Tras las letras de Guerreiro
Publicado 2007/09/04 23:00:00
- Carlos Atencio-Atencio
La tecnologa permite que Leila Guerreiro, desde Buenos Aires, escriba a M'e9xico, España Argentina y Colombia.
EL PRIMER intento de Guerreiro de publicar en la revista de crónicas latinoamericanas "Gatopardo" fue rechazado sin mayores explicaciones. Continuó enviando otras propuestas hasta que se publicó, un primer trabajo sobre una banda musical de discapacitados. Hoy, ella es una de las tres editoras de esta importante publicación.
"Es muy raro que ahora viva del periodismo, cuando lo que me gustaba de pequeña era solamente escribir. El periodismo no estaba dentro de mis carreras preferidas. Lo raro también es que no sabía de ninguna carrera que te hiciese escritor ni conocía a ningún escritor", dice.
Así fue el inicio de esta argentina hasta que terminó el bachillerato en Junín; donde Eva Duarte, quien después de su muerte fue inmortalizada como "La santa Evita", en una obra del escritor Tomás Eloy Martínez.
"Nada con nada, yo quería ser escritora, pero tenía que elegir una carrera en la universidad, entonces pensé en el Turismo. Esto me daría la oportunidad de conocer muchos lugares. Terminé esta licenciatura, pero paralelamente hice tres años de Letras", comparte Leila.
Cuando terminó la carrera de Turismo se desesperó porque no es de las personas que soporta ocho horas detrás de un mostrador, vendiendo pasajes. Las opciones eran pocas. O trabajar en algún "mall", en alguna agencia de viajes o volver a vivir en el campo con mis padres.. Entonces había escrito el "cuentito" "kilómetro cero", y lo llevó a un periódico que se llamaba Página 12, publicaba el suplemento literario "Verano 12".
Llevó ese texto a la redacción con la esperanza de que se publicara ese verano, pero la secretaria le dijo: "no señorita, ese suplemento ya está cerrado para todo el verano. Pero deje su carpeta a nombre del director".
"Cuatro días después, me despertó mi padre con la revista en las manos, yo había regresado, porque ya no podía vivir más de prestado en Buenos Aires". El cuento fue publicado en la contraportada, donde publicaban Juan Gelman y Martín Caparrós.
"Lo primero que hice fue llamar a la redacción. La secretaria me contesta : ¿quién sos vos? te anda buscando el director desde hace cuatro días y hasta ahora aparece". Lo que ocurrió fue que no dejó ningún dato en el sobre, salvo el cuento y su nombre Leila Guerreiro. A los días regresó a Buenos Aires para entrevistarse con el director Jorge Lanata, quien le preguntó qué quería ser, y ella le dijo que escritora. A los tres meses la llamó a Junín con estas palabras: "tengo un trabajo para vos".
El primer trabajo que le encargaron fue una crónica sobre el caos del transporte en Buenos Aires. "Yo no sabía nada del trabajo de periodista. Lo primero que hice fue comprarme una grabadora. No sabía lo que era una entrevista, lo que era un contacto de prensa. Salí a la calle con una especie de sentido común", señala.
"El salir a la calle y estar preguntando cosas me daba una vergüenza horrible. Yo preguntando cosas a la gente. Como soy obsesiva, traté de hacer las cosas con el doble o el triple del esfuerzo para suplir esa especie de carencia, que hoy no la veo como tal. Esa crónica no me quedó tan mal, he escrito peores. Luego trabajé un año de "free lance".
Leila comparte que no ha dejado de escribir. Dedica el 10% de su tiempo físico al trabajo como editora, pero es el que menos le ocupa en su cabeza. Pero el destinado a la producción como redactora de crónicas para otros medios, es enorme.
Leila también es la editora de la revista Travesías y ha publicado en la revista EPS, de España, entre otras.
En la mañana realiza todo lo que tiene que ver con Travesías y con Gatopardo. En la tarde trabaja en el diario La Nación y los fines de semana reportea para sus crónicas. Trabaja en total unas 16 horas diarias. El resto del tiempo lo ocupa para atender a su esposo, quien es fotógrafo y le acompaña en este trabajo.
"No mentir ni aburrir, son las claves de este periodismo", dice Leila. También es una herramienta que tiene muchos géneros. Es una manera de trabajar los textos, que toma técnicas de la literatura y las aplica al periodismo.
Puede empezar por el final y terminar por el principio, o iniciar en cualquier lado. Pero en un diario sería imposible, porque el primer enemigo que tiene el periodismo narrativo es la prisa. Estas notas hay que dejarlas reposar.
El periodista del día a día tiene que buscar algún otro medio donde publicar una crónica, por lo menos una vez al año. Que le deje respirar el trabajo cotidiano para acostumbrar la mano.
"Cómo quieres que me ponga, como periodista o como modelo", pregunta Leila al fotógrafo, mientras busca un fondo del salón que haga juego con su figura, sumamente delgada, y que siempre viste de negro, porque considera este color serio y siempre combina con todo.
No hace dieta. Le gusta la carne, no muy cocida, y le gusta muchísimo el cine, a tal extremo que ha visto hasta seís películas en un solo día. La razón, porque escribe siempre con la imagen en la mente, y el cine es la palabra en movimiento.
"Es muy raro que ahora viva del periodismo, cuando lo que me gustaba de pequeña era solamente escribir. El periodismo no estaba dentro de mis carreras preferidas. Lo raro también es que no sabía de ninguna carrera que te hiciese escritor ni conocía a ningún escritor", dice.
Así fue el inicio de esta argentina hasta que terminó el bachillerato en Junín; donde Eva Duarte, quien después de su muerte fue inmortalizada como "La santa Evita", en una obra del escritor Tomás Eloy Martínez.
"Nada con nada, yo quería ser escritora, pero tenía que elegir una carrera en la universidad, entonces pensé en el Turismo. Esto me daría la oportunidad de conocer muchos lugares. Terminé esta licenciatura, pero paralelamente hice tres años de Letras", comparte Leila.
Cuando terminó la carrera de Turismo se desesperó porque no es de las personas que soporta ocho horas detrás de un mostrador, vendiendo pasajes. Las opciones eran pocas. O trabajar en algún "mall", en alguna agencia de viajes o volver a vivir en el campo con mis padres.. Entonces había escrito el "cuentito" "kilómetro cero", y lo llevó a un periódico que se llamaba Página 12, publicaba el suplemento literario "Verano 12".
Llevó ese texto a la redacción con la esperanza de que se publicara ese verano, pero la secretaria le dijo: "no señorita, ese suplemento ya está cerrado para todo el verano. Pero deje su carpeta a nombre del director".
"Cuatro días después, me despertó mi padre con la revista en las manos, yo había regresado, porque ya no podía vivir más de prestado en Buenos Aires". El cuento fue publicado en la contraportada, donde publicaban Juan Gelman y Martín Caparrós.
"Lo primero que hice fue llamar a la redacción. La secretaria me contesta : ¿quién sos vos? te anda buscando el director desde hace cuatro días y hasta ahora aparece". Lo que ocurrió fue que no dejó ningún dato en el sobre, salvo el cuento y su nombre Leila Guerreiro. A los días regresó a Buenos Aires para entrevistarse con el director Jorge Lanata, quien le preguntó qué quería ser, y ella le dijo que escritora. A los tres meses la llamó a Junín con estas palabras: "tengo un trabajo para vos".
El primer trabajo que le encargaron fue una crónica sobre el caos del transporte en Buenos Aires. "Yo no sabía nada del trabajo de periodista. Lo primero que hice fue comprarme una grabadora. No sabía lo que era una entrevista, lo que era un contacto de prensa. Salí a la calle con una especie de sentido común", señala.
"El salir a la calle y estar preguntando cosas me daba una vergüenza horrible. Yo preguntando cosas a la gente. Como soy obsesiva, traté de hacer las cosas con el doble o el triple del esfuerzo para suplir esa especie de carencia, que hoy no la veo como tal. Esa crónica no me quedó tan mal, he escrito peores. Luego trabajé un año de "free lance".
Leila comparte que no ha dejado de escribir. Dedica el 10% de su tiempo físico al trabajo como editora, pero es el que menos le ocupa en su cabeza. Pero el destinado a la producción como redactora de crónicas para otros medios, es enorme.
Leila también es la editora de la revista Travesías y ha publicado en la revista EPS, de España, entre otras.
En la mañana realiza todo lo que tiene que ver con Travesías y con Gatopardo. En la tarde trabaja en el diario La Nación y los fines de semana reportea para sus crónicas. Trabaja en total unas 16 horas diarias. El resto del tiempo lo ocupa para atender a su esposo, quien es fotógrafo y le acompaña en este trabajo.
"No mentir ni aburrir, son las claves de este periodismo", dice Leila. También es una herramienta que tiene muchos géneros. Es una manera de trabajar los textos, que toma técnicas de la literatura y las aplica al periodismo.
Puede empezar por el final y terminar por el principio, o iniciar en cualquier lado. Pero en un diario sería imposible, porque el primer enemigo que tiene el periodismo narrativo es la prisa. Estas notas hay que dejarlas reposar.
El periodista del día a día tiene que buscar algún otro medio donde publicar una crónica, por lo menos una vez al año. Que le deje respirar el trabajo cotidiano para acostumbrar la mano.
"Cómo quieres que me ponga, como periodista o como modelo", pregunta Leila al fotógrafo, mientras busca un fondo del salón que haga juego con su figura, sumamente delgada, y que siempre viste de negro, porque considera este color serio y siempre combina con todo.
No hace dieta. Le gusta la carne, no muy cocida, y le gusta muchísimo el cine, a tal extremo que ha visto hasta seís películas en un solo día. La razón, porque escribe siempre con la imagen en la mente, y el cine es la palabra en movimiento.
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