Panamá
Casos y cosas de casa
- Rodrigo Chiari Álvarez
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La libertad de prensa no es patente de corso. Debe llevar consiga consecuencias jurídico-pecuniarias o mínimo, responsabilidades de tipo moral.

Todos tenemos el soberano derecho a ganarnos la vida. Sin embargo, dentro de ese proceso de cosas, debe existir un mínimo de dignidad para ello. Hasta quienes se dedican a labores consideradas indignas, poseen un grado de ética profesional. Este es el preámbulo de hoy.
En este escrito me voy a referir, entre varios temas, a quienes trafican con su capacidad como buenos comunicadores o con su privilegiada situación dentro de un medio establecido y hasta dentro de plataformas no tan establecidas, por no llamarlas piratas.
La libertad de prensa no es patente de corso. Debe llevar consiga consecuencias jurídico-pecuniarias o mínimo, responsabilidades de tipo moral. Estimados lectores, no me malentiendan. La libertad de expresión debe ser uno de los pilares de toda democracia institucional, siempre y cuando cumpla con una seria rendición de cuentas acerca de nuestras actuaciones al hacer uso de esta.
El simple hecho que uno no comparta la ideología de otros o utilizando lenguaje coloquial, "porque alguien no me cae bien", no nos da derecho de utilizar esa libertad para despotricar contra los demás cada vez que se nos venga en gana. Actualmente radico en Singapur, un Estado realmente moderno, en que se respeta la ley y el orden. Me rio cada vez que alguien se refiere a Panamá como la "Singapur Centroamericana". No es el alto relieve de concreto y metal iluminado o tu posición geográfica, lo que solo te lleva a esa posición o a que siquiera se nos compare con la nación asiática. Existe un conjunto de normas, principios y valores que son el requisito fundamental para alcanzar ese sitial dentro de la comunidad internacional. No pierdo la esperanza que algún día nuestro istmo lo llegue a ser.
Cuando se nos da la oportunidad de acceso a una audiencia como lo son ustedes, mis muy respetados lectores, debe hacerse con un nivel de decencia y en el entendido que educamos e informamos a la vez. En muchos casos estamos compartiendo conocimientos y noticias que quienes lasreciben las interpretan y toman como verídicas. Al tergiversar una verdad, estamos contaminando las almas y mentes de los demás. El poder que llega a tener la comunicación es grande. Solo hay que recordar que el liderazgo de Hitler en la Alemania durante parte de los 1930s y de los 1940s, estuvo basado en el trabajo minucioso y hasta despiadado de su ministro de propaganda, Joseph Goebbels.
La reciente pandemia nos demostró lo que puede hacer la proliferación de opiniones, sin sustento científico, alrededor de un mismo tema, llegando a crear confusión y muchas veces la polarización de criterios. Cuando el Estado y ciertos elementos dentro del aparato de la comunicación social de un país, hacen uso irresponsable de la divulgación, pueden llevar a toda una comunidad al caos y la desesperación. En el peor de los casos nos puede volcar dentro de una anarquía total en la cual unos quieren imponer sus criterios, ideas o posiciones a los demás y de manera violenta.
En Panamá, es triste observar como algunos comunicadores manipulan la información a favor de los intereses de quienes le dan el sustento financiero. En el proceso, se destruyen reputaciones y hasta pueden llegar a causar desgracias innecesarias dentro de un hogar o la quiebra de un individuo o de una empresa.
Nos encontramos a las puertas de un periodo electoral en que de lado y lado se aprovechara para injuriar a otros, utilizando el fuero electoral como blindaje. Mucho peor es cuando estos corsarios se escudan tras el anonimato. ¡Que fácil es descalificar candidatos! Podrá ser parte de la cultural político-electoral, pero también se requiere un grado de pudor para llegar ha hacer aseveraciones sin ningún fundamento.
¿Porque no hacer del proceso electoral una fiesta de la democracia? Recuerdo de niño cuando visitaba a mis familiares en Costa Rica, durante un periodo de campana electoral y se podía percibir la celebración popular del derecho a elegir a nuestros gobernantes. Los tiempos obviamente cambia, pero debe ser para mejor.
Aprovecho estas líneas finales para hacer un llamado a todos los candidatos, aquellos a quien conozco personalmente y a quienes no. Ustedes tienen la responsabilidad ciudadana de respetar el proceso electoral y con ello dar el ejemplo a sus copartidarios y simpatizantes para que en los próximos meses predominen la armonía y el respeto. Se trata de que gane aquel que reciba la confianza y el respaldo de una mayoría. Pero jamás olviden, que se gobierna para todos y no para un puñado de los que nos respaldaron. Panamá es de todos, no de un partido.
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