Panamá
Si una sociedad libre no salva a sus pobres tampoco salvará a sus ricos
- Silvio Guerra
- /
- abogado
Allí, en el rincón polvoriento de la pobreza, en donde hay una mujer o un hombre pobre, puede haber en él, o una gran persona de bien o una gran persona del mal. Es cuestión de qué decide ser. Entendemos que la pobreza, entendida ésta como carencias y ausencia de medios para la existencia o para la obtención de bienes, es una poderosa limitante para acceder a las bondades materiales de la vida misma, pero también puede ser el acicate indispensable y necesario para coger o tomar impulso y empinarse aún en medio de las circunstancias y correr, caminar, volar, hacia metas que transformarán el triste escenario de la pobreza. Esto lo digo como propia exhortativa a nuestros jóvenes.
Del mismo modo, hay quienes habiendo nacido en cuna de oro, teniéndolo todo, pero muy pobres de alma y de espíritu, pueden escoger, lo mismo que el pobre, qué quieren ser en la vida: Si mantenerse en la pobreza del alma e inclinar el corazón y el entendimiento hacia lo material, con lo cual, ante esta última decisión, simplemente caminarán por la vida sin alma, ni espíritu ni corazón. Nada sabrán ni conocerán de la humildad, de la misericordia, de equidad, justicia, solidaridad, amor genuino, pureza del corazón, del temor a Dios y de la espiritualidad tan indispensable para mantenerse en pies en este bregar por la vida.
Y si en medio de la pobreza, lejos de toda inclinación buena o de toda meta sana, te inclinas por lo malo, te harás amigo del mal y, obviamente, solo verás y cosecharás sus frutos: Ira, contiendas, maledicencias, maldad, concupiscencias, adulterios, fornicación, homicidios, drogas, prostitución, trampas, estafas, extorsiones, chantajes, malas costumbres, licor, odios, rencores, amarguras, en fin, la misma muerte. Todo lo malo corroe el alma y apaga el espíritu, es muerte. Todo lo bueno, oxigena el alma y revive el espíritu, es vida. Todo lo anterior es a propósito de “los últimos incidentes de violencia y muertes” que se han registrado en el país. Y lo pongo entre comillas “últimos incidentes de violencia y muertes” dado que llevamos décadas en lo mismo.
Primero, las noticias difundiendo la desaparición de tal o cual persona; luego, los periodistas dedicados, exclusivamente, a cubrir los hechos y entrevistas van y vienen; especialistas en investigaciones de esta clase salen a emitir sus criterios, y, finalmente, el desenlace de lo ocurrido: un crimen, o una ejecución, un secuestro, la extorsión o la aparición de la persona, por arte de birli birloque, dando cuenta que, en apariencia, “no ha pasado nada”.
Como siempre, luego, sale todo el mundo a hablar de la ausencia o de la incompleta política criminal, de la ausencia de planes para combatir el delito o el crimen organizado, que si la Policía no vigila o no está en las calles, etc. Surgen los mea culpas, las recíprocas acusaciones y denuncias, y, al final de cuentas, no hay solución al problema.
Ahora bien, tampoco puedo estar de acuerdo en que podamos, como respuesta al crimen o a la alta criminalidad, simplemente responder o señalar que “no tenemos nada que decir”, tras pregunta que se le hiciera al primer magistrado de la nación. O, en otro orden, sostener que los muertos no “eran monaguillos” y que “todos tienen sus prontuarios”.
Los que hemos quemados nuestras pestañas en los libros de sociología penal, en criminología o materias afines al crimen, hemos aprendido que existen, básicamente, factores endógenos y exógenos relacionados con la producción del crimen y en la aparición de los criminales. Entre los factores exógenos, así lo definen los criminólogos, quedan comprendidos todos aquellos que se producen, fuera del individuo. Podríamos brindar, como ejemplos, los problemas familiares, problemas socioeconómicos, las influencias sociales, los modos, los usos, las costumbres, el clima, y entre los factores endógenos, es decir aquellos que están dentro del individuo y que van, en el fenómeno criminal, de dentro hacia fuera, se encuentran las cuestiones relativas a la psicología, la somática y la biología. Todo buen analista del crimen y de la criminalidad sabe, perfectamente, que el individuo que delinque requiere ser visto y analizado, integralmente, en su personalidad o en sus facetas biopsíquicas y sociales.
Tal vez, el divorcio de no pocos frente a la cruda realidad del crimen, es que, al decir de Martin Luther King, hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido todavía el arte de vivir juntos, como hermanos. Luther King, quien lideró el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos hasta su asesinato, siempre defendió la solidaridad entre todas las personas, independientemente de la raza y la condición económica de ellas. También nos viene, como anillo al dedo, la paradigmática frase o pensamiento de John F. Kennedy, cuando sentenció que: "Si una sociedad libre no puede ayudar a sus muchos pobres, tampoco podrá salvar a sus pocos ricos". En su discurso presidencial, Kennedy llamó a luchar contra "la tiranía, la pobreza, las enfermedades y la guerra misma" y sigue siendo uno de los presidentes mejor valorados de la historia de su país.
Téngase por seguro y claro, que los pobres sufren cuando se les da con reclamaciones o con el intercambio de votos por comida o seco, pero que, una vez, llegados al poder quienes les ofrecen cielo, mar y tierra en aras de voto, se olvidan que es, precisamente, merced o gracias a los votos de las grandes mayorías naciones, de los muchos pobres, que se sientan en el trono político y que, luego, desamparan.
No puede justificarse el crimen, de ninguna manera, argumentando que es porque hay una cierta juventud que se enlista en el crimen o que se procura beneficios de ella o porque algunos andan en malos caminos. Si existieran alternativas para la juventud de seguro ocuparían sus mentes y sus capacidades se desarrollarían en bien de la Dios, de la familia y de la Patria. Pero, cada criminal, cada delincuente, no es más que el fracaso de todo sistema político, educativo, religioso, cultural. Y es que resultará que todo, absolutamente todo, está fallando, pues no le estamos dando mayores opciones a los muchachos. No hay ni existen oportunidades para muchos, y tampoco alternativas para darles o procurarles un mejor mañana. Ah, pero entonces sigamos abriendo los toneles del alcohol, de las drogas, y que corran presurosos a consumirlos y luego, con simplismo puro, digámosles, sencillamente, que “ellos se lo buscaron”.
Cierro, proclamando, junto a Kennedy: “Si una sociedad libre no puede ayudar a sus muchos pobres, tampoco podrá salvar a sus pocos ricos".
Mantengo mi exhortativa inicial. Muchachos escojan siempre el buen camino, el camino del bien. Jesús dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14.6).
Ésta es la verdad absoluta y que ofrece el verdadero sentido de la vida en su plenitud espiritual y de gozo. ¡Dios bendiga a la Patria!

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