El cante flamenco

El ministerio de Cultura español, por iniciativa de las comunidades autónomas de Andalucía, Extremadura y Murcia, presentó la candidatura del cante flamenco para que la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) lo considerara patrimonio de la Humanidad.

El pasado 16 de noviembre el Comité Intergubernamental del Patrimonio Inmaterial de la UNESCO, reunido en Nairobi, Kenia, aceptó tal solicitud junto con otras dos manifestaciones folclóricas españolas: Los castellets catalanes y el canto de la Sibila, que se canta en Navidad en Mallorca y en Alguer, una población de Cerdeña que conserva la lengua catalana.

El flamenco se expresa principalmente por medio del llamado cante jondo(no canto hondo, sino cante jondo), la música, principalmente de guitarra, y el baile.

Es la manifestación cultural más representativa de Andalucía, pero también se practica en Extremadura, Murcia, la población minera de Almadén del Azogue en La Mancha, entre los gitanos de Barcelona, en Madrid y otras localidades de España.

Famosos cultivadores del arte flamenco (Cantaores, bailaores, tonadilleras, guitarristas…) también los ha habido de Murcia, Badajoz, Salamanca, Valencia, Barcelona y otras provincias españolas no andaluzas.

De todo el rico y diverso folclor español el flamenco es el más original, el menos europeo, y quizás por eso ha llamado siempre más la atención fuera de las fronteras españolas.

Si a cualquier extranjero se le pregunta qué cantan o bailan los españoles, no le dirá que la jota, la sardana, la muiñeira o las folías; le dirá que el flamenco.

El cante flamenco es una de las expresiones folclóricas más individualistas del mundo.

Aquí no hay rondallas, orfeones ni cosa parecida.

Aquí no se canta en grupos ni se baila en cuadrillas.

Las sevillanasse bailan por parejas y otros palos del flamenco como los fandangos de Huelva, las buleríaso los tangos flamencosson bailables, pero individualmente, con movimientos enérgicos, con vigorosos taconeos, repiques de castañuelas y acompañamiento de palmas.

Pero el verdadero cante jondo, los llamados cantes grandes o matrices, como la caña, el polo, las soleares o las seguiriyasse cantan en solitario; el cantaóse arranca pedazos del alma en un quejíotrágico, se rebela contra su destino en unos versos breves, concisos, metafóricos, explícitos.

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Canta llorando o llora cantando, sin más consuelo que las notas plañideras de una guitarra y, a veces como enlos martinetes, la debla o las saetas, ni siquiera con eso, a palo seco.

Hasta tal punto el cante flamenco es individual, que cada cantaócrea su propia escuela y así se oye decir que Fulano “canta por Mengano”.

Mucho se ha dicho y se ha escrito sobre el origen del flamenco.

De esta palabra se han inventado varias etimologías, algunas de ellas totalmente inverosímiles.

Unos la relacionan con el ave llamada flamenco, por la comparación de la supuesta elegancia del animal con la de los humanos que practican este arte.

Otros les buscan parecido a los flamencos andaluces con los naturales de Flandes, territorio europeo que fue durante varios siglos posesión española.

Ni los desgarbados pajarracos que se alimentan en los pantanos ni los rubicundos holandeses o belgas se parecen para nada a los andaluces que cantan flamenco.

El flamenco, como ha sucedido a lo largo de la Historia con otras manifestaciones populares, permaneció ignorado por la sociedad “culta” durante siglos.

Recordemos que la mala fama de los tangos rioplatenses impidieron durante largos años su ingreso a los salones “decentes” argentinos y las canciones y los bailes traídos a América por los esclavos africanos fueron también por mucho tiempo tachados de indecentes y prohibidos por la elite “civilizada” de nuestros países.

Este desprecio por cosas propias de gente bajahizo que hasta el siglo XIX el flamenco fuera ignorado por quienes escribían libros, razón por la cual en la actualidad se nos dificulta el estudio de su historia.

Sin embargo es imposible que una cosa tan arraigada en la idiosincrasia del pueblo andaluz haya surgido de repente en una época tan reciente.

El Diccionario de la Real Academia le da a la palabra flamenco el siguiente significado: “Se dice de ciertas manifestaciones socioculturales asociadas generalmente al pueblo gitano, con especial arraigo en Andalucía”.

Esto demuestra que hasta la “docta casa” rectora de nuestro idioma relaciona a los gitanos con el flamenco.

Sin embargo es casi tan descabellado creer que el flamenco es privativo de los gitanos como creer que la palabra flamenco viene de unas aves o de unos europeos del Norte.

La única explicación creíble que le podemos atribuir a las raíces del cante flamenco hay que buscarla en la superposición de las canciones que los árabes trajeron de Oriente durante los casi ocho siglos de su dominación, sobre el sustrato musical que encontraron en la Península.

Era lo que cantaban los campesinos que hablaban árabe y lo que siguieron cantando los moriscos hasta su expulsión en 1609.

Campesino en árabe se dice fela y de esta palabra más algún otro componente incierto viene el término flamenco.

Existe el error, muy extendido en el extranjero y aun dentro de España, como se puede ver por la definición del Diccionario, de considerar al flamenco como algo propio de los gitanos.

Si fuera así se oiría cantar flamenco también en Rusia, Hungría, Rumania y otros países donde existen comunidades gitanas numerosas.

Sin embargo la música folclórica que se les atribuye a los gitanos centroeuropeos no tiene nada que ver con el flamenco.

España expulsó a los judíos y a los moriscos por razones religiosas y geopolíticas.

Sabido es que los judíos ayudaron a los musulmanes a conquistar la Hispania visigoda abriéndoles en muchos casos las puertas de las ciudades y era lógico que los moriscos estuvieran deseando que sus correligionarios volvieran a cruzar el estrecho de Gibraltar y así recuperar ellos el control de la tierra que habitaban.

Después de llegar los gitanos a Andalucía en el siglo XV estuvieron más de cien años conviviendo con los moriscos y adoptando sus canciones, porque compartían con ellos marginalidad y discriminación por parte de los castellanos o payos.

Los gitanos nunca fueron expulsados porque no profesaban religiones peligrosas, como los judíos o los musulmanes, ni tenían vínculos con los enemigos de la España cristiana.

También los sefarditas, el otro pueblo denostado por la Iglesia española, debió dejar su huella en el cante flamenco.

Todavía hoy se le atribuye origen judío a un palo del cante flamenco llamado peteneras.

Estas circunstancias y la tendencia natural de los gitanos a ganarse la vida por medio de la farándula, la música y otras actividades de más habilidad que esfuerzo físico hicieron que fueran ellos quienes divulgaron las expresiones líricas que habían cultivado en privado los últimos musulmanes españoles, de tal modo que llegaron a identificarse, no sólo con los que cantan flamenco, sino con todos los andaluces a pesar de haber llegado apenas en el siglo XV (ayer, como quien dice) a una comunidad tan vieja como Andalucía, que posee la ciudad más antigua de la Europa Occidental (Cádiz) y que fue sede del reino de Tartesos, conocido por la Historia desde casi mil años antes de la Era Cristiana.

Andalucía es la comunidad española que más invasiones ha recibido y una de las más mestizas del Mundo.

Por allí pasaron tartesios, fenicios, griegos, cartagineses, romanos, judíos, vándalos, suevos, alanos, godos, árabes, bereberes, bizantinos, gitanos… El cante flamenco no se puede atribuir exclusivamente a ninguno de estos pueblos.

En Andalucía no se produce, como en otras partes, una sucesión de culturas, sino una integración.

Los andaluces en vez de pelear con los invasores los integraron y Andalucía, en vez de ser dominada por los invasores, se los traga.

La extraordinaria fuerza integradora de Andalucía hace que todos se olviden de sus orígenes y se vuelvan andaluces en poco tiempo.

El flamenco es algo tan andaluz que se supone que para sentirlo y expresarlo hay que mamarlo y, sin embargo, los gitanos, que son unos recién llegados, lo adoptaron como propio.

Silverio Franconetti, hijo y nieto de italianos, fue uno de los más grandes cantaores flamencos, tan grande o más que Antonio Chacón, Antonio Mairena o Camarón de la Isla.

Quiero compartir con ustedes un par de sonetos que escribí tratando de describir poéticamente las facetas más significativas de este espejo del alma andaluza, merecedor de un título tan honroso como PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD.

El Duende abrió de un navajazo fiero que sube del ombligo a la garganta las mártires entrañas del que canta llorando.

Por el filo del acero fluye el cante, que es inri mensajerode la cruz en que el cantaó aguanta su sino y, tras sufrir dolor que espanta, la Gracia lo desclava del madero.

Patrimonio de cien pueblos dispares que en el Sur de la hispana geografía compartieron sentires y pesares por siglos.

Arte, fe y filosofía que se aprende viviendo en los hogares de los más pobres de la tierra mía.

Fandangos que escuché a mi madre en días de infancia.

Soleares que la pena de regar con sudor la tierra ajena arrancaba a mi padre, bulerías,seguiriyas, tarantas o alegrías que, como quien arrastra una cadena, cada tarde, acabada la faena, venían cantando por las serraníaslos jornaleros de mi pueblo.

Cantes íntimos, expresión de sentimientos personales, sin fama, sin brillantes contratos, sin aplausos, sin inventos modernos y sin mezclas degradantes.

Eso es flamenco y lo demás son cuentos.