Doña Ildaura, pionera en la confección de polleras
Publicado 2006/08/19 23:00:00
- Caracas
Su sabiduría y habilidad en este arte la ha transmitido a otras mujeres en la provincia de Los Santos. Incluso otras señoras que dominan esta habilidad y que hacen polleras en otros lugares salieron de su escuelita.
Guararé. En medio de la tranquilidad que rodea el parque central del pintoresco pueblo de La Enea de Guararé y refugiándose en la sombra de un árbol, se encontraba doña Ildaura Saavedra de Espino, quien es considerada pionera en la confección del traje típico nacional. Después de 45 años, aún sigue pegada a la costura de los tradicionales "mundillos y diseños" que dan forma a la pollera.
Sentada en su silla de ruedas y mirando cuidadosamente la tela que trabajaba, esta mujer interiorana recordó con una sonrisa en los labios su amor por la pollera y lo orgullosa que se siente de que muchas panameñas hayan lucido este traje tan especial confeccionado por sus propias manos, después de años de dedicación a la costura.
Y es que doña Ildaura fue la primera mujer en aprender el arte en la Enea de Guararé, y desde los 17 años comenzó a hacer algunos elementos de la pollera movida por un carisma especial, porque siempre le gustó coser y por eso aprovechó al máximo las enseñanzas de la santeña Vertina Terriente, quien le dio las primeras y únicas clases que tomó en su vida.
Relató que ella aprendió los puntos del bordado, marcado y otros con esfuerzo propio. Además, confeccionó las primeras polleras caladas que se vieron por esta región, y después de tantos meses de trabajo, cada traje típico era considerado algo muy suyo por el amor que le ponía a cada pieza para que la terminación fuera única y diferente, sin olvidar el concepto tradicional.
Mencionó los diseños de talco en sombras, caladas, zurcidas y marcadas como sus especialidades, indicando que los dibujos van al gusto de las personas, aunque ella cuenta con una gran diversidad de figuras y formas que ha ido ganando con la experiencia en la confección de miles de polleras que han pasado por sus manos.
Reinas de belleza y del carnaval, turistas, primeras damas, entre otras, se apuntan a la extensa lista de mujeres que han llegado hasta la Enea en busca de doña Ildaura para que les confeccione una pollera panameña con todos los detalles que esto implica. Ellas han salido de allí satisfechas por el resultado de meses de dedicación en la costura.
Después de tantos años al servicio del folclor panameño, recordó que durante este tiempo llegó a hacer hasta 30 polleras en un año, por lo que decidió enseñar a otras mujeres del pueblo para que la ayudaran a sacar estos trajes en la fecha establecida según los compromisos de las clientes, y poco a poco la confección de la pieza típica comenzó a tener un sitial importante como trabajo artesanal en la región.
Dijo que los tiempos han cambiado mucho, pero la esencia de la pollera se mantiene intacta en quienes como ella aprendieron este arte como un sello de la nacionalidad panameña. Recordó que la primera pollera que confeccionó la terminó en el año 1961 y la vendió a una mujer del lugar en B/. 300.00, mientras que hoy las vende en unos 2 mil balboas, tomando en cuenta que los materiales han subido mucho de precio y el trabajo en equipo exige la división de las ganancias.
Doña Ildaura es un ejemplo del trabajo y la principal motivadora de que las costumbres y tradiciones se conserven, ya que para ella la confección de la pollera es mucho más que una forma de ganarse la vida: es un medio para guardar en cada detalle, color y diseño la propia esencia de ser panameño y el mejor galardón para la mujer que quiere lucir este traje típico por excelencia.
Sentada en su silla de ruedas y mirando cuidadosamente la tela que trabajaba, esta mujer interiorana recordó con una sonrisa en los labios su amor por la pollera y lo orgullosa que se siente de que muchas panameñas hayan lucido este traje tan especial confeccionado por sus propias manos, después de años de dedicación a la costura.
Y es que doña Ildaura fue la primera mujer en aprender el arte en la Enea de Guararé, y desde los 17 años comenzó a hacer algunos elementos de la pollera movida por un carisma especial, porque siempre le gustó coser y por eso aprovechó al máximo las enseñanzas de la santeña Vertina Terriente, quien le dio las primeras y únicas clases que tomó en su vida.
Relató que ella aprendió los puntos del bordado, marcado y otros con esfuerzo propio. Además, confeccionó las primeras polleras caladas que se vieron por esta región, y después de tantos meses de trabajo, cada traje típico era considerado algo muy suyo por el amor que le ponía a cada pieza para que la terminación fuera única y diferente, sin olvidar el concepto tradicional.
Mencionó los diseños de talco en sombras, caladas, zurcidas y marcadas como sus especialidades, indicando que los dibujos van al gusto de las personas, aunque ella cuenta con una gran diversidad de figuras y formas que ha ido ganando con la experiencia en la confección de miles de polleras que han pasado por sus manos.
Reinas de belleza y del carnaval, turistas, primeras damas, entre otras, se apuntan a la extensa lista de mujeres que han llegado hasta la Enea en busca de doña Ildaura para que les confeccione una pollera panameña con todos los detalles que esto implica. Ellas han salido de allí satisfechas por el resultado de meses de dedicación en la costura.
Después de tantos años al servicio del folclor panameño, recordó que durante este tiempo llegó a hacer hasta 30 polleras en un año, por lo que decidió enseñar a otras mujeres del pueblo para que la ayudaran a sacar estos trajes en la fecha establecida según los compromisos de las clientes, y poco a poco la confección de la pieza típica comenzó a tener un sitial importante como trabajo artesanal en la región.
Dijo que los tiempos han cambiado mucho, pero la esencia de la pollera se mantiene intacta en quienes como ella aprendieron este arte como un sello de la nacionalidad panameña. Recordó que la primera pollera que confeccionó la terminó en el año 1961 y la vendió a una mujer del lugar en B/. 300.00, mientras que hoy las vende en unos 2 mil balboas, tomando en cuenta que los materiales han subido mucho de precio y el trabajo en equipo exige la división de las ganancias.
Doña Ildaura es un ejemplo del trabajo y la principal motivadora de que las costumbres y tradiciones se conserven, ya que para ella la confección de la pollera es mucho más que una forma de ganarse la vida: es un medio para guardar en cada detalle, color y diseño la propia esencia de ser panameño y el mejor galardón para la mujer que quiere lucir este traje típico por excelencia.
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