Quehaceres en cuarentena
Se inicia el béisbol en una temporada de tan solo dos meses... Tendrá que cambiar mi rutina, de soñoliento oso polar a empedernido hincha que le tocará la mordedura de uñas durante unas bases llenas con cero outs en el quinceavo episodio.
- Jaime Figueroa Navarro
- /
- - Publicado: 25/7/2020 - 12:00 am
Dicen que en el retiro se pierde la noción del tiempo. No es como en los polos, donde las estaciones o presentan días alargados o eternas sombras.
Ello nos ayuda a comprender el letargo del hibernado de los osos polares.
En soledad, en ausencia de una rutina de trabajo o de reuniones, el reloj ya no está tan presente en nuestro deambular por la vida.
Ese tic tac desaparece como por magia. A partir de la ejecución de la cuarentena por la COVID-19, parece mentira, hace 5 meses, he adaptado, como de seguro todos lo hacemos, una particular rutina para matar el tiempo, cuando redundantemente es el tiempo quien nos extingue.
Despierto al alba, o antes, de seguro ya a las cuatro de la mañana he saltado de mi cama.
Para lograr aquello y gozar de sanidad mental y pleno descanso, tengo que acostarme entre siete y ocho de la noche. Ya me acostumbré.
A pesar de tener una terca molestia en la rodilla derecha, producto quién sabe de qué lesión de adolescente cuando era más activo en la cancha, o tal vez de una artritis que ha de develarse en un cintigrama óseo durante la visita de rigor al ortopeda posterior a la vacuna, todas las mañanas camino 10,000 pasos, equivalente a 8 kilómetros, en el patio de mi casa.
Vueltas y revueltas, lanzándole la pelotita a Frida, mi amada bulldog francesa, que, como yo en esos años lozanos, yendo y devolviendo en la cancha de baloncesto, no se abruma de esa rutina.
VEA TAMBIÉN: El impacto del Covid-19 a las pequeñas y medianas empresas
En la soledad de mi oficina, leo y releo, primero los titulares mundiales para husmear los hechos allende, después la realidad istmeña, los cumpleaños, los decesos y la carne entre ambas. Engendro una disciplina, estudiar algo, aprender cosas nuevas porque el coco nunca deja de cultivarse, si le permitimos.
El temario actual es la gastronomía. Me deleito aprendiendo nuevas técnicas y elementos que siempre me había preguntado, pero que dejaba a lo lejos en la cocina.
Y desde mis días de preparatoria en Worcester cuando a los doce años asistí, por vez primera, a un partido de béisbol de los Medias Rojas en Fenway Park, me convertí en fanático del béisbol.
El aroma a Old Spice, las gorras azuladas, el desdeño por los Yankees, el saborear un hot dog, esos de los parques de béisbol, únicos, calientitos, recubiertos en papel de aluminio, con kétchup, mostaza y relish.
En aquellos tiempos, rodeado de una multitud de Bostonianos ensacados y ensombrerados, fumando, una que otra dama.
¡Bienvenidos a la temporada del 2020, que más bien parece el renacer Orwelliano de 1984! Renace esta semana el deporte de las multitudes.
VEA TAMBIÉN: Sobre las pandemias y la conducta humana
Por más que el fútbol americano es cada vez más popular que el baloncesto, enardece hervideros de humanidad y que el fut tradicional persevera, enardeciendo mayores hinchas que el tenis, el golf o la pelota vasca, baseball o béisbol permea como la tradición de las noches veraniegas del norte.
Los fantásticos Medias Rojas, o perfilan el éxito, o retornan a la maldición del Bambino.
¿Recuerdan cuando canjearon en 1919 a Babe Ruth a los Yankees?
Fue larga la sequía y terco el fanatismo. Durante esta pretemporada repitieron, o será un espejismo, el error. Canjearon a Mookie Betts a los Dodgers de Los Ángeles.
Porque disque al convertirse en agente libre al final de la misma, el botín era muy oneroso para los billonarios dueños.
Pues, este miércoles pulsó su firma en una extensión con los californianos, doce años, $365 millones.
¡Y uno aquí ojeando la cuenta eléctrica!
Se inicia el béisbol en una temporada de tan solo dos meses, donde cada turno al bate es clave en el éxito o el fracaso.
Donde la suerte puede cambiar el destino de los favoritos y una que otra lesión, los participantes en la Serie Mundial.
En parques vacíos, con algarabía digital. ¿Quién iría a formular tal blasfemia en el lingo de la pelota?
Tendrá que cambiar mi rutina, de soñoliento oso polar a empedernido hincha que le tocará la mordedura de uñas durante unas bases llenas con cero outs en el quinceavo episodio.
A preparar esos perros calientes ¡he dicho!
Líder empresarial.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.