del Sur de la Florida.
En el ámbito formativo, podría tener un programa de Especialización de Postgrado y una Maestría con apoyo de centros de Suramérica (del Perú o de Chile, que ya han transitado esta experiencia) amén de una amplia red de capacitación con apoyo de medios digitales y educación en línea para lo cual debería llegar a acuerdo con contrapartes como algunas universidades norteamericanas o europeas.
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Igualmente, el programa de vinculación con la sociedad y las empresas debería dar pie a una amplia red de soporte a innovaciones educativas que vayan derivando de sus propias investigaciones y las demandas de conocimiento del Meduca y las universidades, convertidas en laboratorios "extra-muros" del aludido centro.
La meta del Centro debería ser la incorporación de las neurociencias aplicadas a la Educación en "todos" los programas de formación del país, empezando por los programas de las universidades y centros como la augusta Normal "Juan Demóstenes Arosemena", para asegurarse de que en el plazo de 5 años, todos los docentes del país hayan recibido una formación mínima en neuroeducación y neurodidáctiva.
Las contrapartes ministeriales y universitarias deberían asegurarse de que ello fuera así, e incentiven la aparición de grupos en las facultades de Educación y en todas aquellas que formen personas, que utilicen los enfoques de las neurociencias para hacer más efectivo los aprendizajes.
Habrá que tener programas periódicos de evaluación de impacto: qué, cómo se eleva el nivel de aprendizaje con las innovaciones propuestas, y cuáles pueden replicarse con provecho en otros centros.
Igualmente deberá fomentarse el diálogo de saberes entre las áreas de la psicología, la ingeniería computacional y las propias ciencias pedagógicas en foros y talleres que fomenten la inter y la transdisciplina, palabras claves en un área de conocimiento emergente.
Estoy seguro que cimentar las bases de conocimiento en biología y fisiología del cerebro de los educadores panameños, de psicología cognitiva, así como las habilidades para el diseño y la programación computacional, son parte del menú mediante el cual Panamá logrará tener ciudadanos digitales capaces de serlo en la sociedad que les toca vivir ahora y en lo sucesivo.
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Poner estas bases es celebrar apropiadamente la gesta de noviembre de 1821.
Docente y gestor académico universitario. Director de FUNIBER-Panamá.
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