Repensar noviembre de 1821
Todos debemos consolidar los logros de investigación histórica con una edición renovada de obras torales, así como del financiamiento de lo que se necesita conocer, sistematizar y descubrir de nuestro pasado, que es muchísimo.
- Gregorio Urriola Candanedo
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- - Publicado: 20/5/2021 - 12:00 am
Construir la gran patria del conocimiento con la que debemos prepararnos para batallar por nuestra personalidad nacional en esta nueva etapa histórica de la civilización. Foto: EFE.
Una celebración de nuestra Independencia de España, sin apropiarnos intelectualmente del fenómeno que se rememora, sería una simple excusa para el despilfarro o colocar púdicamente una hoja de parra que cubra nuestras vergüenzas cívicas con la superficialidad carnestoléndica de bandas, clarines y tambores.
Panamá necesita urgentemente repensarse y la ocasión del 28 de noviembre es espléndida para pensarnos como sociedad en un mundo que tempranamente ayudamos a conformar.
El descubrimiento europeo del pacífico americano desde la atalaya de la serranía darienita y la fundación de la ciudad de Panamá, dieron marcha a procesos en los que aún estamos inmersos, y de los que se forjarían, por un lado, el sistema del mundo moderno, pero parejamente, esta sociedad que llamamos panameña, con toda su riqueza y complejidad.
La declaración de independencia de España y nuestra adhesión automática a Colombia son hitos en el camino de constitución nacional.
Lo panameño comenzó a cuajar en procesos demográficos y económicos de un siglo XVIII que pareció durar -en nuestros lares- hasta por lo menos 1850, cuando fuimos relanzados a las dinámicas del capitalismo emergente con el primer ferrocarril transcontinental americano.
De esa matriz de fuego saldríamos escocidos con la dura experiencia de unión a Colombia. Nos hicimos República independiente, pero "independencia" nuevamente tutelada por el garante de nuestra separación, los EEUU.
Y nuevamente, y tras un larguísimo vía crucis, abonado por el esfuerzo y la sangre de los mejores, logramos por fin, apenas en 1999, llegar a constituirnos como Estado moderno cuando salió el último soldado gringo de nuestro territorio.
Olvidamos, los panameños, fácilmente, lo que ha significado para nosotros esa elusiva "Independencia". De un grito heroico nimbado de leyenda, allá en la Villa de Los Santos hace 200 años, al flamear de una sola bandera sobre el territorio el 31 de diciembre de 1999, es el arco histórico que una gesta generacional plena de reveses y sinsabores.
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Por eso, nos es tan necesaria la continua maduración histórica que nos brinde esa "trinchera de ideas" con las cuales afincar lo logrado con tan luengo como titánico esfuerzo.
La apropiación intelectual de la que hablamos, ha estado liderada por intelectuales panameños de gran valía, que pronto comprendieron que no nos bastaban los esfuerzos de la historia empírica y precientífica de Juan Antonio Susto y Arce, o la obra divulgativa de manuales escolares con los que desde inicios de la República nuestras escuelas hicieron lo que hacen todos los Estados para crear nacionales y afincar la personalidad nacional: crear y sustentar la narrativa que justifica las glorias de la nación.
A esa obra socialmente también contribuyeron ensayistas con monografías y artículos innúmeros, como esos cientos que hay que rescatar, reeditar con esmero y que se pierden en los anaqueles polvosos, y que, para poner un solo ejemplo, contiene la Revista Lotería. (¿Podría un equipo profesionalmente solvente hacer ese rescate necesario y con tamiz crítico de los cientos de artículos y notas de referencia que esa sola fuente hemerográfica contiene?
Pocos homenajes podría hacer la institución Lotería Nacional de Beneficencia a la Historia panameña como financiar un par de proyectos bien madurados en esa dirección y destinar parte de sus fondos a ese fin loable de manera permanente).
Otro tanto se necesita del Estado mismo y sus instituciones, en especial, las que dicen alentar, crear y difundir conocimientos como la Senacyt y las cinco universidades públicas. Pero igualmente algo habría que esperar de las que el gobierno autoriza para que tengamos educación superior integral y no meras fábricas de diplomas.
Todos debemos consolidar los logros de investigación histórica con una edición renovada de obras torales, así como del financiamiento de lo que se necesita conocer, sistematizar y descubrir de nuestro pasado, que es muchísimo.
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Y de difundir de manera organizada y con apoyo de la mejor tecnología, no solo con simposios y charlas –siempre bienvenidos-, sino con la renovación de la currícula que, en temas de geografía e historia patria, parece anclada en los años 60 de la pasada centuria.
Se necesita adelantar un movimiento de diplomacia académica y científica que con vocación americanista, como la que movió a esas huestes que comandaron Espinar y Herrera en los campos de batalla que sellaron la independencia política de Nuestra América, nos permita construir la gran patria del conocimiento con la que debemos prepararnos para batallar por nuestra personalidad nacional en esta nueva etapa histórica de la civilización.
Docente y gestor universitario. Director de FUNIBER-Panamá.
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