Entrevista. Solo tres veces levantó la vista del papel donde hacía trazos para concentrarse.
William Ospina es un misterio para sí mismo
‘La felicidad no consiste en conseguir cosas, a veces la felicidad consiste en desecharlas’, afirma.
W illiam Ospina ha aprendido de la vida que todos pueden enseñarnos algo, que ninguna circunstancia del mundo es inútil, que todo tiene un significado subyacente y que lo único que se necesita para enfrentar la realidad es sabiduría.
No es ejemplo del escritor disciplinado, que escribe con horario fijo.
“Soy ejemplo del escritor impulsivo y apasionado. Lo que me importa es la aventura del lenguaje. Si logro entusiasmar a uno lo suficiente, sirve para algo la literatura”.
Acaba de terminar una novela que presentó en su natal Colombia y ahora está dedicándose a leer.
Lee muchos libros a la vez: poesía, religión, historia... sobre geografía, sobre la naturaleza y le gusta releer algunas obras clásicas de la literatura universal.
Siempre está leyendo “La Odisea”, “La Divina Comedia”, obras de Shakespeare. Volver a leerlas es muy grato para él.
Opina que cuando se relee un libro es una nueva vivencia. Es descubrimiento. Ni el libro ni él, aunque lo parezcan, son los mismos. El tiempo pasa.
“Yo no soy de la clase de lectores que dice yo he leído este libro”, afirma, y expresa su convicción de que todavía tiene mucho que enseñarle un libro aunque lo haya leído varias veces.
Cuando le preguntamos dónde encaja la literatura, la poesía, en este mundo tan convulsionado y tan violento, expresa que “la literatura siempre se hizo para contrariar un poco la inercia de los tiempos”.
Sigue analizando que la humanidad es necia, es temeraria, es injusta, es... y la literatura a veces se esfuerza por contrariar todo eso. Por aportar esa serenidad, ese equilibrio, esa lucidez, esa claridad al mundo.
En su libro "Es tarde para el hombre ", él se refiere a lo que le parece que funcionan mal en esta época.
Considera que el principal error de la humanidad es haber perdido el sentido de lo sagrado. Por cuanto profanar, comprar y vender, convertir en basura, son acciones cotidianas.
“Es un fenómeno, el exceso de confianza de la humanidad en sí misma. Creemos mucho en nuestra importancia y lo divino nos parece secundario”, puntualiza.
“No, no me describo”, fue su respuesta a ¿Quién es William Ospina?
No le gusta hablar de sí mismo. Por estar escrutando el mundo, no se ha esforzado por conocerse. “Que me conozcan los demás”, dijo con esa sonrisa suya indescifrable.
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