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Peregrinaciones y santuarios
Lorenzo Concepción B. - Publicado:
La peregrinación ha ocupado un lugar importante dentro de la vida del cristiano.A lo largo de la historia, el cristiano se ha puesto en camino para celebrar su fe en los lugares que señalan por una parte la memoria del Señor, o en otro momento aquellos que tienen que ver con la historia de la Iglesia.De este modo el cristiano se perfila como el hombre que está en continuo caminar.En nuestra sociedad marcada por una fuerte movilidad humana, las peregrinaciones, van adquiriendo una dimensión de “pastoral”, que exige replantearse el modo de evangelizar.De manera que encarne una auténtica forma de encuentro, de “peregrinaje” donde nuestro fin y meta es Cristo Jesús.Aparecida nos recuerda que; “allí el creyente celebra el gozo de sentirse inmerso en medio de tantos hermanos, caminando juntos hacia Dios que los espera.Cristo mismo se hace peregrino y camina resucitado entre los pobres…” (259).Frente a las no pocas desviaciones que encontramos en las peregrinaciones hacia los diferentes santuarios se invita a cultivar una genuina, legítima y auténtica pastoral de peregrinación.Y esta pastoral debe ayudar a que los peregrinos, a través de las características propias de cada peregrinación, el creyente encuentre el sentido esencial de su fe, todo esto a través de la catequesis, el acompañamiento espiritual, y lo que nunca debe faltarnos, la Eucaristía.El deseo de emprender un “camino”, hacia un santuario es ya una iniciativa de responder a Dios y de tomar una decisión en la vida.Son muchos los testimonios que nos demuestran de que estos lugares son un don de Dios para la Iglesia.El Cristo Negro en Portobelo, Jesús Nazareno de Atalaya, El Santo Cristo de Esquipulas en Antón, La Basílica Don Bosco, santuarios dedicados a la memoria de nuestra Madre María a nivel mundial, y otros lugares de recogimiento, dan razón, que tales paredes mudas contienen millones de historias de conversión, de perdón, y que cautivan al peregrino a ser agradecido.Estamos llamados desde nuestras parroquias, a desarrollar una “pastoral de la amabilidad” donde el peregrino se sienta acogido, como aquel hijo pródigo, que regresa a casa y ser uno más de entre los trabajadores de su padre, sin embargo, a pesar de todo, su padre lo acoge como hijo.Y el tiempo de cuaresma es una bella oportunidad para “peregrinar” en el camino del Señor.