El principio de alteridad
Publicado 2007/07/15 23:00:00
- Juan Carlos Ansin
Hay libros que no debieran pasar desapercibidos. As como existen para las inversiones económicas ndices que miden el riesgo pas, lo mismo debiera existir para medir el valor que un libro pueda tener para comprender a cabalidad la sociedad en que se vive.
SI YO TUVIERA tal potestad, sin duda alguna recomendaría Philosophy and Social Hope (Filosofía y esperanza social) de Richard Rorty, profesor, escritor, poeta y filósofo estadounidense que se confiesa de entrada como un relativista pragmático y progresista, admirador de Darwin, Dewey y Derrida, así como un acérrimo crítico de la filosofía dualista y de la trascendental, a cuya teoría del conocimiento abstracto, Rorty le opone, mejor dicho, le superpone: la de la felicidad humana, pues para él: "La capacidad humana más sobresaliente no es la de adquirir y acumular conocimiento, sino la habilidad para trabajar juntos en la construcción de un mundo mejor".
Quien menosprecie el justo significado de la solidaridad social debiera hacer un gran esfuerzo y un ejercicio de humildad intelectual para tratar de leer esta magnífica obra producto de una mentalidad clara, profunda y humana. Una combinación extraña para la época y para la sociedad hedonista y cínica donde se crían nuestros hijos y nietos.
En su introducción el autor hace la salvedad que, siguiendo al título de este artículo, esto es, el significado de alteridad y la importancia de descubrir la presencia del otro como una prolongación del propio yo; hecho que ha llevado a la humanidad a la creación de diversas utopías, la del estado ideal de Platón, el reino cristiano de Dios en la Tierra o la victoria del proletariado soñada por Marx. Añado a ellas, el neo-capitalismo del bienestar social que pregona el autor.
Utopías cuya utilidad, en mi opinión, no está sólo en lograr su cometido -de hecho ninguna lo ha conseguido-, sino en descubrir los medios éticamente apropiados para su búsqueda y cuya ausencia provoca un vacío difícil de suplantar. De allí la fragilidad de la utopía liberal de la riqueza utilizada como fin y no como medio para hallar una felicidad que no se encuentra ni en la raíz de la cosa económica, ni en ningún otro materialismo. Como tampoco se halla en el cientificismo abstracto, separado del hombre. Savater opina que excluyendo la experiencia religiosa, tal vez la felicidad pudiera hallarse en el arte y en las corrientes filosóficas apegadas a una psicología amigable con los deseos humanos. Tal vez ahí radique el éxito de la literatura dedicada a dar consejos y el aparente fracaso de la que propone dudas legítimas.
El libro no tiene desperdicio, pero requiere de cierto dominio que el lector desacostumbrado o distraído podrá solucionar si tiene la paciencia de indagar en esos aspectos particulares mientras disfruta de la sencillez con que el autor desmenuza otros temas, más intrincados o desconocidos de pensamientos tan opuestos como el europeo y el estadounidense, a pesar de tener, éste último, las mismas raíces. Allí encontraremos varias respuestas a esas diferencias que han arrojado en la práctica dos formas de encarar los sobresaltos de la vida o, en mayor escala, en la visión con que ambos interpretan al resto del mundo, es decir, al otro. Recordemos el olímpico desprecio de Rumsfeld por la "vieja Europa" y la fiebre de los legisladores republicanos que, con obsecuente estupidez, propusieron cambiar el nombre de las papas fritas ("french fries" por "freedom fries") y a los esdrújulos que arrojaban a las alcantarillas el incomparable vino francés porque Francia se negó a ayudarles a sacudir el enjambre árabe del Medio Oriente.
Quienes hemos estado prejuiciados por la afirmación de Toqueville: "No hay país en el mundo que se haya preocupado menos por la filosofía que América" y embebidos del pensamiento europeo prejuzgamos como intrascendentes o escasos, a los pensadores de esta orilla, el hallazgo casual de esta obra en una librería del aeropuerto de Houston y de autores como Noam Chomsky y Howard Zinn, nos devuelven antiguos bríos sobre un futuro un poco más esperanzador.
No obstante, encuentro en esta obra, puntos discutibles y otros con los que no concuerdo, en especial, su generalización acerca de que el pragmatismo haya sido oriundo de América. Aunque, ciertamente, allí se haya desarrollado y continúa evolucionando, admito con Johann Fischl, su parentesco lejano con Protágoras, fundador del relativismo, con el utilitarismo de Bentham y el empirismo psicologista de Stuart Mill que sigue siendo cultivado para demostrar, tal vez, el personalísimo carácter distintivo insular entre la forma de pensar británica y la continental europea. Un hecho, al parecer, transmitido a sus colonias americanas del que el chauvinismo de Rorty no ha logrado escapar y que pudiera explicarnos las extrañas y evidentes ataduras darwinianas que convergen entre la tradición imperial monárquica de Gran Bretaña y la república mercantil de Estados Unidos. Hibridaje, que recientemente ha dado a luz el clon de la nueva República Imperial Angloamericana. La misma que Richard Rorty rechaza y sustituye por una comunidad "socialdemócrata, global, cosmopolita y pluralista".
Richard Rorty falleció en Palo Alto el 8 de junio próximo pasado sin ver realizada su última utopía.
Añadió que la mayoría de los estudiantes son personas que vienen de las afueras de la ciudad, San Miguelito y el Oeste (Arraiján, La Chorrera).
No descartó vender y reubicar los colegios por el buen valor de los terrenos, como un "enfoque urbanístico".
El funcionario destacó que la zonificación de los terrenos es institucional, y para construir edificios habría que cambiarla a residencial o comercial, dependiendo de lo que se plantee.
Pero eso no es fácil, según Batista, eso es complicado, porque no es sencillo decir que se venden los terrenos y cambiamos, ya que hay que analizar varios factores. Por ejemplo, habría que hacer un estudio de capacidad de metroestructura.
"Se imagina, agarras a esos terrenos y le metes edificios, vas a aumentar la densidad y todas esas cosas".
La arquitecta Raisa Banfield expresó que ha oído a las autoridades decir que "la presión inmobiliaria obliga a mudar las escuelas". Eso la desconcierta.
"¿Qué es eso? ¿Quién dice que es la presión inmobiliaria el instrumento con el cual se planifica una ciudad?", se preguntó Banfield.
Dijo que la presión inmobiliaria y el hecho de que las autoridades respondan automáticamente a ella, cambiando normas y cosas, es lo que está creando la ciudad caótica.
Añadió que la especulación inmobiliaria en avenida Balboa, el tema de la Cinta Costera, el desarrollo de Punta Pacífica, son instrumentos que disparan los precios de los terrenos en esos puntos.
Comentó que han visto variaciones en meses de terrenos que de B/.500 y B/.600 pasan a B/.1, 200 y B/.2, 000 debido a la especulación.
Quien menosprecie el justo significado de la solidaridad social debiera hacer un gran esfuerzo y un ejercicio de humildad intelectual para tratar de leer esta magnífica obra producto de una mentalidad clara, profunda y humana. Una combinación extraña para la época y para la sociedad hedonista y cínica donde se crían nuestros hijos y nietos.
En su introducción el autor hace la salvedad que, siguiendo al título de este artículo, esto es, el significado de alteridad y la importancia de descubrir la presencia del otro como una prolongación del propio yo; hecho que ha llevado a la humanidad a la creación de diversas utopías, la del estado ideal de Platón, el reino cristiano de Dios en la Tierra o la victoria del proletariado soñada por Marx. Añado a ellas, el neo-capitalismo del bienestar social que pregona el autor.
Utopías cuya utilidad, en mi opinión, no está sólo en lograr su cometido -de hecho ninguna lo ha conseguido-, sino en descubrir los medios éticamente apropiados para su búsqueda y cuya ausencia provoca un vacío difícil de suplantar. De allí la fragilidad de la utopía liberal de la riqueza utilizada como fin y no como medio para hallar una felicidad que no se encuentra ni en la raíz de la cosa económica, ni en ningún otro materialismo. Como tampoco se halla en el cientificismo abstracto, separado del hombre. Savater opina que excluyendo la experiencia religiosa, tal vez la felicidad pudiera hallarse en el arte y en las corrientes filosóficas apegadas a una psicología amigable con los deseos humanos. Tal vez ahí radique el éxito de la literatura dedicada a dar consejos y el aparente fracaso de la que propone dudas legítimas.
El libro no tiene desperdicio, pero requiere de cierto dominio que el lector desacostumbrado o distraído podrá solucionar si tiene la paciencia de indagar en esos aspectos particulares mientras disfruta de la sencillez con que el autor desmenuza otros temas, más intrincados o desconocidos de pensamientos tan opuestos como el europeo y el estadounidense, a pesar de tener, éste último, las mismas raíces. Allí encontraremos varias respuestas a esas diferencias que han arrojado en la práctica dos formas de encarar los sobresaltos de la vida o, en mayor escala, en la visión con que ambos interpretan al resto del mundo, es decir, al otro. Recordemos el olímpico desprecio de Rumsfeld por la "vieja Europa" y la fiebre de los legisladores republicanos que, con obsecuente estupidez, propusieron cambiar el nombre de las papas fritas ("french fries" por "freedom fries") y a los esdrújulos que arrojaban a las alcantarillas el incomparable vino francés porque Francia se negó a ayudarles a sacudir el enjambre árabe del Medio Oriente.
Quienes hemos estado prejuiciados por la afirmación de Toqueville: "No hay país en el mundo que se haya preocupado menos por la filosofía que América" y embebidos del pensamiento europeo prejuzgamos como intrascendentes o escasos, a los pensadores de esta orilla, el hallazgo casual de esta obra en una librería del aeropuerto de Houston y de autores como Noam Chomsky y Howard Zinn, nos devuelven antiguos bríos sobre un futuro un poco más esperanzador.
No obstante, encuentro en esta obra, puntos discutibles y otros con los que no concuerdo, en especial, su generalización acerca de que el pragmatismo haya sido oriundo de América. Aunque, ciertamente, allí se haya desarrollado y continúa evolucionando, admito con Johann Fischl, su parentesco lejano con Protágoras, fundador del relativismo, con el utilitarismo de Bentham y el empirismo psicologista de Stuart Mill que sigue siendo cultivado para demostrar, tal vez, el personalísimo carácter distintivo insular entre la forma de pensar británica y la continental europea. Un hecho, al parecer, transmitido a sus colonias americanas del que el chauvinismo de Rorty no ha logrado escapar y que pudiera explicarnos las extrañas y evidentes ataduras darwinianas que convergen entre la tradición imperial monárquica de Gran Bretaña y la república mercantil de Estados Unidos. Hibridaje, que recientemente ha dado a luz el clon de la nueva República Imperial Angloamericana. La misma que Richard Rorty rechaza y sustituye por una comunidad "socialdemócrata, global, cosmopolita y pluralista".
Richard Rorty falleció en Palo Alto el 8 de junio próximo pasado sin ver realizada su última utopía.
Añadió que la mayoría de los estudiantes son personas que vienen de las afueras de la ciudad, San Miguelito y el Oeste (Arraiján, La Chorrera).
No descartó vender y reubicar los colegios por el buen valor de los terrenos, como un "enfoque urbanístico".
El funcionario destacó que la zonificación de los terrenos es institucional, y para construir edificios habría que cambiarla a residencial o comercial, dependiendo de lo que se plantee.
Pero eso no es fácil, según Batista, eso es complicado, porque no es sencillo decir que se venden los terrenos y cambiamos, ya que hay que analizar varios factores. Por ejemplo, habría que hacer un estudio de capacidad de metroestructura.
"Se imagina, agarras a esos terrenos y le metes edificios, vas a aumentar la densidad y todas esas cosas".
La arquitecta Raisa Banfield expresó que ha oído a las autoridades decir que "la presión inmobiliaria obliga a mudar las escuelas". Eso la desconcierta.
"¿Qué es eso? ¿Quién dice que es la presión inmobiliaria el instrumento con el cual se planifica una ciudad?", se preguntó Banfield.
Dijo que la presión inmobiliaria y el hecho de que las autoridades respondan automáticamente a ella, cambiando normas y cosas, es lo que está creando la ciudad caótica.
Añadió que la especulación inmobiliaria en avenida Balboa, el tema de la Cinta Costera, el desarrollo de Punta Pacífica, son instrumentos que disparan los precios de los terrenos en esos puntos.
Comentó que han visto variaciones en meses de terrenos que de B/.500 y B/.600 pasan a B/.1, 200 y B/.2, 000 debido a la especulación.
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