El beso de Judas
- Eliécer Navarro
“¡Oh, Judas!, con un beso entregas al Hijo del Hombre”. Con estas palabras, presentadas en el evangelio según San Lucas, Jesús recibe al apóstol traidor en las vísperas del viernes, día de su pasión. En un hecho inédito, Judas no señala ni recrimina a Jesús ante sus enemigos, utiliza una falsa señal, lo besa.
Marcos y Mateo, los evangelistas, también hacen alusión al beso de Judas, que fue la señal acordada con los enemigos del Maestro. Aunque San Juan no lo menciona, sí acusa a Judas de traición. Es muy claro que detrás del sacrificio de Jesús en la cruz por redimirnos, y su posterior resurrección que es quizás su mayor misterio, se levanta la figura de Judas, la que es analizada por sicólogos, escritores y teólogos por más de 2,000 años.
Judas planea entregar a Jesús al Sanedrín, una entidad religiosa y política que se vio desafiada por la nueva doctrina y para eso se separa de los apóstoles en Betania, en casa de Marta María y Lázaro.
Es precisamente allí donde Judas se escandaliza, pues una mujer derrama sobre el cuerpo de Jesús un costoso perfume con un valor a 300 denarios, diez veces más que la cantidad cobrada por la entrega del Justo.
Judas a lo largo de los cuatro evangelios es tildado de ladrón, codicioso y de sustraer de la bolsa común dinero para su provecho. Pero a través de los tiempos muchos han sido los que han tratado de excusar las faltas de Judas.
Afirman algunos que sin Él no hubiera habido pasión. Que fue un agente importante que ayudó a la misión de redención de Jesús. Otros dicen que obró de esa forma desengañado por la doctrina cristiana que ponía en un primer plano a los pobres y menesterosos y que declaró que su reino no era de este mundo.
Hay algunos que piensan que Judas empuja a Jesús hacia sus enemigos pensando que reaccionará con sus poderes sobrenaturales convocando a legiones de ángeles celestiales que lo liberarían y hasta podría expulsar a los romanos de Judea.
El traidor participa en la última cena, toma vino y mete su mano, junto a la del maestro, en la fuente del cordero pascual y del pan sin levadura. Imagínese usted cómo se sentiría Iscariote cuando se encuentra con que Jesús sabe que lo va a traicionar. Es por eso por lo que la figura del traidor es tan estudiada pues vivió un intenso drama contra el Hijo de Dios.
Los evangelios afirman que Judas sigue de cerca los acontecimientos del Viernes Santo. En primera fila observa los vejámenes y las humillaciones sufridas por Jesús. No aguantó el juicio, los azotes y la condena a muerte de Jesús por Pilatos, gobernador romano, regresa al palacio de los sacerdotes y devuelve las monedas de plata diciendo: “Yo he pecado, pues he vendido la sangre inocente”. A lo que contestan los fariseos: “A nosotros ¿qué nos importa? ”. (Mateo XXVII)
Judas, Judas, el traidor, el apóstol, seguirá siendo una figura muy discutida quizás porque escogió la forma más rara para traicionar, un beso.
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