Panamá
Sobre la integración de los grandes sectores informales
- Arnulfo Arias Olivares
- /
- /

Hoy, mientras miraba las noticias, me percaté de que, frente a las protestas de los agremiados, caminaba una mujer que empujaba un carrito de "raspao". A ella, al igual que al resto de los 1.566.014 miembros de la sociedad que viven dentro de la informalidad, ¿quién los representa? Hablando ya de realidades, ese grandísimo sector de población no se puede dar el lujo de dejar trabajar aunque, irónicamente, no tenga trabajo. Resulta irresponsable empujarlos hacia las esquinas y no tomarlos en consideración, simplemente porque no se encuentran agremiados, o porque no están dentro del otro 50% de la población económicamente activa que sí deriva un salario mensual, qué sí mantiene un alto grado de esperanza de alimentación, cuidados médicos y hasta de jubilación, un día. Para ellos, la vida se vislumbra muy distinta. Lo que comen lo consumen en un día; no guardan en despensas; no se dan el lujo de entrar en discusiones de ventajas o desventajas de una ley, porque sus efectos no los alcanzan en esas realidades digestivas y concretas.
Los hombres y mujeres que viven en la informalidad también son panameños, pero enmudecidos por la fuerza de las necesidades; nunca por predilección. Pregunto yo, ¿cuándo es que sabremos dirigirnos hacia ellos de manera responsable y respetuosa? Los llamados a que no protesten y regresen a sus puestos de trabajo, resultan para ellos como un eco inútil, porque no tienen un puesto de trabajo al cual puedan regresar. Ya más de un millón de personas se despierta a diario en esta realidad de incertidumbre y sufrimiento; de falta de fe y de aislamiento con respecto al resto de la sociedad. ¿Es que no son parte, acaso, de nuestra sociedad?
Podemos seguir ciegos y sordos. Podemos seguir leyendo, viendo y escuchando medios de comunicación que nos presentan las cortinas que recubren la mirada que nos lleva a la empatía y el reconocimiento de sectores informales, que existen allá afuera, por miles. La prioridad, entonces, no es si la industria minera está o no está vedada; si tal o cual sindicato decide que es hora de cerrar las calles; si los empresarios se desviven por lograr la productividad de agremiados que también son sus trabajadores…. Todo eso es importante, pero todo eso deja de reconocer una verdad más amplia, más presente y duradera: la informalidad. La informalidad que es trampa y telaraña de los desempleados que deben, quieran o no quieran, llevar el pan a casa. Hasta que no comencemos a integrar a esos sectores, en cuerpo y opinión, quedaremos rezagados como sociedad y como patria.
Los trabajadores formales, agremiados o no, representan el 49% de la población económicamente activa; no representan a los grandes sectores informales que también trabajan, pero que lo hacen por la mera subsistencia. Cercenar ese gran brazo, no resulta en una cura real. Seguirán viviendo aquí, a nuestro lado, y cualquiera de nosotros, indistintamente, podría engrosar las filas de los informales algún día, por las razones que sea. Mientras tanto, debemos por lo menos comprenderlos. Saber que ninguna solución real y de consenso se podría alcanzar sin ellos, sin que se les reconozca al menos una silla en esas grandes mesas de concertación que, aunque vacía, sería más que elocuente. Para ellos no hay Código de Trabajo, ni una C.S.S., ni una industria minera, ni cámaras ni sindicatos. Para ellos solo hay una existencia dura diariamente y una esperanza sostenida en la creencia espiritual más que en la tristeza de la realidad en la que viven.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.