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El misterio de la Santísima Trinidad
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Rómulo Emiliani, cmf.(opinion@epasa.com) / Monseñor.Esta es la clave de la espiritualidad.Profundizar en este misterio, orarlo, meditarlo; dialogar con las Tres Divinas Personas.Cada una de ellas con su riqueza infinita personal.Esto es grande, único, maravilloso.Es la “perla preciosa” por la que vale la pena venderlo todo y “comprarla”.Es el “campo donde está el tesoro”.Meditar en la presencia del Padre que se ve a sí mismo y se expresa tal y como se ve, siendo esto el Hijo que al expresar lo que es el Padre lo ama y siente el amor del Padre que se contempla en lo expresado y este amor de ambos es el Espíritu Santo.Nosotros somos la imagen de ese Dios como criaturas.Inhabitación: La revelación divina nos descubre una realidad maravillosa, que da plenitud a nuestro mundo interior.Es la gracia de la inhabitación divina en los justos como en su templo.“No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios habita en vosotros” (Cor.3, 16).Son diferentes la omnipresencia y la inhabitación.“Las palabras templo, cielo, sede, trono y casa de Dios obtienen su sentido más pleno cuando se refieren al justo”, nos dice San Agustín en su exégesis bíblica.“La inhabitación divina, como fruto del amor que Dios nos profesa, nos convierte en su cielo y nos inserta en su familia de adopción, la Iglesia.El justo es ya un verdadero cielo, en el que Dios tiene su sede o su trono; su corazón habita ya en el cielo y en él se cumplen aquellas palabras del salmo: “anunciaron los cielos su justicia, y todos los pueblos vieron su gloria (96,6).Trinidad santa, un solo Dios: Si yo soy el cielo de Dios, su mansión, su casa, su templo, quiere decir que el Padre creador de todo lo que existe, con todo su poder y gloria habita en mí.Quiere decir que el Hijo, redentor de la humanidad y del universo, el Mesías habita en mí y quiere decir que el Espíritu Santo, el Amor del Padre y del Hijo, quien lleva adelante la historia de salvación y que ha hecho las cosas más maravillosas a través de los santos y de toda la gente buena, El está en mí.Esta comunicación es a través del misterio de la persona.No es que mi cuerpo sea el interlocutor, o sea realmente el espacio “donde Dios está”.Sí está en mí y en mi cuerpo, pero la relación se da en el ámbito de la persona que es espiritual.Allí Dios dialoga con uno y habita en uno con todo su ser y desde allí se “extiende” a mi cuerpo y realidad.Dios está en todas partes (omnipresencia), pero su presencia viva, salvadora, amorosa, dialogante (inhabitación), esa presencia “nueva” se da cuando la persona se abre a Dios y lo acepta.Por supuesto que el bautismo es el camino normal para que se dé esa presencia.Es presencia del Señor y solo ella nos hace invencibles.Amén.