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Héctor Miguel Collado Mendieta: poeta de historias
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EL niño Héctor tiene nombre de héroe griego y apellido con forma de cerro, del cual se bajó en el sesenta para jugar entre mangos y cangrejos --había un manglar, su sitio favorito, frente a la sima del viejo Ancón-- en "el" barrio, "su" barrio, El Chorrillo.Jugando "la lata" y "la lleva" se dejaba envolver en una guerrilla de mentira y con bate de béisbol simulaba que disparaba tiros en el solar de la calle 26, pero gracias a Dios sus "enemigos" sólo morían de risa.El niño Héctor fue un alumno bueno, un amigo fiel y, aunque tímido, con las niñas bonitas siempre fue con-queto (contento y coqueto).Sus primeros besos los dio -y recibió- en el callejón de la casa 15, al lado de la Iglesia de Fátima.Como no sabía que no veía bien, no usó anteojos hasta que cumplió los 20 años.Aunque miope, siempre vio más allá que otros chiquillos; siempre le gustaron los libros y se dedicaba a hurgar la biblioteca piloto "Celia P.de Arosemena", del Centro Amador Guerrero, en busca de amigos de papel vestidos con palabras y tinta, que lo llevaran a pasear por el universo.Así aprendió a inspirarse para lo que serían en el futuro sus propias obras literarias, varias premiadas en Panamá e internacionalmente.Escribiría libros para niños y niñas de todas las edades; obras que hoy cuentan dolores, mártires y poetas; que cantan trashumancias, comandantes infinitos, genios de tormentas; que construyen la casa de la madre, poemas abstractos, mujeres concretas; que izan canciones de agosto, toques de diana, banderas de fuego, siluetas; que dibujan ventanas que se quedan desiertas, ceros que bailan boleros, poemas de sol y lluvia, trompos, rayuelas; que pintan estaciones del agua, rostros de precaristas, indigentes y damnificados, artefactos, eternocardiograma.Hoy, el niño Héctor --escritor y promotor de la lectura-- ya grande y con hijos grandes, es auténticamente bohemio, modesto, solidario, espontáneo, desprendido y juguetón; convive con Tutulawagui, su compañera de hogar y arte, y dice que cuando sea chico le gustaría ser nuevamente poeta, para escribirle mucho más a la vida y contarle muchos más cuentos a la gente; para ayudar aún más a que el mundo no pierda del todo la sonrisa.(Hay quienes piensan que es un marciano, pero se equivocan de tercera consonante; él es profundamente martiano).Con "Artefactos" ganó el Premio Ricardo Miró, en la Sección Poesía, en 2004.Se desempeñó como Promotor de Lectura en la Biblioteca Nacional "Ernest o Castillero Reyes".Acerca del escritor capitalino de 46 años, uno de los grandes cuentistas de Panamá, Enrique Jaramillo Levi, en el prólogo de "Cuentos de precaristas, indigentes y damnificados, el primer cuentario de Collado, escribió: "nos revela ahora el diestro oficio de narrador minimalista".Y, se refiere a Collado como "intuitivo, acertadamente lúcido, dueño de una imaginación selectiva y poderosamente esencialista, pero con una sensibilidad social a flor de piel".Y añade: "Alcanza en estos 28 cuentos la meta ideal de todo hacedor de ficciones breves; decir mucho con pocas palabras.Héctor Collado, laboró como Promotor de Lectura en la Biblioteca Nacional "Ernesto Castillero Reyes" y es profesor de Seminario Taller de Poesía en el Diplomado en Creación Literaria de la Universidad Tecnológica de Panamá.También es autor de "El genio de la tormenta", En casa de la madre, Poemas abstractos para una mujer concreta, Entre mátrices y poetas, Toque de diana, Estaciones del agua -libro de camila, Cuentos de precaristas, indigentes y damnificados.