Panamá
Cuando te encuentras solo
Cuando el sentimiento fue verdadero, la herida es profunda y la hemorragia no se contiene sola. Es ahí, un chispazo recorre tus vértebras y la bombilla explota, cuando se te ocurre que, tal vez, no todo lo que pensabas era correcto. Tus mantras eran erróneos, tus dogmas se equivocaron, tus sesgos, una vez más, fallaron. Han asesinado el futuro que habías soñado.
- Alonso Correa
- /
- [email protected]
- /
- - Actualizado: 09/3/2022 - 02:17 pm
Escucha esta noticia
¿Qué hacer cuando la costumbre se rompe; cuando aquella situación que para ti se convirtió en ritual diario, desaparece?, ¿qué decirle a la consciencia cuando te recrimina la fuga de lo que hacía mover tu mundo? ¿Te apegas a la pena y deslizas la filosa hoja de las lágrimas por tu rostro, olvidas todo recuerdo de lo que viviste y dejas atrás a la persona que fuiste o creas un personaje que, resguardando el dolor detrás de una máscara, le hace frente a la vida con apatía y con un enojo que crece, mientras la tristeza te atormenta por dentro?
Cuando el sentimiento fue verdadero, la herida es profunda y la hemorragia no se contiene sola. Es ahí, un chispazo recorre tus vértebras y la bombilla explota, cuando se te ocurre que, tal vez, no todo lo que pensabas era correcto. Tus mantras eran erróneos, tus dogmas se equivocaron, tus sesgos, una vez más, fallaron. Han asesinado el futuro que habías soñado.
Son esos instantes, en esas noches de luto, cuando una agria voz te susurra al oído, te cuenta mentiras, te introduce deseos, altera tus pensamientos, te induce al sueño y te consuela con mentiras. Son esas fracciones del día cuando te enteras de lo solo que estás, de que la realidad de tu vida es a veces más oscura de lo que parecía. Esos momentos de debilidad son, para los que han sufrido de la soledad, una revelación casi divina de los cambios y remodelaciones que la vida te está obligando a hacer.
Porque la soledad es un espeso líquido que asfixia al que la siente. Sentirla no es estar solo, alejado de cualquier persona. Soledad es verse envuelto en una multitud que, ignorante, no observa al ahogado. Es sentir unos frígidos dedos recorrer tus piernas, es despertarse de una larga siesta con las extremidades entumecidas porque tu corazón, ahora en pedazos, ya no quiere bombear más. Porque hay hábitos que se convierten en manías y manías que se transforman en deseos. Y son los deseos del alma los que alteran el cauce de tus percepciones.
Y entonces te preguntas, ¿para qué seguir fingiendo, por qué tratar un segundo más en ir hacia adelante? No hay respuesta que sacie esta pregunta. No hay una solución correcta. No existe manera de resolver este enigma. Porque nadie la conoce. Algunos mentirán sobre el descubrimiento de la panacea, del remedio para esta aflicción; pero eso no es más que humo. Vendedores de aceite de víbora dispuestos a todo con tal de despojar a los que, ajenos de sus malas prácticas, caigan como moscas en sus telarañas.
Lo cierto es que la soledad por sí sola no es tan mala como parece, su aspecto tétrico amenaza al despistado que se encuentre con ella pero, una vez dentro de la cueva, la única solución es salir teniendo que encontrarte contigo mismo en el proceso y conocer en profundidad, a las malas y con mucho esfuerzo, a esa persona con la que convives todo el tiempo y que habías desatendido hasta ese momento.
nytimesinternationalweekly
Una ‘historia de soledad’ llega en época de pandemia
15/5/2020 - 12:00 pm
Una vez fuera de caverna te enteras de que la respuesta a las preguntas formuladas antes se encontraba frente a ti. Estaban en el rocío de una flor, estaba en un atardecer. Estaba en una playa vacía o en el vuelo de un pájaro. La respuesta se escondía en el más insignificante momento en el que descubres paz. Y ahí decides enfrentar lo opaco del mañana con ese recuerdo, decides que las hojas de los árboles o las canciones de madrugada son más que suficientes para alimentar al prisionero de la soledad.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.