El fracaso de la idea liberal de derechos
Llevamos casi un año de emergencia sanitaria y la situación no deja de agravarse. De nada han servido los derechos humanos para defendernos de los confinamientos y la consecuente destrucción de la economía nacional.
- Aristides Alexis Castro
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- - Publicado: 28/1/2021 - 12:00 am
Los panameños tenemos vocación de libertad y que podemos tomar el control de nuestro destino sin injerencias foráneas, si es que realmente deseamos cambiar el mundo para bien. Foto: EFE.
Hace unos años, se presentó un proyecto de nueva constitución, en donde la defensa de los derechos humanos sería el primero de los fines del Estado. En un primer artículo sobre el tema se recomendó hacer distinciones para evitar contradicciones en el texto constitucional (Panamá América, 11 de marzo de 2020).
Luego, viendo cómo se suspendieron arbitrariamente la mayoría de nuestros derechos, se profundizó en otro escrito sobre el concepto en sí mismo, como forma de encontrar una respuesta a la crisis (idem, 26 de agosto de 2020).
Llevamos casi un año de emergencia sanitaria y la situación no deja de agravarse. De nada han servido los derechos humanos para defendernos de los confinamientos y la consecuente destrucción de la economía nacional.
Tampoco han servido para corregir los errores del gobierno y su apéndice "la sociedad civil". Queda claro que los derechos humanos no son más que una lista de privilegios que funcionarios entregan y retiran a discreción. ¿O es que podemos esperar que los organismos internacionales nos devuelvan nuestras libertades? Si son sus "expertos" quienes preparan las medidas irracionales que padecemos.
Son sus publicistas quienes repiten eslóganes como "gran reinicio", "nueva normalidad", "quédate en casa", etc. El daño lo reciben la clase media y pequeños empresarios mientras que las trasnacionales, las ONG y todo tipo de facciones incrustadas en el gobierno, aumentan y consolidan su poder. Lo más preocupante, carecemos de grupos intermedios con autoridad para levantar la voz y proteger nuestros derechos. ¿Podemos hacer algo o estamos condenados ya a la servidumbre?
Como explica Martin Heidegger, en una sucinta refutación de Karl Marx, toda posibilidad de cambio presupone una nueva interpretación del mundo. Por esto es que debemos estudiar con detenimiento nuestra situación antes de caer en un frenesí de activismo que intensifica el conflicto social.
Debemos saber cómo y por qué fue que perdimos nuestras libertades, y con este conocimiento construir una interpretación que nos permita detener la autodestrucción y restaurar el orden social sobre bases firmes. Los estudiosos coinciden en que la política contemporánea descansa en la idea de derechos, esto es así desde el período de las revoluciones liberales.
El caso norteamericano es notable porque la reducción de los fines del gobierno a la protección de derechos individuales otorgados por Dios, y por ello inalienables, garantizó a este pueblo los más altos niveles de libertad y prosperidad vistos en historia reciente.
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Sin embargo, con la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU en 1948 se impone la concepción positivista y evolutiva de derechos. Esta idea adquiere mayor fuerza por los efectos combinados de la secularización, la revolución tecnocientífica y la implementación del gobierno mundial ("globalización").
Hoy sufrimos los efectos. Cuando constatamos que la definición misma de los derechos, su listado, su alcance y sus límites, vienen determinados por las buenas intenciones de una burocracia internacional sin control democrático se entiende por qué no tenemos forma alguna de reclamar por los abusos que cometen estas personas. Lo que es peor, no sabemos con certeza quién se hace responsible por estas políticas. ¿Quién nos gobierna?
Enfrentar el desastre liberal requiere un esfuerzo que comienza por lo teórico: la restauración de la ley natural y la corrección de los errores de la filosofía moderna, sobre todo en lo que erosionan al Cristianismo.
En lo político, supone dar primacía a nuestras leyes y costumbres por encima de "recomendaciones" del gobierno mundial, minimizar las facciones que promueven el conflicto social, descentralizar del sistema educativo, proteger la economía nacional y adoptar principios de subsidiariedad en todos los niveles.
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Contra la propaganda, debemos recordar que los panameños tenemos vocación de libertad y que podemos tomar el control de nuestro destino sin injerencias foráneas, si es que realmente deseamos cambiar el mundo para bien.
Filósofo.
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