Amelia Denis de Icaza, poeta de la tercera generación romántica
Publicado 2003/09/30 23:00:00
- Aristides Martínez Ortega
Unica mujer del grupo romántico fue la primera dama panameña que publicó sus versos. Su dedicación a la poesía fue constante y por años, como puede comprobarse en los diarios de Centroamérica y Panamá que acogieron sus composiciones poéticas, reunidas por manos amigas en 1926, bajo el título de Hojas Secas, y prologado por Zoraida Díaz, dieciséis años después de su muerte; murió en 1911 y había nacido en 1863.
No sólo se destacó en la sociedad panameña por escribir poesía, sino también por su abierta participación política en el bando liberal, y por el papel que jugó en la militancia revolucionaria durante la llamada guerra de los mil días. Sus diligencias en Nicaragua y Guatemala fueron claves para hacer posible el desembarco de Belisario Porras en la provincia de Chiriquí.
En su obra poética podemos distinguir 6 temas centrales: a) el tema doméstico, centrado en el hogar y la familia; b) el paisaje nativo; c) elogio a las virtudes, a la amistad y a los buenos sentimientos; d) elogio a América y a héroes independentistas; e) el reclamo a la injusticia; f) la protesta nacionalista.
En esta amplia temática sobresale su poesía social, particularmente tres poemas: “A la muerte de Victoriano Lorenzo”; “Al Cerro Ancón” de 1906; “Dejad que pasen”, de 1909, poemas todos ellos escritos hacia el final de su vida. Esos tres poemas justifican el puesto distinguido que tiene Amelia Denis de Icaza en la poesía panameña.
Despojada de todo desbordamiento sentimental, reflexión superficial y del lugar común, que afectó casi la totalidad de su obra poética, Amelia Denis se expresó con una gran calidad poética en los poemas señalados. Es decir, no fueron los temas su acierto; fue la realización poética de los temas, su acierto. Hay que destacar también su coraje civil al denunciar el crimen del excomulgado social y político, Victoriano Lorenzo, y la afrenta a la soberanía que fue el secuestro del Cerro Ancón.
Ya no guardas las huellas de mis pasos,
ya no eres mío, idolatrado Ancón:
que ya el destino desató los lazos
que en tus faldas formó mi corazón.
Cual centinela solitario y triste
un árbol en tu cima conocí:
allí grabé mi nombre, ¿qué lo hiciste?
¿por qué ya no eres el mismo para mí?
¿Qué has hecho de tu espléndida belleza,
de tu hermosura agreste que admiré?
¿Del manto que con regia gentileza
en tus faldas de libre contemplé?
¿Qué se hizo su Chorrillo? ¿su corriente
al pisarla un extraño se secó?
su cristalina, bienhechora fuente,
en el abismo del no ser se hundió.
¿Qué has hecho de tus árboles y flores,
mundo atalaya del tranquilo mar?
Mis suspiros, mis ansias; mis dolores,
te llevarán las brisas al pasar?
Tras tu cima ocultábase el lucero
que mi frente de niña iluminó:
la lira que he pulsado, tú el primero
a mis vírgenes manos la entregó.
Tus pájaros me dieron sus canciones;
con sus notas dulcísimas canté,
y mis sueños de amor; mis ilusiones,
a tu brisa y tus árboles confié.
Más tarde, con mi lira enlutecida
en mis pesares siempre te llamé:
buscaba en ti la fuente bendecida
que en mis años primeros encontré.
¡Cuántos años de incógnitos pesares,
mi espíritu buscaba más allá
a mi hermosa sultana de dos mares,
la reina de dos mundos, Panamá!
Soñaba yo con mi regreso un día,
de rodillas mi tierra saludar;
contarle mi nostalgia, mi agonía,
y a su sombra tranquila descansar.
Sé que no eres el mismo; quiero verte
y de lejos tu cima contemplar;
me queda el corazón para quererte
ya que no puedo junto a ti llorar.
Centinela avanzado, por tu duelo
lleva mi lira un lazo de crespón;
tu ángel custodio remontose al cielo
ya no eres mío idolatrado Ancón!
Panamá 1906
El poeta lucha, sin luchar, qué haría?
sin lucha y resistencia, no hay victoria
ni el corazón del bardo sangraría
para teñir los lauros de su gloria.
Paso a la juventud, dejad que vuele
alzando alegre sus primeros trinos
si le quitáis las alas, cómo puede
sin esa fuerza abandonar el nido?
Dejadle sus ideales, sus ensueños,
larga es la lucha, ruda la batalla
tiene la inspiración muchos bohemios
que serán las lumbreras del mañana.
No olvidéis a Rubén al poeta niño
que al preludiar sus infantiles cantos
de zarzas le sembraron el camino
que atravesó con sus primeros pasos.
Dejad la juventud, sus gallas flores
necesitan la sabia de la planta,
no le quitéis sus bellas ilusiones
dejadla con su fé, con su esperanza.
No lanzéis vuestro dardo envenenado
sobre la juventud que ama y espera
dejad que goce en el festín humano
mientras la sombra de los años llega.
Yo me aparto dejándoles la senda,
por saludarlos al pasar me inclino,
y aquí en mi corazón tienen la ofrenda
de aliento, de entusiasmo y de cariño.
No penséis en la crítica del sabio
si hay luz y claridad en vuestra mente
yo también he tenido mi calvario
y el que puede luchar todo lo vence.
Heróica juventud, alzad la frente
el génio es luz irradiación divina
el que lleve esta luz será el más fuerte
para luchar en la sangrienta lidia.
No abandonéis cobardes el palenque
la gloria ofrece al vencedor el premio
dichosos los que llevan en la frente
la corona simbólica del genio.
Nicaragua 1909
bbA LA MUERTE DE VICTORIANO LORENZO
¡Atado! y ¿para qué? si es una víctima
que paso a paso a su calvario vá
lo lleva hasta el banquillo la república
y con ella en el alma a morir vá.
¡Atado! y ¿para qué? Frente al suplicio
los soldados esperan la señal,
el plomo romperá su pecho heróico
que ostentaba la enseña liberal.
Marcha a su lado el sacerdote trémulo
hablándole del cielo y de perdón
lleva un Cristo en las manos, y está
pálido
murmurando en silencio una oración.
El sigue su camino siempre impávido
sin el hondo sufrir del criminal
libre nació bajo sus grandes árboles
y en ruda lucha defendió su ideal.
De hombre nacidos en las selvas
vírgenes
en grupos de invencibles lo siguió
que allá en nuestras montañas, el
indígena
puede morir pero rendirse no.
Se hizo su jefe el montañés intrépido,
el campo de batalla fue su altar
y el órgano divino, el ruido horrísono
del cañón enemigo al estallar.
Y ni el invierno con sus noches lúgubres
detuvo nunca su carrera audaz,
como el león de los bosques en
América
ni dio cuartel ni lo pidió jamás.
Soñó con la victoria, fue su ídolo
y en su mano nervuda se rompió
tras el ideal la noche con lo trágico
que el astro rey en el ocaso hundió...
Y después... y en las sombras del crepúsculo
en un lago de sangre el corazón;
y el pueblo que se aleja del patíbulo
murmurando una horrible maldición.
Su centro era el peligro, nunca el pánico
hizo su corazón estremecer
se alumbraba con luces de relámpago
cuando iba el enemigo a sorprender.
Panamá 1906
No sólo se destacó en la sociedad panameña por escribir poesía, sino también por su abierta participación política en el bando liberal, y por el papel que jugó en la militancia revolucionaria durante la llamada guerra de los mil días. Sus diligencias en Nicaragua y Guatemala fueron claves para hacer posible el desembarco de Belisario Porras en la provincia de Chiriquí.
En su obra poética podemos distinguir 6 temas centrales: a) el tema doméstico, centrado en el hogar y la familia; b) el paisaje nativo; c) elogio a las virtudes, a la amistad y a los buenos sentimientos; d) elogio a América y a héroes independentistas; e) el reclamo a la injusticia; f) la protesta nacionalista.
En esta amplia temática sobresale su poesía social, particularmente tres poemas: “A la muerte de Victoriano Lorenzo”; “Al Cerro Ancón” de 1906; “Dejad que pasen”, de 1909, poemas todos ellos escritos hacia el final de su vida. Esos tres poemas justifican el puesto distinguido que tiene Amelia Denis de Icaza en la poesía panameña.
Despojada de todo desbordamiento sentimental, reflexión superficial y del lugar común, que afectó casi la totalidad de su obra poética, Amelia Denis se expresó con una gran calidad poética en los poemas señalados. Es decir, no fueron los temas su acierto; fue la realización poética de los temas, su acierto. Hay que destacar también su coraje civil al denunciar el crimen del excomulgado social y político, Victoriano Lorenzo, y la afrenta a la soberanía que fue el secuestro del Cerro Ancón.
Ya no guardas las huellas de mis pasos,
ya no eres mío, idolatrado Ancón:
que ya el destino desató los lazos
que en tus faldas formó mi corazón.
Cual centinela solitario y triste
un árbol en tu cima conocí:
allí grabé mi nombre, ¿qué lo hiciste?
¿por qué ya no eres el mismo para mí?
¿Qué has hecho de tu espléndida belleza,
de tu hermosura agreste que admiré?
¿Del manto que con regia gentileza
en tus faldas de libre contemplé?
¿Qué se hizo su Chorrillo? ¿su corriente
al pisarla un extraño se secó?
su cristalina, bienhechora fuente,
en el abismo del no ser se hundió.
¿Qué has hecho de tus árboles y flores,
mundo atalaya del tranquilo mar?
Mis suspiros, mis ansias; mis dolores,
te llevarán las brisas al pasar?
Tras tu cima ocultábase el lucero
que mi frente de niña iluminó:
la lira que he pulsado, tú el primero
a mis vírgenes manos la entregó.
Tus pájaros me dieron sus canciones;
con sus notas dulcísimas canté,
y mis sueños de amor; mis ilusiones,
a tu brisa y tus árboles confié.
Más tarde, con mi lira enlutecida
en mis pesares siempre te llamé:
buscaba en ti la fuente bendecida
que en mis años primeros encontré.
¡Cuántos años de incógnitos pesares,
mi espíritu buscaba más allá
a mi hermosa sultana de dos mares,
la reina de dos mundos, Panamá!
Soñaba yo con mi regreso un día,
de rodillas mi tierra saludar;
contarle mi nostalgia, mi agonía,
y a su sombra tranquila descansar.
Sé que no eres el mismo; quiero verte
y de lejos tu cima contemplar;
me queda el corazón para quererte
ya que no puedo junto a ti llorar.
Centinela avanzado, por tu duelo
lleva mi lira un lazo de crespón;
tu ángel custodio remontose al cielo
ya no eres mío idolatrado Ancón!
Panamá 1906
El poeta lucha, sin luchar, qué haría?
sin lucha y resistencia, no hay victoria
ni el corazón del bardo sangraría
para teñir los lauros de su gloria.
Paso a la juventud, dejad que vuele
alzando alegre sus primeros trinos
si le quitáis las alas, cómo puede
sin esa fuerza abandonar el nido?
Dejadle sus ideales, sus ensueños,
larga es la lucha, ruda la batalla
tiene la inspiración muchos bohemios
que serán las lumbreras del mañana.
No olvidéis a Rubén al poeta niño
que al preludiar sus infantiles cantos
de zarzas le sembraron el camino
que atravesó con sus primeros pasos.
Dejad la juventud, sus gallas flores
necesitan la sabia de la planta,
no le quitéis sus bellas ilusiones
dejadla con su fé, con su esperanza.
No lanzéis vuestro dardo envenenado
sobre la juventud que ama y espera
dejad que goce en el festín humano
mientras la sombra de los años llega.
Yo me aparto dejándoles la senda,
por saludarlos al pasar me inclino,
y aquí en mi corazón tienen la ofrenda
de aliento, de entusiasmo y de cariño.
No penséis en la crítica del sabio
si hay luz y claridad en vuestra mente
yo también he tenido mi calvario
y el que puede luchar todo lo vence.
Heróica juventud, alzad la frente
el génio es luz irradiación divina
el que lleve esta luz será el más fuerte
para luchar en la sangrienta lidia.
No abandonéis cobardes el palenque
la gloria ofrece al vencedor el premio
dichosos los que llevan en la frente
la corona simbólica del genio.
Nicaragua 1909
bbA LA MUERTE DE VICTORIANO LORENZO
¡Atado! y ¿para qué? si es una víctima
que paso a paso a su calvario vá
lo lleva hasta el banquillo la república
y con ella en el alma a morir vá.
¡Atado! y ¿para qué? Frente al suplicio
los soldados esperan la señal,
el plomo romperá su pecho heróico
que ostentaba la enseña liberal.
Marcha a su lado el sacerdote trémulo
hablándole del cielo y de perdón
lleva un Cristo en las manos, y está
pálido
murmurando en silencio una oración.
El sigue su camino siempre impávido
sin el hondo sufrir del criminal
libre nació bajo sus grandes árboles
y en ruda lucha defendió su ideal.
De hombre nacidos en las selvas
vírgenes
en grupos de invencibles lo siguió
que allá en nuestras montañas, el
indígena
puede morir pero rendirse no.
Se hizo su jefe el montañés intrépido,
el campo de batalla fue su altar
y el órgano divino, el ruido horrísono
del cañón enemigo al estallar.
Y ni el invierno con sus noches lúgubres
detuvo nunca su carrera audaz,
como el león de los bosques en
América
ni dio cuartel ni lo pidió jamás.
Soñó con la victoria, fue su ídolo
y en su mano nervuda se rompió
tras el ideal la noche con lo trágico
que el astro rey en el ocaso hundió...
Y después... y en las sombras del crepúsculo
en un lago de sangre el corazón;
y el pueblo que se aleja del patíbulo
murmurando una horrible maldición.
Su centro era el peligro, nunca el pánico
hizo su corazón estremecer
se alumbraba con luces de relámpago
cuando iba el enemigo a sorprender.
Panamá 1906
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