Panamá
Sobre el armisticio político
- Arnulfo Arias Olivares
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- opinion@epasa.com
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La palabra armisticio significa, en términos generales, la cesación de hostilidades bélicas entre las partes que están en medio de un conflicto armado.

La palabra armisticio significa, en términos generales, la cesación de hostilidades bélicas entre las partes que están en medio de un conflicto armado. Históricamente, es una herramienta que ha permitido que la civilización deje de caminar sobre los carbones encendidos del odio y la disputa, y continúe su marcha inexorable hacia adelante. Sin recurrir a una estrategia como esa, los pueblos en conflicto terminarían por extinguirse, como un inevitable suicidio de la humanidad.
El armisticio es similar, a veces, a ese cubetazo de agua helada que se arroja a los perros que se despedazan uno a otro en medio del ardor de una pelea. Cesa el conflicto, se lamen sus heridas, y continúan con su vida de mascota doméstica, enterrando muy profundamente su tendencia natural de depredador y de manada. Nuestra bandera es una muestra material de ese tipo de concertaciones y de entendimientos que tienen objetivos de cohesión en vez de destrucción, que miran hacia el futuro y ponen velo a lo pasado.
Estamos en medio de la necesidad de recurrir a un armisticio político, en el que tal vez no se tengan que desarmar las partes de sus materiales bélicos, pero sí se deben despojar del odio personal y del rencor, que parece venir sellado y por cargamentos. Hay que hacer llamado a la concertación nacional, porque es la voluntad de los muchos, sobre los conflictos personales de unos pocos que, desgraciadamente, se han hecho del control de los destinos de la nación, por lo que arrastran en su ola de rencillas a toda nuestra sociedad.
Algunos medios se han convertido en una industria lucrativa de procesamiento cárnico de las calumnias; y, en forma independiente, hay una jauría de comunicadores que se venden al mejor postor, como si fueran mercenarios sin insignia que los responsabilice, dispuestos a destruir por redes a cualquiera que sea víctima de una campaña que se orquesta para el desprestigio. Hay que cesar, entonces, la fuente misma del problema, que no es otra que una larga cadena de conflictos personales, que se ha entrelazado en la vida y el destino de todo panameño.
Muchos cínicos, de esos que desbordan hoy y proliferan bajo el anonimato de las redes sociales, consideran que el camino sin retorno es la violencia, la expiación, la "corrección fraterna", pero en esta nación nuestra habrá que preguntar primero: "el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra". Y eso no podrá hacerlo nunca el elector ni el elegido; el gobernante ni el gobernado; la víctima ni el victimario. En un escenario así, en que la fibra de la realidad que se vive se encuentra irremediablemente unida, no caben los remedios que desgarran. Esas voces, supuestamente críticas de nuestro sistema y de nuestra sociedad, que se llenan de moralidad impecable y que denuncian la corrupción, la vileza y falta de conciencia de la masa electoral, miran las cosas desde una perspectiva de cristal y terciopelo, porque desconocen de las realidades básicas de pueblo en el que coexisten, meramente, pero que no comprenden y que hasta rechazan.
La frase lapidaria y épica de que "si no tienen agua, que la busquen en el río", no demuestra una crueldad sin límites, sino el pozo más profundo de ignorancia que muchos sufren en cuanto a las realidades del país. Eso nos lleva a repensar las cosas. Tal vez no hay que aprender, porque la fuente misma de ese aprendizaje está contaminada ya, como la teoría del fruto envenenado, que conecta lo que se consume con las raíces misma de la planta. Tal vez debemos desaprender, y cada aula, cada asociación cívica, cada partido político y cada hogar, debería convertirse más bien en centros de concienciación, para que se enseñe lo que verdaderamente significa la regla de oro que nos dice "no hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti". Me parece que esa regla quedó corta, y que debió añadir la siguiente admonición: "no hagas a otro el mal que no quieres tú sufrir, porque los malos actos también están sujetos a la ley de gravedad y se regresan siempre hacia su autor".
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