Segunda generación vanguardista: Ricardo J. Bermúdez
Publicado 2004/08/03 23:00:00
- Aristides Martínez Ortega
Desde su primer libro, Poemas de ausencia, Panamá, 1937, en su mayoría compuesto de poemas de versos endecasílabos, se revela como un poeta muy compenetrado en el ejercicio de la poesía. Elsie Alvarado de Ricord en su estudio, "Estudio y densidad, en la obra de Ricardo J. Bermúdez", ha señalado la importancia que tiene la metáfora en la obra de Bermúdez: "Sin caer en excesos, puede afirmarse que toda su obra está basada en la metáfora, y algunas veces en la metáfora pura", afirmación que confirma cuán académica es su formación poética.
Pero es en Adán liberado, Panamá, 1944, que Bermúdez llega a una expresión profunda y singular, que lo coloca entre los mejores poetas de Panamá. Sus libros posteriores muestran mayor rigor formal y riqueza de estilo y de figuras, pero no tienen la comunicación poética y humana de Adán liberado.
El libro está dividido en tres partes, pero sólo la segunda y tercera parte, Presencia del recuerdo", "Otros poemas" y "Adán liberado", guardan unidad de estilo y acento. La primera parte "Tres Canciones Para el Trópico", en versos octosílabos, no guarda relación con el acento trascendente del resto del libro, en donde los grandes temas de la poesía, el amor, la muerte, el recuerdo, el tiempo, la política, son expresados en versos libres, de gran aliento y carácter.
La presencia del Neruda de las Residencias es obvia, más que por una simple influencia de estilo por la similitud de un universo angustioso y caótico. En "Presencia del recuerdo" y otros poemas palpita una existencia dolorosa, torturada por sueños, visiones, recuerdos fijados en el subconsciente: "Toda mi infancia se estremece en mis palabras / destilando ansiedad de pañuelo batido inútilmente, / y me acosan recuerdos de hospitales, / de llagas adornadas con rosas de mercurio / y gritos de mujeres que se arrancan los hijos a pedazos / por esa asociación de vida torturada / que existe en el sollozo de tus olas / y aquel otro dolor sin horizontes".
Una nota grave recorre todo este libro, que muestra un mundo en constante desintegración, permanentemente asediado y vencido por la muerte, tema que el poeta aborda desde la experiencia, no desde la idea pura, como se puede ver en "Alice blue", "Regreso de Alfredo Navarro", "Palabras por el hijo ausente": "Pobre hijo de merengue y sal, llamado con tu voz de trapo / del barandal de nubes de la noche / donde el turno, tal vez, te fue negado para siempre, / de separar los dulces rizos del sexo de tu madre / para mirar con ojos lácteos al mundo cara a cara".
Indudablemente que al abordar Bermúdez el tema de la muerte desde la experiencia humana y particular, logra un gran efecto lírico. Como una segunda muestra cito estos versos de "Presencia de mi padre a los veinte años": "En mucho de mis gestos estás siempre presente / como una mariposa de yeso entristecido, / en mis zapatos blancos descubro tus pisadas".
Como si para recordarte hiciera falta tu recuerdo,
como si para estar contigo necesitara tu presencia,
he vuelto a complacerme en tu mirada diligente y salvaje,
como la modelaste sobre el húmedo barro de mis ojos,
mucho antes de que fueras la tú que yo inventara
para endulzar mi viaje y tu lamento.
Pienso de nuevo en ti, en la risueña y franca simpatía
enredada en tus lóbregos cabellos de scherzos y sonatas,
en tus labios de frutas sin espinas despiertas
donde pasaba el tiempo descalzo de congojas,
en tus manos cuajadas de guirnaldas y números dormidos
con su lejano adiós de porcelana y hielo.
Para sentirte entera, sin partículas falsas prendida en mis manos,
he corrido más lejos que todas mis amargas resistencias,
que todos los prejuicios que chuparon la llama de tu risa
hasta desfigurar la tierna mariposa de tu sexo,
más allá de la imagen que empuja las plomadas de mi
muerte,hacia otra sangre limpia de escombros y fantasmas.
Ni bajo la desnuda claridad de estos versos
arrancados en nombre de tu larva de estrellas y suspiros,
ni bajo el polvo fino de mis huesos gastados de esperar
tu venida,
podrás nunca saber el resplandor de espanto que copiaron
mis lágrimas,
cuando cayó pesada y hosca la cuchilla del tiempo
y los dientes del mar mordieron tu perfume de espuma.
("Adán liberado")
Recuerdo tus palabras voluptuosas,
redondas y carnales como tu cuerpo grávido,
y aquel último rostro
que la vida te diera
para mirar la Muerte.
Como aquella otra Alicia sumergida en cristales,
te escapaste a través del agua del espejo
para encontrarme entre la niebla mirando arder la noche,
porque yo no vivía en la gris superficie de las cosas,
y tú tan sólo estabas en las islas del canto,
cubriendo con jazmines y sonrisas
las desvirtuadas realidades.
Para ti siempre todo fue distinto
a la imagen del sueño que subía por tus venas
mordidas de fracasos y aventuras,
y así, tu corazón propicio para el beso,
tu iluminado corazón interminable,
se plegó a mis intentos varoniles,
despiadados y oscuros,
con una sed de llama despeinada.
Porque llueve,no puede ser, tal vez por otro efluvio,
ahora recuerdo que fui lluvia sexual para tus senos
allagados de estériles congojas;
flor de mimbre y estaño
en el rubio jardín de tus muslos de trigo,
mariposa de fuego sobre tu boca despiadadamente tierna
a pesar del sollozo acumulado
que manchaba tus dientes de silencio.
Siempre serás, en mi ceguera blanca
de pescador de perlas infructuoso,
un tierno grito apaciguado y lento
de pie sobre la aurora.
("Adán liberado")
Después de seis años de hundirme en esponjas de olvido
y borrar las visiones de tu muerte violenta,
tu sonrisa se pega al cielo de mi boca
como un sabor con uñas, intransigente al don de la saliva.
Todo este tiempo te he mirado en el grano de arena
y he estrechado tu mano en la caricia verde del helecho,
porque tu corazón ha seguido sonando en mis oídos,
eco de pájaros sin alas,
grito sin perspectivas, mustio,
clamor de vida inmóvil
bajo el peso de la tierra bermeja y del aire descalzo.
Náufrago de ese mundo sin horarios,
he visto entre la noche tu pañuelo de llamas,
tus dedos de luciérnaga,
tus gestos de cristal hecho ya añicos,
como si entre los dos no hubiera un puente de clavos,
como si mi palabra no estuviera teñida con tu sangre
de donde hoy vuelan mariposas negras.
Cuando mi soledad se cubre de algas
y me arroja a los pies de mi mismo,
como una cáscara de canto,
regreso siempre a tu última mirada,
la que calcó la forma siniestra de aquel árbol en medio,
de tu espacio
y me acompaño de tu muerte
para estar contigo, con tu voz de hielo.
Entonces, sólo entonces,
porque estoy a tu lado sin saberlo,
cuando tus brazos luchan como molinos locos,
cuando la muerte viene brincando entre las hojas,
cuando el minuto queda sin resuellos,
cuando la vida salta como un títere de trapo,
cuando el paisaje bebe tu inteligencia rota
y recoge la ruina de tu cuerpo,
porque estoy a tu lado sin poder ayudarte,
sin poder ni siquiera a ti decirlo,
siento que mi garganta crecen
las palabras que nunca alcanzaron tus labios.
("Adán liberado")
Tan muerto en muerte no nacida
como ese mar sin algas y sin labios,
playa sin olas donde apenas
camina un perro husmeando conchas
bajo el opaco viento del crepúsculo.
Muerto sin nacer, pétalo de azúcar,
truncada fuente de cabello y sangre,
molécula de llanto y de sollozo
que amasaron mis labios en la aurora de tu madre posible,
flecha de canto y fuego
que aún lastima mi corazón sin espejismos.
Si te hubiera arrancado de tu cárcel de espumas
dejando que tu joven sonrisa de amapolas
corriera libremente con la azul vitalidad de las venas
alegres,
tu lengua, fresca llama de cerezas,
adornaría mis palabras manchadas de amargura.
Pero áun tú no cabías entre mis brazos torpes
ni en mi perfil de leñador de estrellas y de niños,
y así, tu queja apolismada y sin eco de pájaros
cayó al abismo del minuto muerto,
como una lluvia anónima
sobre mis labios de ventosas ebrias.
Pobre hijo de merengue y sal, llamando con tu voz de
trapo
del barandal de nubes de la noche
donde el turno, tal vez, te fue negado para siempre,
de separar los dulces rizos del sexo de tu madre
para mirar con ojos lácteos al mundo cara a cara.
Por eso
quiero que estas palabras mías
calen sobre tu amargo resentimiento
de abandonada esperma
como un puñado de fragancias lilas
sobre tu mundo de silencios y alas.
("Adán liberado")
Pero es en Adán liberado, Panamá, 1944, que Bermúdez llega a una expresión profunda y singular, que lo coloca entre los mejores poetas de Panamá. Sus libros posteriores muestran mayor rigor formal y riqueza de estilo y de figuras, pero no tienen la comunicación poética y humana de Adán liberado.
El libro está dividido en tres partes, pero sólo la segunda y tercera parte, Presencia del recuerdo", "Otros poemas" y "Adán liberado", guardan unidad de estilo y acento. La primera parte "Tres Canciones Para el Trópico", en versos octosílabos, no guarda relación con el acento trascendente del resto del libro, en donde los grandes temas de la poesía, el amor, la muerte, el recuerdo, el tiempo, la política, son expresados en versos libres, de gran aliento y carácter.
La presencia del Neruda de las Residencias es obvia, más que por una simple influencia de estilo por la similitud de un universo angustioso y caótico. En "Presencia del recuerdo" y otros poemas palpita una existencia dolorosa, torturada por sueños, visiones, recuerdos fijados en el subconsciente: "Toda mi infancia se estremece en mis palabras / destilando ansiedad de pañuelo batido inútilmente, / y me acosan recuerdos de hospitales, / de llagas adornadas con rosas de mercurio / y gritos de mujeres que se arrancan los hijos a pedazos / por esa asociación de vida torturada / que existe en el sollozo de tus olas / y aquel otro dolor sin horizontes".
Una nota grave recorre todo este libro, que muestra un mundo en constante desintegración, permanentemente asediado y vencido por la muerte, tema que el poeta aborda desde la experiencia, no desde la idea pura, como se puede ver en "Alice blue", "Regreso de Alfredo Navarro", "Palabras por el hijo ausente": "Pobre hijo de merengue y sal, llamado con tu voz de trapo / del barandal de nubes de la noche / donde el turno, tal vez, te fue negado para siempre, / de separar los dulces rizos del sexo de tu madre / para mirar con ojos lácteos al mundo cara a cara".
Indudablemente que al abordar Bermúdez el tema de la muerte desde la experiencia humana y particular, logra un gran efecto lírico. Como una segunda muestra cito estos versos de "Presencia de mi padre a los veinte años": "En mucho de mis gestos estás siempre presente / como una mariposa de yeso entristecido, / en mis zapatos blancos descubro tus pisadas".
Como si para recordarte hiciera falta tu recuerdo,
como si para estar contigo necesitara tu presencia,
he vuelto a complacerme en tu mirada diligente y salvaje,
como la modelaste sobre el húmedo barro de mis ojos,
mucho antes de que fueras la tú que yo inventara
para endulzar mi viaje y tu lamento.
Pienso de nuevo en ti, en la risueña y franca simpatía
enredada en tus lóbregos cabellos de scherzos y sonatas,
en tus labios de frutas sin espinas despiertas
donde pasaba el tiempo descalzo de congojas,
en tus manos cuajadas de guirnaldas y números dormidos
con su lejano adiós de porcelana y hielo.
Para sentirte entera, sin partículas falsas prendida en mis manos,
he corrido más lejos que todas mis amargas resistencias,
que todos los prejuicios que chuparon la llama de tu risa
hasta desfigurar la tierna mariposa de tu sexo,
más allá de la imagen que empuja las plomadas de mi
muerte,hacia otra sangre limpia de escombros y fantasmas.
Ni bajo la desnuda claridad de estos versos
arrancados en nombre de tu larva de estrellas y suspiros,
ni bajo el polvo fino de mis huesos gastados de esperar
tu venida,
podrás nunca saber el resplandor de espanto que copiaron
mis lágrimas,
cuando cayó pesada y hosca la cuchilla del tiempo
y los dientes del mar mordieron tu perfume de espuma.
("Adán liberado")
Recuerdo tus palabras voluptuosas,
redondas y carnales como tu cuerpo grávido,
y aquel último rostro
que la vida te diera
para mirar la Muerte.
Como aquella otra Alicia sumergida en cristales,
te escapaste a través del agua del espejo
para encontrarme entre la niebla mirando arder la noche,
porque yo no vivía en la gris superficie de las cosas,
y tú tan sólo estabas en las islas del canto,
cubriendo con jazmines y sonrisas
las desvirtuadas realidades.
Para ti siempre todo fue distinto
a la imagen del sueño que subía por tus venas
mordidas de fracasos y aventuras,
y así, tu corazón propicio para el beso,
tu iluminado corazón interminable,
se plegó a mis intentos varoniles,
despiadados y oscuros,
con una sed de llama despeinada.
Porque llueve,no puede ser, tal vez por otro efluvio,
ahora recuerdo que fui lluvia sexual para tus senos
allagados de estériles congojas;
flor de mimbre y estaño
en el rubio jardín de tus muslos de trigo,
mariposa de fuego sobre tu boca despiadadamente tierna
a pesar del sollozo acumulado
que manchaba tus dientes de silencio.
Siempre serás, en mi ceguera blanca
de pescador de perlas infructuoso,
un tierno grito apaciguado y lento
de pie sobre la aurora.
("Adán liberado")
Después de seis años de hundirme en esponjas de olvido
y borrar las visiones de tu muerte violenta,
tu sonrisa se pega al cielo de mi boca
como un sabor con uñas, intransigente al don de la saliva.
Todo este tiempo te he mirado en el grano de arena
y he estrechado tu mano en la caricia verde del helecho,
porque tu corazón ha seguido sonando en mis oídos,
eco de pájaros sin alas,
grito sin perspectivas, mustio,
clamor de vida inmóvil
bajo el peso de la tierra bermeja y del aire descalzo.
Náufrago de ese mundo sin horarios,
he visto entre la noche tu pañuelo de llamas,
tus dedos de luciérnaga,
tus gestos de cristal hecho ya añicos,
como si entre los dos no hubiera un puente de clavos,
como si mi palabra no estuviera teñida con tu sangre
de donde hoy vuelan mariposas negras.
Cuando mi soledad se cubre de algas
y me arroja a los pies de mi mismo,
como una cáscara de canto,
regreso siempre a tu última mirada,
la que calcó la forma siniestra de aquel árbol en medio,
de tu espacio
y me acompaño de tu muerte
para estar contigo, con tu voz de hielo.
Entonces, sólo entonces,
porque estoy a tu lado sin saberlo,
cuando tus brazos luchan como molinos locos,
cuando la muerte viene brincando entre las hojas,
cuando el minuto queda sin resuellos,
cuando la vida salta como un títere de trapo,
cuando el paisaje bebe tu inteligencia rota
y recoge la ruina de tu cuerpo,
porque estoy a tu lado sin poder ayudarte,
sin poder ni siquiera a ti decirlo,
siento que mi garganta crecen
las palabras que nunca alcanzaron tus labios.
("Adán liberado")
Tan muerto en muerte no nacida
como ese mar sin algas y sin labios,
playa sin olas donde apenas
camina un perro husmeando conchas
bajo el opaco viento del crepúsculo.
Muerto sin nacer, pétalo de azúcar,
truncada fuente de cabello y sangre,
molécula de llanto y de sollozo
que amasaron mis labios en la aurora de tu madre posible,
flecha de canto y fuego
que aún lastima mi corazón sin espejismos.
Si te hubiera arrancado de tu cárcel de espumas
dejando que tu joven sonrisa de amapolas
corriera libremente con la azul vitalidad de las venas
alegres,
tu lengua, fresca llama de cerezas,
adornaría mis palabras manchadas de amargura.
Pero áun tú no cabías entre mis brazos torpes
ni en mi perfil de leñador de estrellas y de niños,
y así, tu queja apolismada y sin eco de pájaros
cayó al abismo del minuto muerto,
como una lluvia anónima
sobre mis labios de ventosas ebrias.
Pobre hijo de merengue y sal, llamando con tu voz de
trapo
del barandal de nubes de la noche
donde el turno, tal vez, te fue negado para siempre,
de separar los dulces rizos del sexo de tu madre
para mirar con ojos lácteos al mundo cara a cara.
Por eso
quiero que estas palabras mías
calen sobre tu amargo resentimiento
de abandonada esperma
como un puñado de fragancias lilas
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