UN EJEMPLO DE TRABAJADOR DEL CONOCIMIENTO QUE APORTÓ SU TALENTO EN LA LUCHA POR LA SOBERANÍA
[VIDEO] Adolfo Ahumada y la ‘aristocracia del talento’
Actualizado 2017/06/14 14:53:12
- Edwin González / edgonzalez@epasa.com
Cuando fue jefe de Gobierno, el general Omar Torrijos decía que suplía sus carencias rodeándose de los que sabían; lo que él llamaba la “aristocracia del talento”. Adolfo Ahumada fue uno de los que sumó a su proyecto de país, fijándose en su capacidad y conocimientos, no en su origen.
Adolfo creció en los arrabales de la vetusta ciudad de Panamá, de aquella melancólica de mediados del siglo pasado, que debía soportar cada día la puñalada de una bandera extraña –arrogante- enclavada y ondeando contigua a la suya.
Siendo adolescente, aquel día como muchos otros, se desplazó de su casa en Calle 12 hasta los rompeolas de San Felipe, allí donde el mar frena el avance de los pies, pero aviva los sueños y la imaginación.
En un momento volcó la mirada a su diestra, para advertir del otro lado de la lengua marina lindante, las siluetas brumosas del Fuerte Amador (hoy Calzada de Amador), área de bases militares estadounidenses.
Bien lo sabía: allí no entraba cualquiera, salvo aquellos nacionales ungidos con un carnet de acceso. Y Estados Unidos solo los otorgaba a ciertas personas, de cierto abolengo y de ciertos barrios… no del suyo ni menos de su estirpe.
“Negrito, tú no puedes entrar a la Zona del Canal”, escuchó decir muchas veces de los adultos de su círculo familiar, contagiados acaso por la resignación generalizada de ser tratados como foráneos en su propio terruño.
“Voy a entrar al Canal”, se repitió a sí mismo una vez más, ahora mirando hacia el horizonte marino sin límites, y empuñando con todas sus fuerzas un viejo libro que le acompañaba en ese momento; uno de varios que se turnaba para devorar de a poco.
A los 13 años ya había leído El Quijote. Después literatura contemporánea de Francisco Umbral, pasando por el realismo mágico de Gabriel García Márquez… Temprano en la vida cimentó las bases para convertirse en un lector empedernido, algo que después calificaría como “un tipo de vicio del que no me he desprendido ni quiero hacerlo”.
Líder estudiantil
Cultivar el conocimiento y el intelecto sería el activo más valioso para acompañar su liderazgo nato, ese que tenía como motor su deseo de aportar a la lucha nacionalista y a la soberanía nacional, con la obstinación de ver nuestro pabellón dominando la Zona del Canal.
No es de extrañar que su paso por el Instituto Nacional no solo estuvo apegado a la excelencia académica, sino también al liderazgo estudiantil, avivando las masas.
Para muestra, en 1952 aprovechó una excursión escolar al Fuerte San Lorenzo, en Colón. Adolfo sabía que justo del otro lado estaba el Fuerte Sherman (otra base estadounidense), por lo que animó a sus compañeros Carlos López, Gilberto De León, Tomás Herrera Cali y Basilio Chong, a escaparse hasta allá para sembrar una bandera panameña que habían llevado escondida en el bus.
“La sacamos frente a los militares gringos, que rifle en mano se quedaron estupefactos, mirándonos, pero nosotros pusimos la bandera allí de todas manera”.
Más adelante, lideraría otras misiones patrióticas similares que le llevarían a sufrir la represión y hasta la cárcel (en una ocasión por tres meses).
Negociador de los Tratados Torrijos-Carter
A la hora de ejercer su vida profesional se decantó por el Derecho, con un perfil siempre apegado a las masas populares. Entre los años 1968 y 1972 se forjó un nombre como abogado laboralista y de sindicatos.
Sin sospechar que su constante autogestionar, capacidad intelectual y de oratoria, lo llevarían a formar parte del equipo de trabajo del general Omar Torrijos Herrera, por ese entonces jefe de Gobierno y líder del proceso revolucionario que buscaba resolver la incongruencia de un país dentro de otro, y la presencia a perpetuidad de bases militares.
El intelectual Adolfo Ahumada tuvo la oportunidad de ser testigo de aquel célebre discurso de Torrijos en la plaza 5 de Mayo, frente a miles de personas de todos los estratos sociales, donde desafió al Gobernador de la Zona del Canal y compartió su idealismo de un país soberano.
A los pocos meses Ahumada fue invitado a formar parte de lo que Torrijos llamaba la “aristocracia del talento”, panameños empoderados en el conocimiento, el estudio y la capacidad intelectual para pelear desde la diplomacia con la gran potencia norteamericana.
Fue negociador de los tratados del Canal de Panamá, y no de casualidad se le asignó la parte referente a las instalaciones militares de los EE.UU. en Panamá.
El 7 de septiembre de 1977, Adolfo Ahumada fue uno de los intelectuales civiles que acompañó a Torrijos en la firma de los tratados Torrijos-Carter, en Washington, en la Unión Panamericana.
Miembro de la Junta Directiva del Canal
Sin dejarse intimidar por estereotipos, su preparación académica y tenacidad lo llevaron a contribuir al desarrollo del país y a la consolidación de la soberanía. Y en 1996 fue designado miembro de la Junta Directiva de la Autoridad del Canal.
Esto lo convierte en el único panameño que ha cumplido el ciclo de dirigente estudiantil, negociador de los tratados del Canal y miembro de la Junta Directiva del Canal de Panamá.
Y el negrito que soñó con entrar al Canal, se convirtió –y sigue siendo- un defensor de la soberanía.
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