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Ricardo J. Bermúdez: conciencia nacional
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Con el concurso de muchos jóvenes panameños de diferentes estratos sociales, libramos históricas batallas para la afirmación de la conciencia nacional, abanderadas en sus inicios por el arquitecto Ricardo J.Bermúdez, recientemente fallecido.En las postrimerías del año 1944, los dos éramos miembros de la "Sociedad Latinoamericana".Juntos participamos en las tareas que cristalizaron en la celebración del Primer Congreso Nacional de la Juventud.Como Presidente del cónclave y como primer Presidente del Movimiento Frente Patriótico, nacido de ese Congreso, Bermúdez enriqueció con sus ideas el repertorio ideológico de la causa panameña.Expuso su pensamiento en escritos, poemas políticos-sociales, charlas, conferencias, discursos y debates, donde su palabra fulguraba como pedernal que encendía las ideas y la pasión por la patria, para que perduraran como baluartes de la nacionalidad.Ricardo Bermúdez entró en la acción política obedeciendo a un imperativo ético que a su vez fue una versión de la docencia civil.Respondía así a un impulso creador y reformador de las instituciones, a un interés entrañable por el destino de la República.En su discurso de toma de posesión, Bermúdez destaca los principios y propósitos del Congreso, que constituirían la plataforma programática del Frente Patriótico, primero como organización cívica y más tarde como partido político, que me tocó presidir.En palabras que aún tienen vigencia, ataca el "omnímodo poder centralizante del Ejecutivo", haciendo válido el apotegma de Justo Arosemena de que "La concentración de poder es despotismo".Aunque señalaba la importancia de orientar el Congreso en razón de los grandes ideales libertarios contra el nazismo y el fascismo, proclamaba que es indispensable empezar primero por casa, "democratizando totalmente nuestras instituciones públicas, antes de salir por los campos del mundo a defender formas de gobierno que no hemos nosotros logrado conquistar".Su vida fue un constante ejercicio de pedagogía moral que convirtió en enseñanza cívica, dirigida a prevenir la frustración colectiva.Tuvo también su vía crucis.En abril de 1949, Ricardo J.Bermúdez, humanista de estatura continental, Decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Panamá y arquitecto laureado de la Universidad de Southern California, le solicitó a la Embajada Americana en Panamá, visa para viajar a los Estados Unidos.Según me relató, en la entrevista acostumbrada, el funcionario del Consulado Americano le presentó un cuestionario para ser contestado por escrito, en el cual se le preguntaba si en el caso de un conflicto entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, por qué país se decidiría el peticionario? La respuesta de Bermúdez fue: "Por Panamá".La visa le fue negada ante su postura nacional.El coloso no pudo avasallar su temple de patricio, su gallardía histórica, su señorío de patriota raizal.Tres décadas más tarde Gabriel García Márquez, apuntó en la misma dirección que Bermúdez, al decir en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura: "Nuestra virtud mayor es la creatividad, y sin embargo no hemos hecho mucho más que sobrevivir doctrinas recalentadas y guerras ajenas".Se lamentaba entonces de la incomprensión y de la soledad de la América Latina en el cuadro de la historia occidental.Siempre admiré en Ricardo Bermúdez sus múltiples talentos que le permitieron manejar con belleza las palabras, con agudeza y originalidad las ideas, con brillantez y facilidad los números y las formas.Inducido por la magia de esos múltiples talentos, Ricardo Bermúdez está entre las personalidades que en Panamá tal vez transitaron más rigurosamente las esferas del arte y la creatividad, de la política y de la docencia.Dueño de esas virtudes, Ricardo Bermúdez fue un profesor ejemplar, un poeta excelso, un político digno y honesto, un arquitecto excepcional.Ricardo Bermúdez habitó el hogar de lo diverso.Lo hizo con singular decoro y alentador humanismo.Conocía lo vernáculo.Conocía lo universal.Lo enseñó.Con nobleza y generosidad convivió con todas las contradicciones panameñas, sin cejar en su empeño de contribuir a alcanzar las síntesis necesarias de la panameñidad.En 1946, manifestaba su preocupación por las enormes discrepancias que se manifestaban en la vida nacional entre los panameños y las panameñas que por diferencia de edad, descubren que no es posible hacer concordar los valores fundamentales de sus respectivas aspiraciones colectivas.Creo que medio siglo después, su hijo Ricardo Julio, simbolizando "el porvenir", y yo representando "el pasado", le dimos una gran satisfacción en su lecho de enfermo, cuando se le dio a conocer los trabajos mancomunados que Ricardo Julio y yo realizamos en diversos foros, en jornadas que en defensa de la soberanía nacional y del desarrollo económico del país, libramos con éxito contra el Centro Multilateral Antidrogas (CMA).Ricardo Bermúdez trabajó a lo largo de su vida generosa, para ofrecer a Panamá un catálogo de figuras nuevas en la poesía y la arquitectura, un pensamiento que enriqueció nuestros espíritus y elevó la calidad humana de nuestras vidas.Por sus méritos y sus excelencias, creo que el país se beneficiaría si continuara, con el ejemplo de Ricardo Bermúdez, un diálogo creativo y permanente.Un diálogo nacional que prosiga en los términos que él nos señaló a través de su poesía y de su profunda obra material.Un diálogo que nos ayude a evitar las disonancias y a buscar las armonías.Un diálogo que nos abra las puertas para resolver las preocupaciones que tenía Ricardo Bermúdez sobre los desajustes del reloj cultural, científico, tecnológico de Panamá, sincronizándolo con el reloj del progreso.Un diálogo en el que se configure un Panamá libre y soberano.Un Panamá desarrollado.Un Panamá moderno, coherente, integrado, pacífico y justo.Un Panamá que como lo predicaba Ricardo Bermúdez supere todos los silencios y en el que sigan creciendo las palabras y las realizaciones.Ricardo Bermúdez fue mi amigo y compañero de luchas y de sueños.Escribo estas líneas con un pesar profundo estimulado por su luminoso recuerdo y la amistad cordial del arquitecto Ricardo Julio Bermúdez Dutari, su hijo, quien hereda su nombre y un legado portentoso de riqueza espiritual.En sus reflexiones, a propósito de una generación extraviada ( pocas, No.1 Año I, Agosto 1946), Bermúdez se aferró a "la manifestación vital triunfante que obliga a la esencia misma de la vida a perdurar, con sus olas de energía" y expuso su pensamiento sobre "el germen vital reproducido y desarrollado como consecuencia de su propio y penúltimo triunfo sobre la muerte, y acreedor, por este acto de garantizar frescas y nuevas esperanzas de eternidad".Dicky triunfó sobre la muerte.Sus ideales sobre la naturaleza progresista de la vida humana y su instintivo anhelo de superación, han cristalizado en Ricardo, su hijo excepcional, el hombre cabal que él formó a su imagen y semejanza para que -lo digo en sus propias palabras- su fertilidad creativa se conserve intacta, ascendente y en perpetua primavera.