Sabio y compasivo
Albert Einstein contaba con una gran reputación de persona compasiva a causa de su compromiso con las causas humanitarias. Cuando vivía en la Universidad de ...
Albert Einstein contaba con una gran reputación de persona compasiva a causa de su compromiso con las causas humanitarias. Cuando vivía en la Universidad de Princeton, recibía cartas procedentes de todo el mundo en las que pedían su opinión sobre asuntos personales de los remitentes. Hay algunas muy interesantes como esta de un rabino que había intentado en vano consolar a su hija de 19 años por la muerte de su hermana de 16. La carta a Einstein era un grito de impotencia ante una de las más penosas experiencias humanas, la muerte de un niño. El gran científico contestó: "Un ser humano forma parte de un todo al que denominamos universo, una parte limitada en el tiempo y en el espacio. Se experimenta a sí mismo, a sus pensamientos y sensaciones como a algo separado del resto, como una ilusión óptica de su conciencia. Esta ilusión constituye una prisión que nos limita a nuestros deseos personales y al afecto hacia personas cercanas. Debemos liberarnos de esa prisión, ampliando nuestro círculo de compasión hasta abarcar a todas las criaturas vivientes y a toda la naturaleza".
El gran sabio no minimiza los sufrimientos por las pérdidas de seres queridos, pero afirma que nuestra preocupación por nuestra vida disgregada ignora otro nivel más profundo de la realidad. Según él, entramos en este mundo y partimos de él como uniones pasajeras de energía estructurada. Einstein nos recuerda que debemos ver la integridad como algo más fundamental que la desvinculación, y la experiencia de nosotros mismos como seres separados y duraderos no es más que una ilusión y, en última estancia, una prisión; sin barrotes, pero prisión? a la que en nuestra inseguridad y ansia de certezas nos aferramos hasta límites muy dolorosos, como el apego a nuestros propios verdugos.
Se trata de una visión que hincha el sentido de mi vida, mis problemas, mi pérdida y mi dolor hasta impedirme ver la otra dimensión, tan real, de mi propio ser que no es tan separada ni aislada ni única. Einstein escribió que el verdadero valor del ser humano viene determinado principalmente por la medida y el sentido en que ha logrado la liberación del yo; egocéntrico, egoísta y ególatra. El remedio que nos da para este dilema de la ilusión y la tiranía del "pequeño yo" es cultivar la compasión por todo tipo de vida y una apreciación de nosotros mismos y de todo cuanto existe como parte de la naturaleza en toda su hermosura. ¡Cómo resuenan las palabras de sabios como Buda, Jesús y tantos otros que han sido y que existen entre nosotros! Nada viene de fuera, lo que buscamos con anhelo ya lo llevamos dentro, se trata de abrirnos a los demás y de compartir.