El legado de un obispo
... Francisco Javier de Luna Victoria y Castro merece tener en su natal Panamá un busto o monumento que permita mantener vivo su legado y ser recordado por sus aportes a la evangelización de nuestro país.
Al celebrarse este 2 de diciembre el natalicio de Francisco Javier de Luna Victoria y Castro, primer panameño designado como obispo, hacemos un alto para evaluar sus aportes en el camino de la evangelización, principalmente ahora que nuestro país será sede de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).
De padres españoles, nació en Natá, provincia de Coclé, en 1695. En su juventud formó parte del ejército, pero su vocación le hizo abandonar sus filas e incursionar a su legado eclesiástico.
Educado en una generación de sacerdotes istmeños, cuya sólida formación era envidiable, inició su labor laical en la iglesia catedral, como colector del obispado. En este lugar también se dedicó a ejercer el cargo de mayordomo de la fábrica de la catedral.
A través de esa vocación evangelizadora, emprende en 1749 el proyecto de la Universidad de San Javier, lugar que impartía las cátedras de Filosofía, Teología Escolástica y Moral.
Tras ser designado como obispo de Panamá en 1751, inicia otra gran obra: la construcción de la iglesia catedral. Para hacer realidad esta iniciativa destinó sus aportes económicos para costear la terminación del edificio, la cual enriqueció con alhajas, ornamentos valiosos y dotación de campanas.
Aunque fue trasladado en 1759 a la ciudad de Trujillo, en Perú, para cumplir su nueva función de obispo de ese lugar, siguió costeando desde allá los trabajos de la iglesia catedral, hasta ver realidad la obra el 3 de diciembre de 1760.
Debido a su similitud con la estructura de iglesia catedral, algunos historiadores le atribuyen que haya destinado esfuerzo y dedicación para la construcción de la iglesia Santiago Apóstol de Natá, lugar del cual era oriundo. Los historiadores afirman que el emprendimiento de la época llevó a Francisco Javier de Luna Victoria y Castro a trasladar los obreros hacia este distrito para ejecutar la obra.
Todas estas acciones merecen un reconocimiento. Conocer su trayectoria permite esbozar el alcance logrado hasta que fue preconizado arzobispo de Chuquisaca (Bolivia), cargo que no pudo ejercer debido a su fallecimiento (lejos de su tierra) el 11 de marzo de 1777.
Desde que recibió cristiana sepultura en la iglesia de la Compañía de Jesús de Perú y su cadáver trasladado a la iglesia de Trujillo en 1869, Francisco Javier de Luna Victoria y Castro merece tener en su natal Panamá un busto o monumento que permita mantener vivo su legado y ser recordado por sus aportes a la evangelización de nuestro país.
Este compromiso está pendiente con este primer panameño designado como obispo, y qué mejor momento ahora que nuestro país es sede de la JMJ.
Docente jubilada