Decálogo del buen maestro
Publicado 2000/04/14 23:00:00
- Olmedo Beluche
Valga este ya no tan temprano inicio de año escolar para reflexionar sobre la labor pedagógica. Las ideas que aquí ofrecemos parten de la integración de dos perspectivas: la propia experiencia como docente y la dura tarea cotidiana del padre de familia que lucha y se sacrifica por la educación de sus hijos. Desgraciadamente, muchos educadores en su labor diaria pierden de vista a la contraparte, es decir, el entorno familiar y social del educando. De ahí la necesidad de estas líneas.
1. Que la mochila sea más pesada, no hará al niño más sabio. En todo caso lo que sí puede suceder es que la cause una lesión en su columna vertebral. Pareciera que algunos colegios y maestros midieran la calidad de la enseñanza por el tamaño de las bolsas que deben arrastrar los niños cada día de clases, lo cual es un absurdo contra el cual ni debiéramos argumentar.
2. El padre de familia es un humilde asalariado igual que el educador. Por ende, si mi salario de docente es magro, y no alcanza para todas mis necesidades familiares ¿por qué debo suponer que los padres de los alumnos la están pasando mejor? ¿Por qué voy a abrumarlos cada semana con demandas infinitas de materiales y útiles que además están carísimos?.
3. El exceso de tareas no hace al alumno más aplicado, sino todo lo contrario, lo fastidia y hace odiar el estudio y la lectura. Educadores hay, que creen hacerse buena imagen ante los padres abusando con las tareas. Hace tiempo que psicólogos y pedagogos han demostrado que el niño también necesita tiempo libre para jugar.
4. Debo inducir en los niños el razonamiento propio y no la memorización mecánica. Después de todo, la capacidad de razonar por cuenta propia es el único legado útil y duradero de la educación. Lo memorizado mecánicamente se olvidará después del examen. Por eso no debo abusar de los "llenar espacios", más bien debo promover las pruebas que estimulen la reflexión y la creación de los alumnos.
5. Jamás debo fomentar criterios sexistas (o racistas), insinuando la supuesta inferioridad o incapacidad de algunos seres humanos en razón de su sexo) (o procedencia étnica). Es muy común en las maestras (¿que ironía!) enseñar que las "niñas deben ser obedientes", que los varones hagan deportes (mientras las niñas ven), que ellas a "educación para el hogar" y ellos a "artes industriales", etc. Todo esto no son más que falacias machistas en el proceso educativo.
6. Es un crimen atacar la personalidad y las iniciativas de los alumnos. Mi labor es estimular y orientar. Ningún educador debe repetir lo de aquel profesor del "Gimnasium" de Munich: "Einstein, usted nunca llegará a ninguna parte".
7. Disciplina, pero con moderación, ya que los alumnos no son robots, que se pueden quedar inmóviles mientras alimentamos su cerebro. Los alumnos son personas, y como tales requieren un equilibrio entre la disciplina y la libertad. Está comprobado que nadie, menos los niños, puede sostener la atención a un orador por más de 20 minutos continuos. La extensión de la hora de clases fue una medida antipedagógica del exministro Thalssinos.
8. Debo respetar las opiniones religiosas de mis alumnos y sus familias, aunque no sean las mías. Si bien la "mayoría de los panameños son católicos", también existen panameños evangelistas, protestantes, musulmanes, budistas y hasta ateos. En la medida en que la religión es un asunto de conciencia y ética personal, respeto todas las opiniones.
9. Los padres de familia no sólo cuentan a la hora de la rifa, la tómbola o la feria. Ellos también tienen derecho a opinar y ser escuchados respecto al proceso de enseñanza aprendizaje del que son objetos sus hijos.
10. El primar de todo maestro es jamás dejar de ser estudiante. El día que renuncie a aprender cosas nuevas, y me conforme con repetir mecánicamente mis clases, estaré muerto como educador, aunque mi cuerpo respire. ¿Cómo puedo fomentar el amor por el estudio en mis alumnos, si me convierto en un ser apático y aburrido?
1. Que la mochila sea más pesada, no hará al niño más sabio. En todo caso lo que sí puede suceder es que la cause una lesión en su columna vertebral. Pareciera que algunos colegios y maestros midieran la calidad de la enseñanza por el tamaño de las bolsas que deben arrastrar los niños cada día de clases, lo cual es un absurdo contra el cual ni debiéramos argumentar.
2. El padre de familia es un humilde asalariado igual que el educador. Por ende, si mi salario de docente es magro, y no alcanza para todas mis necesidades familiares ¿por qué debo suponer que los padres de los alumnos la están pasando mejor? ¿Por qué voy a abrumarlos cada semana con demandas infinitas de materiales y útiles que además están carísimos?.
3. El exceso de tareas no hace al alumno más aplicado, sino todo lo contrario, lo fastidia y hace odiar el estudio y la lectura. Educadores hay, que creen hacerse buena imagen ante los padres abusando con las tareas. Hace tiempo que psicólogos y pedagogos han demostrado que el niño también necesita tiempo libre para jugar.
4. Debo inducir en los niños el razonamiento propio y no la memorización mecánica. Después de todo, la capacidad de razonar por cuenta propia es el único legado útil y duradero de la educación. Lo memorizado mecánicamente se olvidará después del examen. Por eso no debo abusar de los "llenar espacios", más bien debo promover las pruebas que estimulen la reflexión y la creación de los alumnos.
5. Jamás debo fomentar criterios sexistas (o racistas), insinuando la supuesta inferioridad o incapacidad de algunos seres humanos en razón de su sexo) (o procedencia étnica). Es muy común en las maestras (¿que ironía!) enseñar que las "niñas deben ser obedientes", que los varones hagan deportes (mientras las niñas ven), que ellas a "educación para el hogar" y ellos a "artes industriales", etc. Todo esto no son más que falacias machistas en el proceso educativo.
6. Es un crimen atacar la personalidad y las iniciativas de los alumnos. Mi labor es estimular y orientar. Ningún educador debe repetir lo de aquel profesor del "Gimnasium" de Munich: "Einstein, usted nunca llegará a ninguna parte".
7. Disciplina, pero con moderación, ya que los alumnos no son robots, que se pueden quedar inmóviles mientras alimentamos su cerebro. Los alumnos son personas, y como tales requieren un equilibrio entre la disciplina y la libertad. Está comprobado que nadie, menos los niños, puede sostener la atención a un orador por más de 20 minutos continuos. La extensión de la hora de clases fue una medida antipedagógica del exministro Thalssinos.
8. Debo respetar las opiniones religiosas de mis alumnos y sus familias, aunque no sean las mías. Si bien la "mayoría de los panameños son católicos", también existen panameños evangelistas, protestantes, musulmanes, budistas y hasta ateos. En la medida en que la religión es un asunto de conciencia y ética personal, respeto todas las opiniones.
9. Los padres de familia no sólo cuentan a la hora de la rifa, la tómbola o la feria. Ellos también tienen derecho a opinar y ser escuchados respecto al proceso de enseñanza aprendizaje del que son objetos sus hijos.
10. El primar de todo maestro es jamás dejar de ser estudiante. El día que renuncie a aprender cosas nuevas, y me conforme con repetir mecánicamente mis clases, estaré muerto como educador, aunque mi cuerpo respire. ¿Cómo puedo fomentar el amor por el estudio en mis alumnos, si me convierto en un ser apático y aburrido?
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.