Panamá
Sobre las naciones avanzadas tecnológicamente
Cientos de hoteles en Estados Unidos operan ya bajo un sistema por medio del cual la recepción, tal y como nosotros la entendemos, ha comenzado a ser cosa del pasado. Se exige al huésped aceptar la bienvenida al hotel por parte de un quiosco tecnológico, en el que un monitor computarizado lo va guiando, paso a paso, sobre cómo debe registrarse para poder tener acceso a una habitación.
- Arnulfo Arias O.
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- - Actualizado: 15/3/2022 - 12:00 am
Temo que la brecha entre el nuevo mundo de la tecnología y la realidad en que nosotros vivimos, como nación, se amplía y se hace cada día más infranqueable. No se trata ya tanto de la posibilidad acceso a la riqueza misma, sino de las exigencias de adaptación que la tecnología le hace hoy al hombre. La inteligencia, poco a poco, se hace más artificial. Para un niño indígena, nacido en el seno de alguna comarca nuestra, se podría hacer indispensable leer correctamente las señales que le indican el peligro que podría representar una serpiente; esas habilidades tan preciosas del hombre se valoran todavía, pero no tendrán valor alguno en medio de una metrópolis desarrollada. Sin embargo, un niño que viene al mundo en un país moderno y tecnológicamente avanzado, comenzará a tener otro tipo de habilidades, sin las cuales podría terminar por ser un virtual analfabeta, en lo que a la tecnología se refiere. Poco a poco, progresivamente y sin descanso, las naciones modernas migran hacia esquemas de interacción que brindan menos servicios presenciales para el hombre y mucho más exigencia cognitiva para el uso de tecnologías. Las sociedades modernas comienzan a reclamar del hombre un procesamiento cerebral más dinámico, más exigente, más independiente.
Cientos de hoteles en Estados Unidos operan ya bajo un sistema por medio del cual la recepción, tal y como nosotros la entendemos, ha comenzado a ser cosa del pasado. Se exige al huésped aceptar la bienvenida al hotel por parte de un quiosco tecnológico, en el que un monitor computarizado lo va guiando, paso a paso, sobre cómo debe registrarse para poder tener acceso a una habitación. Una fría máquina escupe la carta de bienvenida y arroja las llaves electrónicas por una ranura impaciente, que exige retirarlas de inmediato. Ningún rostro amistoso que lo asiste; altas expectativas cognitivas, a lo que se sumarían las exigencias de los tiempos que se exigen para culminar esos procesos, como si un cronometro le respirara a uno por la nuca.
Ya no solo los hoteles, sino también los taxis, los aeropuertos, las grandes corporaciones; todos, sin excepción, comienzan a requerir que el hombre aprenda habilidades especiales desde muy temprana edad, como una adaptación a la vida moderna de los países tecnológicamente avanzados. Esa distancia entre los que nacen en naciones que tienen pocas luces tecnológicas y aquellas que avanzan sin un freno, causará en el hombre llano, una frustración y una impotencia inevitable. La era de la inteligencia artificial ha llegado aquí para quedarse. Es una era muy distinta a aquella que nosotros, las generaciones del papel, de la impresora y la computadora, ha tenido que dejar atrás. Al ver este fenómeno evidente, no confío simplemente en esa teoría providencial de que los niños nuestros nacen con un chip, que los habilita de manera natural a hacerle frente al uso fácil de las tecnologías modernas. La laptop, el celular y el acceso al internet ya no serán entrenamiento suficiente, sino meras consecuencias que el tiempo va arrastrando y va dejando atrás. Se necesita mucho más para franquear la brecha entre el uso y el acceso a la tecnología moderna y el pobre y deficiente estado de preparación y de carencia que nuestros hijos sufren hoy en este estado actual de cosas; hasta parece ya un proceso evolutivo. Si no se adoptan las medidas necesarias desde ahora, quedaremos rezagados en el tiempo, recordando con nostalgia lo que fue, mientras que otros se sumergen en un mundo nuevo, lleno de exigencias especiales para el hombre.
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