Amar al pecador, aborrecer el pecado
- Silvio Guerra Morales
Si mi padre hubiese sido homosexual o mi madre lesbiana, de hecho, yo no habría nacido. Al menos, no dentro del hogar y familia que siempre he conocido. Si mi padre, hubiese expresado predilección por los homosexuales o mi madre inclinación por las mujeres, y yo, proviniendo de cualquier otro hogar y que por alguna u otra razón tendría que ser adoptado por uno de ellos, habría crecido viendo a mi mamá “mamá” y a mi papá “otra mamá”, o tal vez, a mi papá como mamá y a mi padre representado en una mujer. ¡Vaya, qué enredo habría sido todo esto!
Doy gracias a Dios por haber nacido en un hogar como El dispuso que fueran las cosas en el orden natural. Dejó pues el Señor que el hombre se uniera a su mujer –no a otro hombre- y la mujer, respectivamente, a su hombre y dice la Biblia “fueron una sola carne”.
No entraré a discernir las teorías, múltiples, que se han esgrimido para tratar de explicar y, en mucho, justificar la homosexualidad. Creo que, intelectivamente, muchas de ellas podrían explicarnos razones pero no justificaciones. Justificados somos todos en la fe, para bien y no para perdición.
Hace algún tiempo atrás, un cristiano daba testimonio de cómo había hecho de su cuerpo un modo de vida y de los ingresos que esto le producía –vender o entregar su propio cuerpo a otros hombres- mantenía a su esposa e hijos. Hoy, da gracias a Dios por haberlo librado de tan triste e inhumana condición. La homosexualidad no es un estado ni un derecho humano, es un pecado. Así de sencillo. Me preocupa esta nación: me preocupan los niños, niñas, los muchachos y las muchachas. ¿Qué valores estamos promoviendo en ellos? Me causa mucha tristeza. No me fatigaré en leer a mis hijos, por las noches, por mucho que sea el agotamiento, la Biblia y los mensajes de Dios para la humanidad y lo que quiere Dios de nosotros. Seguiré sembrando en ellos la buena semilla, sé que darán sus buenos frutos, tarde o temprano. Más aún, ya los advierto en su núbiles mentes y actos.
Creo que en las escuelas necesitamos más a Cristo, por ello no puedo, de ninguna manera, estar de acuerdo con una marcha que se prologa con el slogan de “tengo un amigo gay”. El mismo, más que contener una campaña llamada “contra homofóbicos”, se trata, al decir de mi esposa, de una auténtica campaña de promoción de la homosexualidad y para presentarla ante nuestra sociedad como algo muy normal, algo que debemos aceptar, tolerar y convivir con ellos como si nada extraño estuviese aconteciendo. Amemos al pecador, redimámoslo, pero aborrezcamos el pecado.
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