¿Qué podemos hacer para que los niños sean felices?
Publicado 2002/11/01 00:00:00
- Guaynabo, Puerto Rico
Su presencia llenaba el lugar, todos hablaban a la vez, los varones furtivamente se empujaban y amenazaban "Vas a ver cuando salgamos de aquí", las niñas miraban atentas a su alrederor; tenían toda la energía y brillo en los ojos que mostramos cuando nos sentimos felices y sin preocupaciones. Ellos y ellas eran estudiantes de la Escuela Dr. Octavio Méndez Pereira de Betania que visitaban las instalaciones de EPASA.
El apenado Gabriel, nos confesó que se siente bien ser niño, porque puede jugar y hacer lo que quiera. Abdul, visiblemente interesado en nuestras preguntas, nos manifestó que para que los niños sean felices los padres pueden llevarlos a pasear.
Francisco reveló que él es feliz cuando sus padres le regalan cosas, pero que cuando pelean no se siente bien. Dayra Lobos, terapeuta del lenguaje, observó que para que nuestros niños sean dichosos debemos escucharlos, poniéndonos a su altura, ya sea sentados o agachados y mirándolos a los ojos.
Es más difícil amar a nuestros hijos cuando se portan mal, pero debemos comprender y recordar las etapas del crecimiento que están atravesando. La especialista nos sugiere disciplinarlos con amor y no con agresividad. Jugar con ellos, acostarnos a su lado, leerles un cuento y dormirnos un rato con ellos, son actos sencillos que nos harán acercarnos a su corazón.
Nuestros pequeños visitantes coincidieron en su desagrado por las peleas de sus progenitores. Lobos revela que los padres tenemos que ponernos de acuerdo en la forma como actuaremos, aún antes de que nazcan nuestros hijos; pero nunca es tarde para reflexionar acerca de nuestro comportamiento frente a ellos. Ante cualquier malentendido, lo mejor es ir a una habitación y hablar en voz baja al respecto o ir a dar un paseo juntos para aclarar las cosas.
Los padres debemos cuidarnos de caer en los juegos de manipulación de los niños. Por ejemplo: "Mami, me dejas salir", la madre responde "Pregúntale a tu papá"; papá da el permiso sin saber que el niño está castigado y se forma la discusión. Antes de actuar o decir cualquier cosa, lo mejor es consultar al otro.
Finalmente, debemos apreciar lo que hacen nuestros hijos, reconocer sus logros y asistir a los actos escolares, que son tan importantes para ellos. Dayra nos contó que Jan, su hijo, la primera vez que escribió su nombre lo hizo sobre una puerta, allí permaneció por dos años y cuando se decidió a pintarla, tomó una fotografía de la primera firma de su hijo, era algo importante para él y para ella.
Como madres y padres que trabajamos, experimentamos muchas culpas por no estar más presentes en la vida de nuestros hijos, e intentamos llenar el tiempo que pasamos con ellos de diversas actividades y obsequios. A ellos les encantan los paseos y regalos, pero cuando los juguetes se rompan y los detalles se pierdan en la memoria, lo único que les quedará son el recuerdo de nuestras miradas amorosas, el calor de nuestros abrazos y besos y las cosquillas en el pecho que sienten cuando les digamos: "Te amo muchísimo".
El apenado Gabriel, nos confesó que se siente bien ser niño, porque puede jugar y hacer lo que quiera. Abdul, visiblemente interesado en nuestras preguntas, nos manifestó que para que los niños sean felices los padres pueden llevarlos a pasear.
Francisco reveló que él es feliz cuando sus padres le regalan cosas, pero que cuando pelean no se siente bien. Dayra Lobos, terapeuta del lenguaje, observó que para que nuestros niños sean dichosos debemos escucharlos, poniéndonos a su altura, ya sea sentados o agachados y mirándolos a los ojos.
Es más difícil amar a nuestros hijos cuando se portan mal, pero debemos comprender y recordar las etapas del crecimiento que están atravesando. La especialista nos sugiere disciplinarlos con amor y no con agresividad. Jugar con ellos, acostarnos a su lado, leerles un cuento y dormirnos un rato con ellos, son actos sencillos que nos harán acercarnos a su corazón.
Nuestros pequeños visitantes coincidieron en su desagrado por las peleas de sus progenitores. Lobos revela que los padres tenemos que ponernos de acuerdo en la forma como actuaremos, aún antes de que nazcan nuestros hijos; pero nunca es tarde para reflexionar acerca de nuestro comportamiento frente a ellos. Ante cualquier malentendido, lo mejor es ir a una habitación y hablar en voz baja al respecto o ir a dar un paseo juntos para aclarar las cosas.
Los padres debemos cuidarnos de caer en los juegos de manipulación de los niños. Por ejemplo: "Mami, me dejas salir", la madre responde "Pregúntale a tu papá"; papá da el permiso sin saber que el niño está castigado y se forma la discusión. Antes de actuar o decir cualquier cosa, lo mejor es consultar al otro.
Finalmente, debemos apreciar lo que hacen nuestros hijos, reconocer sus logros y asistir a los actos escolares, que son tan importantes para ellos. Dayra nos contó que Jan, su hijo, la primera vez que escribió su nombre lo hizo sobre una puerta, allí permaneció por dos años y cuando se decidió a pintarla, tomó una fotografía de la primera firma de su hijo, era algo importante para él y para ella.
Como madres y padres que trabajamos, experimentamos muchas culpas por no estar más presentes en la vida de nuestros hijos, e intentamos llenar el tiempo que pasamos con ellos de diversas actividades y obsequios. A ellos les encantan los paseos y regalos, pero cuando los juguetes se rompan y los detalles se pierdan en la memoria, lo único que les quedará son el recuerdo de nuestras miradas amorosas, el calor de nuestros abrazos y besos y las cosquillas en el pecho que sienten cuando les digamos: "Te amo muchísimo".
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