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Semilla: elemento esencial para el desarrollo de América Latina
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Según el diccionario de la Real Academia Española de la lengua, en sus acepciones más simples, una semilla se define como el “Grano que en diversas formas produce las plantas y que al caer o ser sembrado produce nuevas plantas de la misma especie”, también como “el fragmento de vegetal provisto de yemas, como tubérculos, bulbos”.Pero la sencillez de estas definiciones no refleja la importancia que ellas tienen para la sobrevivencia de la humanidad, ni incorporan la complejidad requerida para garantizar el abastecimiento y la calidad de la misma, y más aún en un escenario de cambio climático, aumento poblacional, pobreza, etc.Las semillas son elementos esenciales de la agricultura, como lo son el agua, el suelo y el campesino, entre otros.Por esa razón, desde hace varias décadas, algunos países de América Latina y el Caribe (ALC) han hecho esfuerzos notables que han permitido la implementación de programas de semillas, representados en los programas de fitomejoramiento de los Institutos Nacionales de Investigación Agrícola (INIA) de cada país (por ejemplo INTA-Argentina, Embrapa-Brasil, Corpoica-Colombia, INIAP-Panamá, etc.).En estas instituciones, se realizan experimentos que permiten seleccionar plantas por sus características, adaptar a condiciones o ambientes diversos a las mejores plantas provenientes de dichas semillas y expresar sus potenciales productivos.Estas acciones complementan el trabajo realizado por los campesinos que han manipulado semillas desde hace mucho tiempo.Sin embargo, esa semilla aparte de incorporar el saber tradicional también permite incorporar avances tecnológicos, por ejemplo, mediante la utilización de técnicas de marcadores moleculares que aceleran el proceso de selección, el uso de métodos de cultivo de tejidos para que permiten limpiar y propagar (clonar) material (semilla vegetativa).También es en las semillas donde se expresan los resultados de la manipulación genética (por ejemplo mediada por radiación ionizante o transformación) de las especies vegetales.Por todo lo anterior, e independiente del tipo de tecnología que pueda tener una semilla, ella requiere de institucionalidad fortalecida.Desde las instituciones de investigación hasta las agencias estatales responsables de la verificación de la calidad, bioseguridad, control fitosanitario, etc., pasando por las asociaciones de productores y consumidores que en últimas son los beneficiarios de la aplicación de los mecanismos asociados con la producción de semillas.En este sentido, el peor enemigo de la semilla es el contrabando de la misma, pues aparte de incumplir con la ley de un país, anula las inversiones asociadas con el avance tecnológico y abre la puerta, por ejemplo, a la aparición de plagas y enfermedades.Definitivamente, las semillas no son solo una planta en potencia, sino son el vehículo que permite incorporar tecnología, ciencia e innovación a los mercados para alcanzar la salud y el bienestar de las personas.Para ello es necesario inversión, regulación e institucionalidad.Desde hace varios lustros se ha menciona que la agricultura en ALC tiene un futuro brillante.El futuro es hoy, hay que convertir el potencial de la agricultura en una realidad para ALC y para ello la semilla de calidad es un elemento fundamental.Coordinador Área de Biotecnología y Bioseguridad, IICA.