Análisis
Servilismo: sinónimo de traición
- Paulino Romero C.*/opinion@epasa.com/
El imperio del servilismo es la más grotesca tergiversación del orden moral que jamás se haya pensado. La estimación del bellaco y del mediocre (sumamente útil) y la persecución del honrado y del talentoso (sumamente peligroso). La ley se convierte en instrumento de persecución y no de garantía. Los defensores de la verdad, del bien, de la justicia son considerados criminales.
Históricamente, ha sido comprobable y demostrado: todo servilismo es una traición organizada, tal como lo afirma y sustenta el Dr. Juan José Arévalo, presidente de Guatemala (1945-1951). En verdad, ha sido el mejor presidente de Guatemala en su vida como nación. Primero, traición para consigo mismo al prosternarse ante otro en una cobarde renunciación a los fueros de la dignidad personal. Luego, traición a la sociedad actual, permitiendo que sea sometida al capricho de un individuo que se arroga atributos pertenecientes a la divinidad. Más adelante, traición a la nación, conjugando su pasado, lleno de dolor y de gloria, con la plebeya apoteosis de un hombre. Después, traición al Estado, dejando que se sometan sus leyes básicas a una sola voluntad prepotente. Luego, traición del jefe a sus amigos y "elevadores". Y, por último, traición de aquellos seres rastreros a su mismo jefe, cuando sus otrora serviles servidores se envilecen aún más, traicionándolo cuando les ha dejado de ser útil.
Pero es que un río que nace en tierras tan bajas no tiene oportunidad de depurarse y degenera fatalmente en charco. Y no hay espectáculo más repugnante a los ojos de las conciencias honestas que las reuniones de palacio en las que se congregan en amistosa tertulia, chocando copas de champaña, de ron o de whisky una veintena de chacales que se juran amistad mientras cada uno de ellos estudia la oportunidad de aniquilar a los demás. ¡Y aún entonces sigue hablándose de la persona del jefe como si fuera encarnación del Ser Supremo. ¡El amado jefe al que ya quisieran descuartizar!
El servilismo implica descomposición desde sus más remotos orígenes. ¡De una compactación de incapaces, de cobardes, de personas con valores invertidos no se puede esperar nunca otra cosa que traiciones, rencores, odios y crímenes! Aquel que ha comenzado por asesinarse a sí mismo tiene naturalmente que seguir haciéndolo con los demás, cuando no por envidia, por perversidad. Y, si la propia autoestima no tiene valor para ellos, ¿qué valor han de tener la gratitud, la amistad, la lealtad?
El imperio del servilismo es la más grotesca tergiversación del orden moral que jamás se haya pensado. La estimación del bellaco y del mediocre (sumamente útil) y la persecución del honrado y del talentoso (sumamente peligroso). La ley se convierte en instrumento de persecución y no de garantía. Los defensores de la verdad, del bien, de la justicia son considerados criminales. El espía es elevado a la más alta categoría social, incluso llegando a identificarse la categoría de espía con la del patriota y la de alto funcionario. ¡El que no es espía es un traidor…! Y los altos funcionarios ganan gracias ejerciendo funciones de espionaje.
Queremos poner término a este esbozo. El tema podría abarcar mucho más. Nos falta tratar aquí lo que podría denominarse la sociología del servilismo, quizá un aspecto más interesante, aunque no el más nuevo. Pero la sociología del servilismo no se puede escribir sin documentación histórica, sin casuística, sin la bárbara ejemplificación.
Y es cosa que repugna tener que mencionar nombres de personas en un escrito que intenta reaccionar contra la manía del personalismo. Solo hay que dar un vistazo a lo que acontece en Panamá desde hace 7 años (2009-2016). Por otra parte, ¡quién no ha visto estados de servilismo social!
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