Irreverente Estela Canto
Cantus Interruptus Lo que escribe o lo que se escribe sobre ella, revela una mujer que dice lo que piensa sin importarle quien escucha.
Irreverente Estela Canto
«No podemos casarnos si antes no nos acostamos», así respondió Estela Canto la propuesta de matrimonio que Jorge Luis Borges le hizo en un parque de Buenos Aires. Respuesta lacónica y con olor a revancha. «Cuando Adolfito [Adolfo Bioy Casares] nos presentó, me tendió la mano con aire desatento e inmediatamente dirigió sus grandes ojos celestes en otra dirección. Era casi descortés. E inesperado. En aquellos días yo daba por supuesto que los hombres tenían que impresionarse conmigo». No se sabe si hubo coito —parece que no—, pero se sabe que no hubo nupcias. En 'Borges a contraluz' escribe Estela Canto, «Me gustaba lo que yo era para él, lo que él veía en mí. Sexualmente me era indiferente..., ni siquiera me desagradaba». En el ocaso de la amistad, esa indiferencia, su juventud —veinte años menor que Borges— y el afán aventurero y liberal de Estela Canto, le sacarían palabras desesperadas al escritor: «Te debo las mejores y quizá las peores horas de mi vida y eso es un vínculo que no puede romperse».
Lo que escribe o lo que se escribe sobre Estela Canto, revela una mujer que dice lo que piensa sin importarle quien escucha. Arraigada a sus vivencias, resiente la deslealtad de las amistades de la época en que conoció a Borges. Victoria Ocampo, «cuando hablaba con ella jamás tuve la sensación de hacerlo con un ser humano»; y con más dolor Silvina Ocampo que aparentó ser su amiga. Ironiza el talento para las artes plásticas de la hermana de Borges. Cuando Norah la dibuja comenta: «No se me parecía, pero era un bonito dibujo, hecho con imaginación, una imaginación que volaba en direcciones que no me eran afines». En una entrevista con María Asunción Mateo —esposa de Rafael Alberti—, arremete contra el feminismo de Beauvoir: «Ella, que se supone que era una mujer tan libre, tan liberada, y jamás he visto una mujer más atada a un hombre». Dijo lo que quiso, con insolencia y provocación, «su conversación era un atrayente peligro», dice Asunción Mateo.
«Escribes para que la gente te quiera, te conozca, para bien o para mal». Sin embargo, la literatura de Estela Canto se conoce poco. 'Borges a contraluz' es su libro más leído, aunque para ella no es el mejor. Su traducción de 'En busca del tiempo perdido' de Marcel Proust, despierta elogios. Estela Canto se dejó morir de inanición, solo se permitió el whisky para mitigar el invierno austral que ella misma dejaba entrar por las ventanas de su habitación y recibía semidesnuda. Una imagen claudicante para una mujer que vivió lo que creía.