Turismo: Proyectando la apertura
Tal vez, el tema más urgente en turismo istmeño es la necesidad de proyectar una pasión por la excelencia. Ello hace una diferencia radical en la vivencia del turista.
- Jaime Figueroa Navarro
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- - Publicado: 24/4/2021 - 12:00 am
Aprovechando que falta mucho todavía, según las cifras de vacunación actuales tocaremos el efecto rebaño por allá a finales de 2022, la planificación resulta medular en esta etapa de la pandemia. Ante todo, hemos observado un incremento en la mendicidad y en el número de personas que viven en la calle.
Esto no solamente afea la propuesta de turismo, para ejemplos visite las entrañas de las ciudades de Los Ángeles en California o Estambul en Turquía, sino también la percepción del turista sobre el destino.
Esto resulta primordial porque el visitante no solamente vive el momento, sino que también lo almacena en la memoria y lo relata, resultando en un efecto multiplicador, positivo o negativo, del destino visitado.
Una cosa es pobreza, elemento perenne en todos los países del mundo, y otra es la proyección de la misma. Por ejemplo, al visitar una comunidad Emberá a las riberas del canal, el turista coexiste con los lugareños, apreciando sus costumbres y folclor, a sabiendas que sus anfitriones son económicamente menos pudientes que ellos, pero seguramente más felices y más sanos.
Otra cosa es circular por sitios frecuentados por turistas, como ejemplo la Cinta Costera de nuestra capital al amanecer donde a pesar de contar con un número plural de basureros, las mascarillas, deshechos de cobertores de comida chatarra y basuras de toda índole, revolotean alegremente por doquier haciendo necesario el desfile de un escuadrón de hormiguitas para su aseo. ¿Qué nos cuesta apostar basuras en sus recipientes?
Panameños cochinos de todo nivel social afean los sitios más representativos de nuestra urbe. "Que lo recoja la hormiguita, para ello le pagamos", parece ser la actitud del no me importa del ciudadano común.
Asimismo, como educamos al andarín que camina su perro a recoger sus necesidades y al ciudadano común que circula en el metro a no fumar, comer o beber dentro del mismo, debiésemos disciplinar al marrano. Una multa ejemplar por arrojar deshechos, póngase $50, haría maravillas para el índice de popularidad del alicaído alcalde, las arcas metropolitanas y la imagen de la ciudad.
Tal vez, el tema más urgente en turismo istmeño es la necesidad de proyectar una pasión por la excelencia. Ello hace una diferencia radical en la vivencia del turista.
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Por algún motivo que aun dejo de comprender, la amabilidad, cortesía común y arrastre del istmeño deja mucho que desear. Allí vemos como fórmula, los rasgos íntimos de recientes inmigrantes venezolanos y colombianos cuya disposición, sin importar su ego o precepto, fluyen en su afable trato cotidiano.
Al acercarme a mis conciudadanos y expresar un vibrante "¡buenos días!", gruñe un inaudible rumiar, interrumpiendo el mascar de una grasienta hojaldra, como gesto obligado en lugar de una sonrisa a través de la mascarilla.
La totalidad de nuestro empeño debe rugir salvajemente en nuestra estampa. Desde el inmediato reemplazo del asqueroso kiosco que la Autoridad de Turismo despliega a la salida de aduanas de Tocumen, hasta el afable saludo y cariñosa atención que tan bien transmiten, como ejemplo, los guías del centro de visitantes de Miraflores, se hace evidente un cambio de compostura general donde un ministro de turismo y un director del aeropuerto asistan a los pasajeros a retirar sus pesadas maletas de los carruseles en aduanas, burbujeando el patrón a seguir en la industria de la hospitalidad.
Temas tan básicos en el quehacer de nuestro diario bregar, tal como el cepillado de dientes o el rasurado de barbas, hacen una diferencia magistral en nuestra síntesis. Recuerdo la reacción de los asombrados comensales al retiro del plato principal, cuando Chila, la cocinera de mi madre Mercedes, indagaba, valga la redundancia: "¿Qué desean sus mercedes de sobremesa?", sin saber que aquella expresión brotaba resultado del dólar que le pasaba.
¡Atónitos, asombrados! De igual forma deben sentirse nuestros honrados visitantes.
Líder empresarial.
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