Aullido de loba
Qué vida ésta para que no se termine
El veintiuno de diciembre está a la vuelta de la esquina, en realidad cuando ustedes estén leyendo esta columna quedará menos de un mes para el fatídico
El veintiuno de diciembre está a la vuelta de la esquina, en realidad cuando ustedes estén leyendo esta columna quedará menos de un mes para el fatídico día. Las cosas son como siempre han sido, los policías desdirigen el tráfico, los camareros te ignoran completamente, los tarados siguen parando en medio de los cruces por apurar un segundo de semáforo, los corruptos siguen coimeando y los de a pie vivimos como si hubiera un mañana. Los mayas decretaron que este año esto se iba al carajo, y ellos eran unos señores muy serios, así que eso debe ser verdad. La tontería es altamente contagiosa y hay muchos que en estos días nos repiten que la cosa anda en las últimas. Para todo hay audiencia.
Pero el que haya tipos que se pongan delante de un micrófono en una emisora y se tiren a largar estupideces acerca de asuntos mucho más serios, me pone los pelos como escarpias. Hay situaciones muy complicadas de las que no se debería hablar si no sabes qué decir. Aquí hay muchos doctores en todología, a los cuales igual los llaman por un roto que les preguntan por un descosido, lo mismo te hablan de la forma correcta de poner la bandera, que te explican la Edad Media en la baja Sajonia, o el conflicto palestino-israelí. Y las cosas que llegan a decir son para que la mandíbula se te desencaje del asombro. La irresponsabilidad es absoluta por donde lo mires, por parte de ellos por atreverse a hablar de lo que no saben, y por parte de los periodistas por osar ponerles delante un micrófono para que desinformen a gusto.
En este país hay gente muy valiosa, perfectamente preparada e instruida, que son expertos en sus respectivos campos, a los cuales nunca he visto en programas de debate, quizás porque no dan tanto juego como aquellos que, si no saben, inventan.
Esto no sería tan serio si muchas veces no estuvieran involucradas cosas más importantes que un dato pendejo, por ejemplo, en situaciones como la que se vive actualmente en Oriente Medio, la información debería ser tratada con un exquisito cuidado, y la ética periodística no tendría que permitir que hablasen a tontas y a locas personas que, más que esclarecer la situación para aquellos que no tienen porqué ser expertos en el tema, lo que hacen es liar una madeja ya de por sí enredada. Y no estoy hablando de opinar, ojo, que aquí hay que discernir entre una cosa y otra. Opinar es emitir un parecer personal sobre algún tema, y opiniones hay para todos los gustos. Cada uno puede opinar de lo que quiera y todo el mundo es libre de hacerlo y de concordar o no con la opinión ajena. Hablar como experto en un tema es dar datos concretos, expresar juicios respaldados por hechos y tener un bagaje de conocimientos adquiridos con estudio y dedicación. Un experto no se hace leyendo por encima un par de editoriales o viendo un reportaje por algún canal de cable. Perdónenme si me retuerzo cuando ellos y ellas hablan, tan seriecitos, contándonos lo que va a pasar en la franja de Gaza, y en Cisjordania y las reacciones que ellos están seguros de que tendrá Hamás, pero suenan demasiado parecidos a los voceros de los mayas. Soltando sus predicciones que la mayoría de las veces no son más que conjeturas y frases rimbombantes que no aportan nada y que desinforman mucho. Aunque pensándolo bien, el mundo se acaba en un mes escaso, así que ¿para qué me estreso?
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