Una solución concreta y efectiva
Tal como están las cosas, es muy posible que el CD repita el 4 de mayo, con lo cual en los próximos cinco años las perspectivas económicas
Tal como están las cosas, es muy posible que el CD repita el 4 de mayo, con lo cual en los próximos cinco años las perspectivas económicas del país se mantienen, el derroche de recursos para fines políticos continúa, las inversiones para proyectos de infraestructura pública siguen a mansalva, y nada sustancial vemos para el agro.
Es desafortunado que la clase política y los gobernantes no entiendan la importancia del agro para el desarrollo y bienestar del país. Aunque solo el 3.2% del PIB se genera en el campo, es el rubro que mejor incide en la paz y la seguridad social de la población. Por eso, si no hacemos algo urgente, en una generación o menos, es posible que desaparezca la clase media del interior y entonces, solo quedarán los que tienen y los que no tienen. Y nadie podrá quejarse cuando en 2019, se abran de par en par las puertas para que entre un “Evo” panameño, una cacica o un miembro activista con la que se identifique la mayoría.
Es cierto que la economía ha crecido y el país se ha desarrollado en los últimos años. Es innegable que el crecimiento ha sido alto, pero también muy desmedido, y no todos se han beneficiado. La pregunta clave es ¿qué se va hacer con el 44% de la población que habita en el campo?
Anteriormente, esa cifra era de 58% y gran parte de la riqueza del país estaba concentrada en el campo. Ahora, la erosión de esa clase pujante pone en peligro la seguridad alimentaria y social de todos. Sabemos que el círculo de influencia y las decisiones de los gobiernos en los últimos 40 años se han tomado con preferencia hacia sectores de la economía relacionados con servicios, banca, seguros, comercios e industrias, y que la agricultura, ganadería, pesca y forestación han quedado rezagadas de forma dramática. Hubiéramos querido que para esta campaña política los candidatos hubieran hecho propuestas concretas para resolver el problema del agro.
Desde que la canasta básica de alimentos comenzó a ocupar los titulares de los medios de comunicación y desplazar a la corrupción y el desempleo como problemas principales del país, hemos escuchado todo tipo de idea para reducir el precio de los alimentos. Algunos plantean aumentar la cantidad de mercados libres, otros insisten en congelar precios y hay quienes incluso piensan que servir platos de comida en $1 resuelve el problema. Créanme, estas propuestas suenan bien y hacen eco en el electorado, pero son promesas huecas que no solucionan el problema. Los candidatos han obviado por completo el otro lado de la ecuación: la solución no es darle un precio más bajo al consumidor, sino pagarle un precio más alto al productor. Para eso, hay que eliminar de raíz a los intermediarios en la comercialización de los productos agropecuarios. Con esta acción, ¡sí bajaría la canasta básica! Tomemos el ejemplo de la papa, que tiene un precio al productor raquítico de $0.15/lb en Tierras Altas y un precio altísimo al consumidor de $0.50/lb en la ciudad capital. ¿Quién gana aquí? Evidentemente, no es el productor, sino el transportista que se lleva $.0.35/lb sin haber sembrado ni arriesgado nada, con un sistema de transporte pésimo, sin temperaturas bajas de preservación ni cajas estandarizadas.
Nuestra opinión es que hay que incorporar la cadena de frío al agro, no el agro a la cadena de frío. Estructuralmente, la Cadena del Frío debe estar adscrita al Instituto de Mercadeo Agropecuario (IMA) para que le compre directamente al productor. Así, podremos pagar un mejor precio al productor ($0.25/lb) y ofrecer un mejor precio al consumidor ($0.35/lb). La diferencia de $0.10/lb sería para que el IMA contrate camiones refrigerados y brinde tranquilidad a los productores. Sería una especie de facilitador, y que al intervenir y comprar directamente al productor, este reciba un mejor precio y logre mayores incentivos para sembrar, además que con la temperatura baja se preserva mejor el producto, baja la merma, se minimizan, bajan las pérdidas poscosechas y el consumidor termina comprando un mejor producto a un precio más bajo.
Por supuesto, hay muchas otras formas de ayudar al agro. Ya se están ensayando varios programas de fruticultura y proyectos de manejo y mantenimiento de bosques. Ayer escuchamos a un par de inversionistas hablar sobre la viabilidad de la acuicultura debido a la alta demanda de tilapia en Norteamérica. Y la semana pasada llegó a Panamá una delegación de japoneses interesados en desarrollar comunidades regantes y generadoras de energía, donde se coseche el agua de lluvia y se maneje la capacidad hídrica del país, todo con miras a aumentar el crédito de carbono.
Y ni hablar de las inmensas posibilidades del agroturismo, con la entrada de cadenas hoteleras en costa abajo de Colón y provincias centrales.
Sin duda, las posibilidades del campo son inmensas. Solo falta que las autoridades entiendan sobre sus problemas y estén decididos a gestionar soluciones reales. Porque, al final, el gobierno que tenga voluntad y capacidad para hacer todas estas cosas se va a cansar de ganar elecciones.