Panamá
Sobre el sentido de la nada
- Arnulfo Arias /Columnista
La nada no existe en el Universo. Desde el principio de los tiempos, antes de que se congregara la materia, ya flotaban las partículas y los elementos, sin dejar espacio alguno que pudiera estar vacío aquí y allá. Pero el ingenio del hombre es persistente y es tenaz, y por medio de uno de sus exponentes más preclaros, inventó el vacío de manera artificial. Edison fracasó, se dice, unas 10 mil veces antes de crear la nada, vaciando por completo el aire resguardado dentro del interior de bombilla de cristal y, “voila”, hágase la luz eléctrica.
Sabía que si dejaba descansando las partículas de oxígeno allí dentro del cristal, el calor expandiría esos gases hasta romperlo. Tal vez el Creador no contó con la imaginación humana, que rebasa límites de todo lo creado. Porque fue la idea en la cabeza de ese inventor la que creó la falta de existencia de elementos dentro del bombillo eléctrico. Claro que el invento tenía inicialmente sus falencias, que fueron luego superadas con el tiempo; hoy en día el interior de los bombillos ya no está vacío, porque se le inyecta gas inerte, como el argón o el kriptón. Pero, al margen de eso, la imaginación humana crea la nada y, hoy, la llena nuevamente para que funcione de manera óptima como nuestra propia luz artificial.
Tenemos la capacidad para crear la nada en la imaginación, rompiendo así las reglas de nuestro Universo. Sentimos muchas veces el vacío inducido por nosotros mismos. Y, tal vez, lo que nos separa de todo el resto de las especies es que podemos logar ese vacío a consciencia y voluntariamente, para bien o para mal. A veces, pensamos que nuestras huellas han sido muy cercanas a la orilla y que serán borradas por el tiempo y sus mareas. Los 46 cromosomas que nos hacen únicos como individuos; una mente e imaginación que desafían en su velocidad la propia luz, dando al traste con esa teoría de Einstein de que nada podría jamás viajar más rápido que ella; nuestra capacidad de concebirlo todo y, a la vez, de concebir la nada….Todo eso ni siquiera basta para que pueda el ser humano dar sentido de propósito a su vida.
Desde el momento de la concepción, sentimos un apego fiel a ese sentido de la dependencia de los demás; la madre para la alimentación primaria, el hogar para el sustento de sus miembros, los maestros para la educación, el empleador para el trabajo, el seguro para la jubilación y, finalmente, el sepulturero para nuestro entierro. Ese sentimiento de interdependencia nos vacía por dentro, cómo está vacío ese foco que ilumina. Nos extrae la fuerza vital que impulsa hacia la lucha y la supervivencia, el emprendimiento y la industria; que nos hace luchar por, y para, nosotros mismos y aferrarnos a la fe de que no estamos huérfanos de los propósitos que nos impulsan. Pero el vacío no existe en realidad; es un producto más de la imaginación, para bien o para mal. Todos, absolutamente todos, tenemos la capacidad de emprender la travesía hacia objetivos claros, sin esperar de los demás o depender de ellos. De las maneras más insospechadas, a través de los pequeños logros, podemos repartir la vida personal en múltiples propósitos, por muy sencillos que estos sean o parezcan. Si comenzamos por lo básico, podemos dar al mundo algo mejor de lo que ya tenía cuando llegamos. Comencemos por plasmar el pensamiento en algo que se pueda ver; comencemos por nosotros mismos en vez de pretender cambiar el mundo, sabiendo que el vacío no existe y que siempre habrá un propósito en la vida.

Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.