Justino Rodríguez y sus "Longevidad Pictórica"
Publicado 2003/10/06 23:00:00
Cuando se trata de los trabajadores de las artes plásticas, a los que sofisticadamente a través de los siglos los literatos y demás seres que pululan dentro del cosmos de la pintura, la escultura, el grabado, etcétera, elevan al título de artistas, siempre es una experiencia grata enaltecerlos.
Cuando se abordan temas especializados como el que nos ocupan ahora, tratamos de sustentar una explicación valedera, dentro del quehacer de los escritores. El francés Andrés Malraux por ejemplo, autor del libro sobre artes plásticas: "Las Voces del Silencio", exalta, entre otras cosas, esa atmósfera de soledad fecundada, cubierta por ese silencio que nutre la creatividad del artista verdadero. ¿Estamos?
Imaginémonos entonces, dentro de la dinámica "Longevidad Pictórica" del perseverante maestro colonense, Justino Rodríguez, que es considerado el trabajador de las artes plásticas del Istmo, con más "Años Pintura" acumulados en nuestra breve historia pictórica (1903-2003). Desde su nacimiento en la ciudad de Colón, Justino, ha consagrado con vocación poco común: sesenta y cuatro "septiembres" pintando y mostrando su producción artística, en exposiciones colectivas e individuales, en su ciudad natal y en la capital del país. Las exposiciones itinerantes no han sido ajenas a Rodríguez, por toda la geografía de Panamá. Inmersos todavía en esa excepcional y admirable galería de maestros de la pintura nacional, figuran en arbitrario y personal orden cronológico (tercera edad y tantito más (?) Eudoro "Lolo" Silvera, y el también colonense Alfredo Sinclair, que dentro de los artistas panameños "que aún siguen vivos y trabajando". Silvera y Sinclair son los maestros más veteranos pictóricamente hablando. Quizá, le sigan en la suma de calendario Ignacio "Nacho" Mallol, y muy pocos "atletas del pincel" septuagenarios, con aspiraciones por alcanzar siquiera la estación octogenaria.
Otro de los grandes del pincel es Juan Materno Vásquez, quien domina el rescate de la anonimidad a los exponentes cimeros de la plástica de la Costa Atlántica. Desde entonces, conocimos bastante bien la vida y la obra de maestros como Víctor Lewis, Eduardo Agustine, Garcés y al mismo Justino Rodríguez, a quienes el gran "mate" catalogó a "grosso modo" como los mejores primitivistas del atlántico colonense. Guardadas las distancias y las promociones, siempre sustenté esta certera y sobria clasificación como género del primitivismo panameño. Vinieron las obras pictóricas de la etnia negra atlántica o bien, de los interioranos del "Panamá profundo", como solía llamarlo el más grande ideólogo del once de octubre de 1968, hermano de Juan Materno Vásquez. Siempre nos llamó la atención Justino Rodríguez, por sus lienzos de dimensiones normales, en donde se marcó inconfundible el sello personal de ese color fulgurante, diseminado armoniosamente, en que se podría hallar una cierta analogía con las obras maestras del privitivismo de la negritud de Haití y otras islas del Caribe. Bien podría admitirse aquí el paralelismo, en las obras más excepcionales de Víctor Lewis y Eduardo Agustine, marcando siempre la intensidad cromática, el diseño y la composición para distribuir la sabiduría de Justino Rodríguez sobre la técnica de los procedimientos del dibujo y la pintura. Muy a su manera. Con distinción y personalidad.
Sin duda la originalidad, la esencia de su diseño y la exaltación extraordinaria de sus matices, le conceden desde ya, al Maestro Rodriguez un sitial de honor como pintor.
No importa nada, que las descoloridas "cacatúas" que enmascaran su sectarismo y preferencias, en el anhelo de figurar sin merecerlo, no tomen en cuenta, en sus burdas clasificaciones a artistas como Justino y otros valores de la pintura panameña.
Cuando se abordan temas especializados como el que nos ocupan ahora, tratamos de sustentar una explicación valedera, dentro del quehacer de los escritores. El francés Andrés Malraux por ejemplo, autor del libro sobre artes plásticas: "Las Voces del Silencio", exalta, entre otras cosas, esa atmósfera de soledad fecundada, cubierta por ese silencio que nutre la creatividad del artista verdadero. ¿Estamos?
Imaginémonos entonces, dentro de la dinámica "Longevidad Pictórica" del perseverante maestro colonense, Justino Rodríguez, que es considerado el trabajador de las artes plásticas del Istmo, con más "Años Pintura" acumulados en nuestra breve historia pictórica (1903-2003). Desde su nacimiento en la ciudad de Colón, Justino, ha consagrado con vocación poco común: sesenta y cuatro "septiembres" pintando y mostrando su producción artística, en exposiciones colectivas e individuales, en su ciudad natal y en la capital del país. Las exposiciones itinerantes no han sido ajenas a Rodríguez, por toda la geografía de Panamá. Inmersos todavía en esa excepcional y admirable galería de maestros de la pintura nacional, figuran en arbitrario y personal orden cronológico (tercera edad y tantito más (?) Eudoro "Lolo" Silvera, y el también colonense Alfredo Sinclair, que dentro de los artistas panameños "que aún siguen vivos y trabajando". Silvera y Sinclair son los maestros más veteranos pictóricamente hablando. Quizá, le sigan en la suma de calendario Ignacio "Nacho" Mallol, y muy pocos "atletas del pincel" septuagenarios, con aspiraciones por alcanzar siquiera la estación octogenaria.
Otro de los grandes del pincel es Juan Materno Vásquez, quien domina el rescate de la anonimidad a los exponentes cimeros de la plástica de la Costa Atlántica. Desde entonces, conocimos bastante bien la vida y la obra de maestros como Víctor Lewis, Eduardo Agustine, Garcés y al mismo Justino Rodríguez, a quienes el gran "mate" catalogó a "grosso modo" como los mejores primitivistas del atlántico colonense. Guardadas las distancias y las promociones, siempre sustenté esta certera y sobria clasificación como género del primitivismo panameño. Vinieron las obras pictóricas de la etnia negra atlántica o bien, de los interioranos del "Panamá profundo", como solía llamarlo el más grande ideólogo del once de octubre de 1968, hermano de Juan Materno Vásquez. Siempre nos llamó la atención Justino Rodríguez, por sus lienzos de dimensiones normales, en donde se marcó inconfundible el sello personal de ese color fulgurante, diseminado armoniosamente, en que se podría hallar una cierta analogía con las obras maestras del privitivismo de la negritud de Haití y otras islas del Caribe. Bien podría admitirse aquí el paralelismo, en las obras más excepcionales de Víctor Lewis y Eduardo Agustine, marcando siempre la intensidad cromática, el diseño y la composición para distribuir la sabiduría de Justino Rodríguez sobre la técnica de los procedimientos del dibujo y la pintura. Muy a su manera. Con distinción y personalidad.
Sin duda la originalidad, la esencia de su diseño y la exaltación extraordinaria de sus matices, le conceden desde ya, al Maestro Rodriguez un sitial de honor como pintor.
No importa nada, que las descoloridas "cacatúas" que enmascaran su sectarismo y preferencias, en el anhelo de figurar sin merecerlo, no tomen en cuenta, en sus burdas clasificaciones a artistas como Justino y otros valores de la pintura panameña.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.