“Espero que la gente se acuerde de mí”
- Redacción /
Pasadas las seis de la tarde, un grupo de amigos tomaba un aperitivo mientras esperaba que se le sumara otro invitado para asistir a una cena en el Club Unión. Pero una llamada inesperada cambió sus planes y dio un vuelco sin precedentes a la historia de Panamá.
El telefonazo irrumpió en medio del sosiego imperante en la residencia y mediante el mismo se solicitaba la presencia en la Cancillería- de uno de los concurrentes-, a la mayor brevedad posible. Parte de la ciudad estaba literalmente incendiada, había muertos y caídos, todos del lado panameño. De eso hace 47 años.
El protagonista de este episodio es el abogado Eloy Benedetti (Panamá, 1918-2000), cuyo papel trascendental en ese momento estelar de la historia nacional no ha sido justipreciado, se lamenta su viuda, Olga de Benedetti, quien se decide a contar este episodio con la esperanza de que más gente se entere de que detrás del manifiesto mediante el cual Panamá rompió relaciones diplomáticas con Estados Unidos, estuvo el genio, el valor patriótico, los conocimientos jurídicos y la pluma de su marido.
El llamado.
Olga de Benedetti y su esposo, Eloy, se encontraban en la residencia de Rodrigo Arosemena (hijo del ex presidente Alcibíades Arosemena) y su esposa esperando la llegada de Ricardo J. Bermúdez para ir al Club Unión, donde habían planeado cenar. De repente, un miembro del Frente Patriótico, al cual había pertenecido su esposo, los localizó y solicitó la presencia de Eloy Benedetti en la Cancillería donde, para entonces, fungía como asesor jurídico.
En Calle 43 Bella Vista, justo frente a la Escuela Gastón Faraudo P., donde estaba la casa de los Arosemena, reinaba la paz. No se escuchaban las balas ni, muchos menos, se veía el humo y los destrozos que había dejado como saldo visible la masacre que tuvo como escenario “la 4 de Julio”, hoy Avenida de los Mártires.
Sin saber a ciencia cierta para qué lo requerían, don Eloy llevó a esposa de vuelta a su residencia en Las Cumbres.
En un artículo publicado en enero de 1997, Benedetti explicó que “el 9 de enero, desempeñaba el cargo de Asesor Jurídico del Ministerio y además la Secretaría del Consejo de Relaciones Exteriores”. En otra parte añade: “Sin tener conocimiento de lo que ocurría en la Zona del Canal la tarde del 9 de enero, me retiré a mi residencia en Las Cumbres y al llegar recibí una llamada para que fuera a la Presidencia. Partí de regreso a la ciudad y al llegar al sector de Calidonia, escuché los disparos que provenían del área del Palacio Legislativo...
Encontré el palacio presidencial iluminado y colmado de personas de todas las capas sociales. Ministros de Estado, altos funcionarios, amigos políticos y personales del Presidente, incluyendo a miembros de los partidos de oposición, deseosos de manifestarle su apoyo al Gobierno y de enterarse de los acontecimientos que se desarrollaban en los límites de la Zona del Canal.
Serían las 8 p.m. cuando localicé al ministro Galileo Solís, mi superior jerárquico, quien me informó lo que hasta ese instante se sabía de la romería de los institutores; que habían llegado al asta de la bandera frente a la Escuela Superior de Balboa, donde se inició una refriega y fueron agredidos y rechazados por la policía y los zoneítas, quienes habían dado muerte y herido a varios panameños”.
La decisión.
El ministro Galileo Solís expresó al recién llegado que el Gobierno tenía que hacer un “fuerte pronunciamiento sobre estos sucesos”.
Con esas instrucciones y teniendo algo de información relevante sobre los hechos y sus consecuencias, el abogado, que por años había servido en diferentes posiciones dentro de la Cancillería, se apartó del bullicio que imperaba en la casa presidencial y solo, en un cuarto aislado, comenzó a considerar aspectos históricos, regionales, políticos y económicos que había que sopesar antes de tomar cualquier decisión.
Poco tiempo después, recibió más información de parte del canciller Solís, quien ante las informaciones que seguían llegando del área de la refriega, le “recalcó que el Gobierno no podía de ninguna manera tolerar pasivamente la forma como habían dado muerte y herido de bala a tantos panameños”. El presidente Roberto F. Chiari pensaba igual.
Finalmente, Eloy Benedetti terminó el documento que fue revisado por el ministro Solís y por el propio presidente Chiari, quien no le hizo ningún cambio. Una vez se sometió a la consideración del Consejo de Gabinete y del Consejo de Relaciones Exteriores se hizo público la emblemática declaración mediante la cual el Gobierno de Panamá le manifiesta al Secretario de Estado de EE.UU. que “considera rotas las relaciones diplomáticas con su ilustrado Gobierno...”.
La declaración llevó la firma, como debió ser, del canciller Galileo Solís y fue enviada por teletipo al Secretario de Estado el 10 de enero. Al día siguiente, a las tres de la tarde, según documentos consultados, correspondió al abogado Eloy Benedetti -quien para entonces tenía 46 años-, entregar personalmente el original de la declaración a Wallace Stuart, encargado de Negocios de la Embajada de EE.UU. en Panamá.
Primeros contactos.
Doña Olga de Benedetti recuerda haber sentido al padre de sus hijos exaltado, nervioso y herido (moralmente) por los acontecimientos del 9 de Enero, pero también dice que lo vio orgulloso por la decisión que se había tomado.
A pesar de que se había comunicado con ella varias veces durante esa noche y la madrugada del 10 para informarle sobre las novedades del hecho, no fue sino hasta el mediodía que volvió a verlo.
“En una de sus llamadas me dijo que Panamá iba a romper relaciones diplomáticas con Estados Unidos y que de eso tenían que acordarse todos sus hijos. Siempre decía eso. De su puño y letra escribió la carta de la ruptura y se enorgullecía en decir que siendo tan chicos fuimos el primer país en romper relaciones con una potencia tan grande”, recuerda doña Olga, quien califica a su compañero como un “tremendo patriota”.
Escuchar la voz de su esposo, cada cierto tiempo, la reconfortaba porque al haber recibido su primera llamada en la que le informaba que “había un tiroteo y que los “gringos” estaban matando a panameños en la 4 de Julio”, pensó que iba a “estar metido”, porque sus sentimientos nacionalistas lo convertían, a veces, en una persona temeraria.
Sin quererlo, Olga de Benedetti fue una de las panameñas que tuvo la primicia sobre esta decisión histórica y recuerda que una vez se aprobó la declaración, su marido “estaba eufórico, contento”. El también militante del Frente Patriótico decía que había llegado la hora de poner a los “gringos” en su lugar.
Saldo y deuda.
A raíz de la determinación de romper las relaciones y de las denuncias presentadas por Panamá en diferentes foros, incluyendo la Comisión Interamericana de la Paz y el Consejo de Organización de la Organización de Estados Americanos, se logró sentar las bases para llegar a un acuerdo que obligó a Estados Unidos a revisar el tratado de 1903 y a realizar un nuevo pacto entre ambas naciones, el cual se concretó 13 años después (1977) con la firma de los Tratados Torrijos-Carter.
Eloy Benedetti también participó en esos trámites, cuando por aproximadamente un año fungió como ministro negociador en Washington.
Apoyó el voto favorable a la aprobación de los tratados Torrijos-Carter y vivió para ver la reversión del Canal a Panamá en 1999, aunque sin el vigor físico de antes, pero con la intensidad propia de quien “escribió” uno de los capítulos más importantes de esta epopeya.
Sin embargo, murió “con la tristeza de que nadie nunca le dio el sitial que se ganó”, asegura su compañera de toda la vida.
“Era un hombre superinteligente, tremendamente patriota; era un tipazo. Me sentía honrada de ser su esposa”, relata.
“Siempre decía: ‘Espero que la gente se acuerde de mí y aunque sea a una calle le pongan mi nombre”, reafirma doña Olga, quien no disimula su desilusión ante el hecho de que no se hayan dado “ninguna de las dos cosas”.
Por el momento, debe conformarse con una mención que hizo de su esposo la ex presidenta Mireya Moscoso Rodríguez en el discurso pronunciado durante la ceremonia de reversión del Canal y con un ejemplar de Panamá América, alusivo a dicho acontecimiento, que la presidenta envió a su esposo, en cual se lee : “Mi respeto y admiración al licenciado Eloy Benedetti”.
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