Escuela que enseña a aprender
- MEREDITH SERRACIN
La escuela de nuestro tiempo, sin dejar de lograr los objetivos indispensables para el breve presente, debe ser suscitadota de la plenitud de las personas, necesita preparar hombres y mujeres capaces de re-humanizar el mundo de mañana. Mundo que en síntesis nos presenta amenazas como la sociedad del ocio, la corrupción, el narcotráfico y el consumo de droga, la ruptura del equilibrio ecológico, la "inyección subliminal de contenidos psíquicos", la automación de reflejos condicionados por sistemas programados de aprendizaje, etc. En fin, la enumeración puede superar largamente el espacio disponible.
Nos formulamos la pregunta frente a estos desafíos: ¿Qué señala a los educadores el Derecho Natural? ¿Qué ocurre cuando los sistemas de educación quedan subordinados a las estructuras de la planificación del desarrollo, y el desarrollo económico tiene primacía jerárquica y prioridad cronológica? ¿Qué decir y hacer si las políticas económicas de los planificadores miran la educación como un instrumento al servicio del "tener" individual o social?
Frente a esta angustiosa realidad, los padres de familia, los maestros, los planificadores, los científicos, los expertos, los políticos, ¡todos!, tienen que empezar a reflexionar seriamente sobre la amenaza del futuro para la auténtica subsistencia y expresión de la persona. No es tarea para después; sólo será mejor el mundo de mañana si lo construimos ya hoy, y la única forma de construirlo hoy es precisamente la educación.
Por ello y para ello, hemos sostenido que la única solución es construir una educación personalizada, creativa y liberadora; una educación que libere no sólo del subdesarrollo económico y de la miseria, sino del odio y de la injusticia, de la automación instrumentalizada, de la masificación progresiva; una educación que personalice liberándonos de todo aquello que cosifica al hombre y la mujer contemporáneos.
El desafío está planteado, la búsqueda exige riesgos y debe enfrentar dificultades. En las raíces de nuestros principios se esconde la fuerza que debemos proyectar imaginativa, inteligente y audazmente frente al futuro. La escuela de hoy no puede pretender enseñar lo sabido; por ello debe proyectarse la escuela que enseña a aprender. Aprender a aprender es hoy el nuevo objetivo y, retornando a la tradición de la filosofía perenne, aprender a ser su nueva finalidad última. Formar un hombre y una mujer (el niño y la niña de hoy es ya el hombre y la mujer de mañana), capaz de enfrentar un mundo que se perfila con problemas aterradores, sobre todo si se cumplen las prognosis que ven avanzar la despersonalización multidimensional a límites aún mayores que los intuidos por la ciencia-ficción de hace algunas décadas.
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