dia-d
De eufonía y concordancias
Ariel Barría Alvarado - Publicado:
Leo el título de un reciente artículo sobre monedas: “¿Qué águila es el que lleva el Escudo Nacional panameño?” Con esta misma base gramatical se emplea a menudo, en los medios de comunicación o en el habla corriente, expresiones como: “El área está siendo cercado por la Policía Nacional…”, o bien: “El aula estaba contaminado con fibra de vidrio y guano…”Tal vez parezca que no hay problemas, pues, como decía un popular tema rock interpretado en los 60 por el grupo español “Los Bravos”: “Los chicos con las chicas tienen que estar, las chicas con los chicos han de vivir, y estando todos juntos deben cantar…” El problema con los ejemplos de marras es que sí hay un problema: la concordancia.Vayamos más despacio, diría un caracol a otro: lo que está mal es creer que, en este caso, el artículo está determinando el género del sustantivo, como sí ocurre en otras ocasiones: “la casa limpia”, “el vaso lleno”… La norma al respecto es clara: “El artículo femenino la toma obligatoriamente la forma el cuando se antepone a sustantivos femeninos que comienzan por /a/ tónica (gráficamente a- o ha-)”.Es decir, quien cambia es el artículo (la) y no es el sustantivo el que se somete a una operación de cambio de género.Al decir (o escribir): “El arma está cargada y es peligrosa”, el sustantivo “arma” sigue siendo un nombre femenino, a pesar del artículo macho-masculino que la escolta y, por consiguiente, todos los adjetivos que le impongamos han de ser femeninos.¿Cuál es la razón? Esta excepción se basa en la necesidad de mantener en el habla cierta eufonía (“Sonoridad agradable que resulta de la acertada combinación de los elementos acústicos de las palabras”).No se cumpliría tal eufonía si dijésemos: “La hacha que compré no tiene filo”; “La águila escapó”; “La ave vuela hasta la rama” (a medida que escribo esto, el programa Word de mi máquina se niega tercamente a dejarme escribir mal las frases y hace uso de todos los recursos del procesador para expresar: “El hacha”, “El águila”, “El ave”).Es por razón de la eufonía, entonces, que surge la regla ya citada, si bien a esta le corresponden ciertas excepciones; por ejemplo, ante el nombre de letras, el artículo mantiene la concordancia de género: “La hache después de la ce…”; “La a lleva tilde…”.En los ejemplos con los que comenzamos este artículo, la forma recomendada sería: “¿Qué águila es la que lleva…?”; “El área está siendo cercada…”; “El aula estaba contaminada…”.Algo más, este cambio se da sólo ante sustantivos femeninos, como explicamos en una columna anterior, y no ante adjetivos: “La antigua aula seguía ahí, como la recordó siempre”; “La altiva ave subió muy alto”; “La afilada hacha cercenó la cabeza de la reina”.Cierro el tema, pero antes de firmar la columna contesto al correo de una apreciada lectora, quien dice no estar de acuerdo con uno de los “Derechos imprescindibles del lector”, de Pennac (Red de palabras, 29 de agosto); en particular con el que dice: “Derecho a no leer”.Mi amiga, lo que pasa es que estos derechos son aplicables al lector, a quien en un momento dado, libro en mano, le acomete el deseo de no leer, y no se refiere a aquellos a quienes ni les pasa por la mente tal hábito.Es lo que ocurre cuando pasamos frente a esos letreros en la bahía de Panamá, que dicen “Prohibido pescar”; usted no se siente aludida, porque no pensaba tirar el anzuelo en ese punto; creo yo.Que la palabra te acompañe.