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Los últimos hispanohablantes

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Manila (EFE) / EFEEl castellano tiene su reducto en una residencia de la tercera edad de Manila en la que transcurren los días de algunos de los últimos hispanohablantes nativos de la antigua colonia española de Filipinas.

Enrique Mari, de 83 años, describe en un perfecto castellano trufado de filipinismos la Manila anterior a los bombardeos de la II Guerra Mundial, cuando el español estaba extendido entre las clases más ilustradas y lo entendían en cualquier comercio.

"El idioma en el que más cómodo me siento hablando es el español porque es el que hablaba en mi casa.

Mi padre era de Santander y mi madre nacida en Filipinas, pero de padre catalán.

La gente en la calle entendía español, pero respondía en tagalo.

Las criadas que teníamos de niños, todas hablaban español, igual que los choferes.

Después ya se perdió", rememora.

Hace casi siete años que ingresó en la Residencia de Santa María Josefa, gestionada por las hermanas Siervas de Jesús y financiada en parte por la Sociedad Española de Beneficencia, una institución privada fundada en 1948 para asistir a españoles sin recursos en Filipinas.

La Beneficencia, con una subvención anual del Gobierno español, corre con los gastos de la asistencia a diez ancianos que tienen la nacionalidad española o cuyos padres fueron ciudadanos españoles.

Enrique Mari, conocido desde niño por el apodo de "Pocholo", toma un café en el balcón mientras varios compañeros pasan la tarde sentados delante de la televisión o jugando interminables partidas de dominó y otros juegos de mesa.

"Yo tengo mis amigos fuera de aquí y camino todos los días dos horas.

A veces salgo incluso a algunas fiestas.

Pero aquí no hablo mucho con la gente, algunos hablan español también, pero están un poco idos", se lamenta.

Uno de sus recuerdos más nítidos es el de la cruenta batalla de Manila entre las fuerzas de Estados Unidos y las de Japón durante la Segunda Guerra Mundial.

"En los bombardeos mataron a mi padre.

Recuerdo que estábamos cenando a las seis de la tarde y de repente la casa comenzó a arder, la estaban quemando los japoneses.

Salimos corriendo mientras nos disparaban con ametralladoras.

Luego los americanos lo arrasaron todo con las bombas.

Yo tenía 15 años, uno nunca se olvida de estas cosas", rememora.

"Pocholo" respalda la versión de algunos historiadores de que fue la guerra la causa de la desaparición casi definitiva del español en Manila.

"Quedan familias que hablan español todavía, pero en la batalla de Manila murieron 100,000 civiles de 600,000 habitantes.

Y además de los que murieron, otros muchos españoles se fueron después a España u otros países porque Manila quedó en ruinas.

Ahora quedamos muy pocos ya", recuerda.

El anciano tiene doble nacionalidad, la española y filipina, e insiste en que el español es la lengua en la que mejor se maneja al hablar, aunque precisa que para escribir y leer prefiere el inglés, que aprendió en el colegio.

Pero insiste en que se considera "más filipino que español" y apunta que solo ha estado en España dos veces, para visitar a sus tíos y primos, de quienes hace tiempo que no sabe nada.

A su lado, Celia Blanco, la más veterana, se queja, a sus 92 años, de que en los últimos tiempos han disminuido las actividades sociales que se hacen en la residencia.

"Ya no hay bailes ni conciertos como antes", dice en un castellano atropellado.

Su memoria se ha enturbiado en los últimos años a causa de la edad, pero no se le olvidan algunas canciones en la lengua de sus padres, que entona con alegría en cuanto tiene ocasión.

Hace casi cuatro décadas que Blanco ingresó en la residencia, cuando estaba administrada directamente por la Sociedad de Beneficencia y se llamaba Hogar de San Joaquín.

En 2002, la congregación de las Siervas de Jesús compró el terreno a la Beneficencia y levantó un nuevo edificio en el que hoy reciben asistencia 27 ancianos, diez de ellos de ascendencia española.

La Sociedad Española de Beneficencia fue fundada en 1948 y es heredera del Fondo de la Beneficencia Española, creado en 1913 para ayudar a ciudadanos españoles que pasaran por dificultades después de que España cediera Filipinas a Estados Unidos en 1898.

Historia.

Menos del 1% de los 94 millones de filipinos tienen el español como lengua materna.

En 1521, la llegada de Fernando de Magallanes marcó el comienzo de la influencia y posterior dominio español.

Manila se convirtió en un centro económico del Imperio español en Asia y puerto desde donde partía anualmente el galeón de Manila con dirección a Nueva España.

Aunque los españoles colonizaron Filipinas durante 350 años hasta la independencia del país en 1898, el castellano nunca fue utilizado por la mayoría de los habitantes en estas islas del Pacífico Sur.

Al independizarse Filipinas de España, se estableció la Primera República Filipina, pero España cedió el dominio de las islas con la firma del Tratado de París, 1898, por $20 millones.

El no reconocimiento de Estados Unidos de la Primera República Filipina provocó el estallido de la guerra filipino-estadounidense, en la que EE.

UU.

logra el control y empieza extender el uso de su idioma, el que en la actualidad no es del dominio público en las islas.

Pero en Filipinas se estudió el español como asignatura obligatoria hasta 1987, cuando el gobierno de Corazón Aquino lo eliminó del sistema educativo y estableció el tagalo y el inglés como idiomas oficiales.

Muchas palabras españolas se quedaron en las islas.

El tagalo contiene 4,000 palabras en español como "derecho" como indicación, "longaniza", "silla", "mesa", "carpintero", "querida" o "seguro", que en idioma filipino significa "quizá".

También existen muchas derivaciones como "¿kumusta?" que proviene de "¿cómo estás?", reporta la enciclopedia Wikipedia.

En las islas filipinas, además de tagalo, se hablan 130 idiomas, que también recibieron muchos términos prestados del español, reporta Reino Desiam, Cuaderno de bitácoras sobre eventos en el sudeste asiático.

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