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Esta es la única forma de acabar con el pánico financiero causado por el coronavirus

Es verdad que, si odiabas el sistema económico antes de la crisis de la COVID-19 —desigualdad, remuneración a los ejecutivos y cosas por el estilo—, esta propuesta no lo va a cambiar.

Andrew Ross Sorkin - Actualizado:

En una crisis, es importante generar confianza, y el tiempo es el enemigo..Imagen/Creado por stories

La ciencia tardará en resolver la crisis de la COVID-19. La crisis económica puede resolverse en este momento.

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Aunque el presidente Trump ha propuesto enviar cheques de mil dólares a todos los estadounidenses e industrias como las aerolíneas están haciendo fila para obtener rescates, hay una mejor manera de frenar el pánico.

Narré la crisis financiera de 2008 y la semana pasada estuve pegado al teléfono, una llamada tras la otra, con muchos de los expertos que crearon ese rescate y los programas que entraron en vigor después del 11 de septiembre, Katrina, el derrame de petróleo de BP y otras crisis. Bien, he aquí una disquisición teórica que podría evitar lo que rápidamente se está pareciendo cada vez más a la siguiente Gran Recesión o incluso, me atrevo a mencionarlo, depresión.

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La solución: El gobierno podría ofrecer un “préstamo puente” sin intereses, garantizado durante el tiempo que dure la crisis y pagadero en un periodo de cinco años, a todos los negocios estadounidenses grandes y pequeños, y a todos los trabajadores autónomos o que trabajan por proyecto. La única condición del préstamo para las empresas sería que sigan empleando al menos al 90 por ciento de su fuerza laboral con los mismos salarios de antes de la crisis. Además, sería retroactivo, para que cualquier trabajador que haya sido despedido en las dos semanas pasadas a causa de la crisis sea reincorporado.

Este programa aseguraría que casi todo el mundo conservara su trabajo y mantendría en marcha a las empresas, desde las aerolíneas hasta los restaurantes, sin tener que elegir ganadores y perdedores.

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Durante estos tiempos tumultuosos, crearía una sensación inmediata de alivio y confianza en que, en cuanto se contenga el flagelo del coronavirus, la vida volverá a una especie de normalidad. También serviría para incentivar a las personas a quedarse en casa y practicar el distanciamiento social —la única manera de detener el avance de esta enfermedad— sin sentir que se arriesgan a perder sus trabajos.

¿El costo? Será muy alto. Un cálculo a la ligera sugiere que, si la crisis durara tres meses, se destinarían muchos billones de dólares a los préstamos —sí, billones con “b”—, posiblemente hasta diez billones de dólares. Esta cantidad es la mitad del producto interno bruto de Estados Unidos. Y, si suponemos que un veinte por ciento nunca se va a pagar, podría costarles cientos de miles de millones de dólares, si no es que varios billones, a los contribuyentes. Lo entiendo. Sin embargo, con las tasas de interés casi en cero, no hay mejor momento para endeudarse, con la fortaleza fundamental de la economía estadounidense como respaldo, gastar el dinero y evitar años de un perjuicio económico que a la postre sería muchísimo más costoso.

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Las alternativas que se han propuesto podrían ser peores porque el tamaño de los rescates podría ser insuficiente y llegar demasiado tarde y porque la política de los rescates a industrias y negocios específicos crearía una montaña de furia y desconfianza.

A final de cuentas, el plan que sugiero aquí es el equivalente a una ley de pleno empleo para el país durante la crisis.

Algunos políticos han argüido que los rescates solo deberían dirigirse a los individuos y las familias, en vez de a las empresas. Después de todo, no queremos una repetición del 2008, cuando tantas personas en el país sintieron que los rescates beneficiaron a los bancos de Wall Street, pero no a los negocios de los ciudadanos comunes.

Sin embargo, la verdad es que enviar cheques a cada persona no resuelve el problema: la gente quiere un sueldo y una sensación de confianza en que, cuando se sosiegue la crisis, todavía tendrá su empleo. Además, el envío de un cheque —o incluso de una serie de cheques— no reiniciará la economía cuando se contenga la crisis porque muchas empresas se verán forzadas a declararse en bancarrota sin préstamos inmediatos.

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Lo que propongo aquí, un plan de choque, evita esto.

El mayor desafío sería ejecutarlo.

¿Quién daría los préstamos? El gobierno no tiene la experiencia ni el personal para convertir el plan en realidad.

La manera más fácil de hacerlo sería que los bancos, los cuales ya tienen una relación con las empresas y los individuos, administraran el programa, con la garantía del gobierno. La banca tal vez no sea la industria más popular, pero podría cumplir la labor con rapidez. A decir verdad, los bancos deberían proponerse como voluntarios para administrar el plan de forma gratuita en agradecimiento al país por los rescates de 2008. Además, si la economía se desploma, también lo harán ellos.

Los individuos con trabajos independientes, entre ellos los contratistas, los trabajadores por proyecto y otros, recibirían préstamos sin intereses con base en sus ingresos demostrables de los últimos doce meses. Las empresas tendrían prohibido usar los préstamos para “refinanciar” préstamos anteriores o usar el dinero para recomprar acciones, pero, aparte de eso, debería haber pocas restricciones para que los individuos y las empresas no se rehúsen a aceptar el dinero.

En una crisis, es importante generar confianza, y el tiempo es el enemigo. Tan solo al ritmo de la desaceleración económica que está sufriendo la industria de los viajes, el desempleo llegaría a un seis por ciento en este momento, y el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, está advirtiendo que el desempleo podría llegar hasta un veinte por ciento, niveles de la época de la Gran Depresión.

¿Habrá fraudes y abuso sobre la marcha? Seguramente. ¿Es aceptable? Por supuesto que la respuesta es no, pero dada la escala de esta crisis, eso podría ser solo una parte del precio a pagar.

Es verdad que, si odiabas el sistema económico antes de la crisis de la COVID-19 —desigualdad, remuneración a los ejecutivos y cosas por el estilo—, esta propuesta no lo va a cambiar. Si crees que la industria de las aerolíneas es terrible y merece declararse en quiebra, este plan tampoco hará que eso suceda. Si sientes que otra vez estamos privatizando las ganancias y socializando las pérdidas, no estarías equivocado.

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A decir verdad, el único objetivo del plan es regresar la economía al estado en que estaba antes de la crisis con los menores cambios e interrupciones posibles.

No obstante, una vez que hagamos eso y la economía se haya reestablecido, debemos tener una conversación muy seria (casi grave) en el país con nuestros líderes políticos y empresariales sobre la responsabilidad financiera y nuestras políticas. Durante los últimos veinte años, hemos ido dando tumbos de rescates a guerras a paquetes de rescate y a rescates de nuevo, y nunca llenamos las arcas durante los tiempos de bonanza para pagar alguno de los escenarios anteriores.

En algún momento, nuestra deuda se convertirá en una crisis a la que no podremos poner fin con más dinero.

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