¿Es buena la codicia?

Eso dicen sus apologistas que han escrito en abundancia, la elogian porque aseguran que es lo que mueve al mundo, empero veo que lo lleva al borde del precipicio. Nuestra generación es testigo de ello.

La codicia es consustancial al ser humano, está documentada en los códigos conocidos de todos los tiempos con fuertes castigos de mutilaciones o muerte. Se ha exacerbado tanto en la vida moderna que no deja de ser uno de los peores males que corre hoy en día por el mundo. Es tan mala como el cáncer, la tuberculosis o el zika; se combaten, pero no se erradican. Nuestra sociedad panameña está siendo asolada de manera descarada por la codicia que indefectiblemente lleva a la corrupción.

La codicia se define como el deseo vehemente de algunas cosas buenas o el afán excesivo de riquezas, fama o notoriedad. La codicia no es solo por el dinero. Hay de toda clase y gusto. Es codicioso quien tiene un afán desmedido por la riqueza, también se le puede añadir al que tiene delirio desenfrenado por la fama, la gloria, el respeto, el "rating" de los espectáculos televisivos. La codicia existe entre aquellos que se jactan de tener muchos amigos y así lo proclaman por radio y TV; a su lado están los que acumulan enemigos imaginarios, se les ve en la vehemencia que ponen con sus teorías conspirativas de persecución. Se les reconoce porque siempre están llamando la atención de cualquier forma, aunque sea malévola. Se sienten grandes cuando llaman la atención. Al codicioso en Panamá lo llamamos angurriento.

En la justicia también hay acumulación. Fiscales hay, que compiten para ver quién tiene más gente en la cárcel y así ganarse el nombre de "fiscal de hierro". Sepan que el hierro se convierte en herrumbre y es quebradizo.

Nuestra cultura está basada en una educación materialista de acumulación de dinero. Si no tienes algo acumulado numéricamente significativo, no eres nadie. No existes económicamente, eres un indocumentado. La codicia por el dinero ha vuelto locos a muchos y a otros los ha llevado a la cárcel. Ha sido esa codicia la que ha trastornado al mundo económico y político en los últimos años, al punto de llevar a la quiebra a muchos países que los ha convertido en Estados fallidos.

Existe la pérfida codicia del crimen organizado que no solo acaba con el dinero, sino con las personas, a las que esclaviza en la prostitución, las drogas, todos los vicios y las peores acciones que pueda cometer un ser humano contra otro ser humano; además está en pos del poder, que ya casi lo tiene logrado.

La historia de la riqueza material de la Iglesia es proverbial para repetirla aquí. Las jerarquías de las Iglesias también están llenas de vicios, avaricia y deseos sexuales acumulados, incontinentes y suprimidos que luego vuelcan con los más indefensos, los niños, y de eso hay pruebas contundentes.

También le tienen un amor poco espiritual al dinero que les donan y no poder rechazar porque "se necesita" para obras. Recuerdo el caso de un obispo colombiano que cada vez que recibía dinero de los narcomaleantes, lo exorcizaba con agua bendita y listo, a utilizarlo bendecido.

La peor codicia es la que quiere ganarse la gracia de Dios a toda costa, sin importar el daño que pueda hacer a otros. La llevan las personas que, acuden a ella todos los días y en todas las ocasiones con obsesión fanática de corregir lo que en su mente enferma consideran pecados hechos por otros que, por el contrario, también cometen ellos. Son incorregibles y viles, llevan el espíritu maligno acumulado: el diablo.

Algunos hay que acumulan mentiras que luego juntan con montones de oraciones, rosarios, misas, procesiones, mandas, resguardos, estampitas y bendiciones papales, pero no tienen ni pizca de compasión con sus congéneres a quienes queman almas y familias como correcciones fraternales.

No existe nada más abyecto al querer corregir algún mal que mostrar un espíritu perverso aplicando, lo que la Iglesia católica llama corrección fraternal. Los actuales gobernantes han dicho que aplican la corrección fraterna. Lo hacen sin misericordia. Las mentiras les revertirán sin piedad.

Del papa Francisco, al que respeto por su pensamiento crítico al preguntarse ¿Quién soy yo para juzgar a otros?, cito, de su homilía sobre la corrección fraterna, algunas frases que para mí son sobresalientes: "un cristiano que, en la comunidad, no hace las cosas, incluso la corrección fraterna, con caridad, en la verdad y con humildad, ¡es un descalificado! No ha logrado convertirse en un cristiano maduro. Si sentimos placer por corregir, esto no viene de Dios".

El remedio para contrarrestar estos codiciosos es poner ante sus caras una cruz de madera, porque si es de plata o de oro se la roban, y conminarles el "vade retro me Satanás".

Dijo Lao Tse: "No hay mayor vicio que ser codicioso". Dijo Solón: "Nada en exceso, todo con medida". Dijo Aristóteles: "Solo en el justo medio". Dijo Jesús: "Hipócrita, quita primero la viga de tu ojo?.". ¡Hipócrita! Reconoce que tú eres más pecador que el otro. Dicen las virtudes: prudencia, justicia, templanza y fortaleza.

Profesor