Pesca Deportiva
- Gabriel D’Annunzio Rosanía Villaverde
Es una pena que todo se analice en base a la avaricia, sincretismo, intereses creados, caprichos, especulaciones, subjetivismo, improvisaciones, egoísmo, hedonismo y antivalores.
Con “tomar decisiones difíciles para poner en marcha políticas por el bien de todos”, en referencia a la pesca deportiva, como hoja de ruta para el desarrollo turístico y socioeconómico, termina un artículo de opinión publicado recientemente. Luego de leer este artículo, se acrecientan mis inquietudes de que en Panamá no hay claridad sobre el alcance y el significado de la importancia, pertinencia y obligatoriedad de la conservación ambiental y la seguridad alimentaria. Ya hemos dicho que el dinero solo es un medio de cambio que, por si mismo, no alimenta, ni da felicidad.
La pesca deportiva es una actividad pesquera que tiene como fin la recreación y esparcimiento que, como todo deporte, necesita la observancia de ciertas técnicas y el uso de ciertos artes y equipos para efectuarla. La meta de algunos pescadores deportivos, lo que digo sin generalizar, es capturar la especie con las mayores dimensiones y peso para ganar las respectivas competencias y fortalecer sus autoestimas personales, lo que también incluye el hecho de que necesitan entrar en contacto con la naturaleza porque muchos de ellos, debido a sus abnegados y sacrificados estilos de vida citadinos, civilizados, materialistas, consumistas y utilitaristas, necesitan optimizar su salud y equilibrio mental, físico y sicológico afectados por su stress acumulado. Esto es así, sin menoscabo del lucro que se generan a favor de los hoteles, asociaciones y empresas que promueven este tipo de actividades.
Si bien es cierto que la pesca deportiva está permitida en Panamá, sin menoscabo de algunas recomendaciones, restricciones y prohibiciones jurídicas y científicas, respectivamente, no es menos cierto que se requiere de la actualización del ordenamiento pesquero vigente y la optimización de la fiscalización y castigo de las acciones y omisiones ecocidas y de aprovechamiento ilegal de especies acuáticas protegidas y de manejo o protección especial, especialmente en el contexto de la pesca deportiva. Además, es necesario que las instituciones rectoras de estas especies dejen de ser subyugadas por los factores reales de poder.
Nuestro gobierno tiene que retomar tareas pendientes, entre las que está la aprobación de la nueva ley de pesca, acuicultura y recursos marino-costeros y, en general, actualizar y unificar el ordenamiento jurídico relativo a estas materias, que incluya la participación ciudadana y el desarrollo sostenible.
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