Epicentro
Sobre las uniones entre el mismo género
...aspiración social, cultura cibernética, preferencia íntima sexual, costumbre y tradición moderna igualitaria. Todo y algo de eso puede ser, pero nada bastará para echar tierra a la verdad biológica de que el hombre es hombre y la mujer mujer.
- Arnulfo Arias O.
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- - Publicado: 13/10/2020 - 12:00 am
Los tiempos modernos han traído a nuestros litorales esos vientos tan inevitables de los llamados nuevos moldes familiares, en los que el mismo género podría agruparse, en pareja, y por medio de una ficción legal, hasta llegar a consagrarse en esa unión como familia.
En realidad, el concepto de familia se remonta a los principios mismos de la humanidad, y se le llamaba tribu simplemente; tiempos esos de la idolatría sencilla e instintiva y, por supuesto, mucho antes de que se hubiera concebido el andamiaje tan complejo de la religión moderna.
La madre, en ese entonces, sabía muy bien reconocer su prole, amamantándola como lo hacen los mamíferos; lo que no sabía esa mujer era, tal vez, quién exactamente era el progenitor, y el progenitor tampoco lo sabía, posiblemente.
Eso no restaba en nada a la ecuación biológica de que el producto, sea cual fuere el género, nacerá de una mujer. A esa verdad, tan material e indiscutible, se sigue simple y llanamente que no puede una mujer engendrar al hombre sin el hombre y que no podrá tampoco el hombre concebirse sin la gracia existencial de una mujer.
Ese tipo de unidad tan simple y tan remota no da margen, pienso yo, a discusión alguna ni a debate de ningún calibre.
En los tiempos cavernarios, en los que la familia era grupal, se conocía muy bien ese papel de cada género en la matemática de la existencia; que después, mucho después, con el don de la expresión artística, de la palabra articulada en términos complejos, se hiciera de la unión carnal un lazo indisoluble entre el hombre y la mujer, es otra cosa enteramente.
Tal vez fue el desenlace natural, y hasta el producto mismo de la necesaria evolución de nuestra especie, hacer que el nervio crudo se impregnara de emotividad; que el hombre y la mujer, monógamos, jugaran un papel crucial para lograr esa supervivencia evolutiva de la especie humana, tan prolífica como ninguna otra.
Tal vez, al introducirse en el genoma un componente anímico y emocional, se garantizó el cuidado natural hacia quien fuera la pareja y a la prole, cuya madre y padre pasarían a ser, por esa monogamia, una certeza confirmada ya.
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La biología, entonces, consagró posiblemente el ansia de aparearse en duradera, más allá del simple instinto, transformando así la unión del hombre y la mujer en la pareja. Y luego, sobre ese mapa evolutivo, en el que se vino a balancear instinto y emoción, se fue trazando el curso religioso del concepto de familia y de la unión matrimonial que se ha venido a conocer desde tiempos tan inmemoriales.
Hoy en día, y de manera artificial, se busca perturbar tal vez la esencia misma de esa evolución genética que aseguró con creces la supervivencia de la especie humana, al pretender la idea tan peregrina de que el hombre con el hombre pueden concebir a la mujer; o que la mujer con la mujer podrían concebir acaso al hombre. La realidad biológica que conocemos hoy no lo permite.
Llamemos, pues, a las cosas por su nombre: aspiración social, cultura cibernética, preferencia íntima sexual, costumbre y tradición moderna igualitaria. Todo y algo de eso puede ser, pero nada bastará para echar tierra a la verdad biológica de que el hombre es hombre y la mujer mujer.
Tal vez en las instancias mismas de la unión patrimonial, de la comunidad de bienes y la asociación, acuñadas sabiamente en el Derecho, se podrá encontrar alguna solución a ese dilema de la unión entre los mismos géneros; pero no en la biología ni en la selección tan natural de nuestra especie.
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Abogado.
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