“Pallida mors”
- José Pineda
"Pallida mors aequo pulsat pede, pauperum tabernas regumque turres" (Horacio). La muerte visita por igual a los poderosos y a los humildes. Efectivamente, en mayo de 2008, la Iglesia Católica de Panamá, concretamente la Arquidiócesis de Panamá ha perdido dos sacerdotes. Uno colonense y otro belga.
El colonense, benemérito de las aulas universitarias romanas y panameñas y catedrático ilustre de Derecho Canónico, hijo distinguido de la familia religiosa del Inmaculado Corazón de María, Claretiano, Padre Ignacio Tin Pong Lee, fue despedido en el Santuario Nacional por la comunidad creyente de esa parroquia en una liturgia funeraria en donde participaron sus hermanos de Congregación y las autoridades eclesiásticas, presidida por el Señor Arzobispo. En ceremonia sencilla, un grupo de católicos coreanos quiso despedirlo con el coro musical durante la Eucaristía y no se puede negar que todos los que se encontraron en ese momento daban gracias a Dios por este humilde chinito de Colón que representó a la patria tan doctamente y luego en el ejercicio del sacerdocio, aquí en Panamá, orientó a tantas personas que lo conocieron más cercanamente.
El belga, es nada menos que el Padre Franz Joseph Heinen, otro sacerdote muy especial y admirable. Mientras el Padre Lee moría nonagenario, Franz, conocido como Francisco castellanizado, moría al cumplir 60 años, de los cuales 30, los mejores de su vida los invirtió en estas tierras cálidas y húmedas panameñas, en medio de la gente pobre de nuestro mundo rural del distrito de Capira. "Quiero ayudar para que los pobres tenga una vida más digna". Frase con que expresaba el motivo de su intensa actividad y luego basándose en las Escrituras, en Santiago 2,17: "Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta".
De un carácter fuerte, sumamente organizado, en la pared de la casa parroquial tenía planificada su actividad apostólica día por día, mes por mes, reuniones de Vicaria, reuniones del clero, de manera tal de que un vistazo cualquier extraño percibía que visitaba todas las comunidades del área rural del Distrito de Capira. El no era un sacerdote de parroquia urbana, él se confesaba campesino y gozaba sirviéndole a los campesinos. Lo cual le trajo conflicto con algunos poderosos del área. Era la voz de lo que no tenían voz y en sus debates no era el que iba a perder.
Murió el 22 de mayo, jueves del Corpus. Al visitarlo en su lecho casi mortuorio y saludarlo, porque todavía hablaba, me dijo de manera clara: "Pobre gente de Capira, todavía no llueve y sus cosechas corren peligro...". Mientras se despedía de este mundo, dado el avanzado grado de gravedad de su mal, pensaba en su gente que multitudinariamente lo acompañó en las exequias día 28 en la parroquia de San Isidro Labrador de Capira.
Descansen en paz distingos colegas y siervos de Dios, que sus buenas obras los acompañen.
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