Panamá
Generación de cristal o era de cristal: desafío para las disciplinas marciales en el nuevo milenio
- Rubén D. Collantes G., Ph. D.
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- Investigador, docente universitario y artista marcial
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- e-mail: rdcg31@hotmail.com / ORCID iD: https://orcid.org/0000-0002-6094-5458
La práctica de artes marciales tiene como propósito fortalecer mente, cuerpo y espíritu de la persona; contribuyendo con la integración social mediante principios y valores comprendidos en los fundamentos filosóficos de estas disciplinas, que tratan sobre el autocontrol y el respeto hacia los demás. Como parte de las rutinas de entrenamiento, la exigencia física es necesaria para moldear el carácter y lograr que la mente se imponga sobre limitantes físicas, consolidando una voluntad inquebrantable, mejor resiliencia y adaptación por parte del practicante para superar la adversidad.
Sin embargo, se ha observado cómo algunas prácticas de antaño, ocupadas para fortalecer física y mentalmente a la persona (endurecimiento de nudillos, impacto en el abdomen para fortalecimiento, pechadas como correctivo, uso de una espada de bambú para corregir posturas, combate sin guantes ni protecciones, entre otras), han sido eliminadas de las sesiones de entrenamiento regulares en algunos estilos, por considerarse “riesgosas”, evitando posibles complicaciones legales injustas o por mera conveniencia lucrativa (venta de implementos no esenciales); privilegiando más la competición deportiva por puntos, en la cual se ha sacrificado la eficacia de la técnica en favor de la vistosidad.
Es menester recordar que, la mayoría de las artes marciales modernas derivan de antiguas artes de guerra, en las que se preparaba a las personas para combatir hasta las últimas consecuencias; por lo que, el entrenamiento debía ser riguroso hasta lograr un adecuado nivel técnico, así como resistencia física y mental. Sumado a esto, el lograr ascender de rango en un arte marcial, conlleva un esfuerzo y sacrificio considerable, lo que garantiza en gran medida que aquellos que alcanzan dicho nivel, sean dignos merecedores de tal reconocimiento. De allí que en tiempos recientes se ha acuñado el término peyorativo de “McDojo” (como referencia a la comida chatarra), para señalar a las escuelas que priorizan el lucro por encima de la calidad de las enseñanzas dadas a los estudiantes/clientes.
En una era en la que todo está a un “click” de distancia, con mucho contenido disponible (pero de calidad cuestionable), un número considerable de personas optan por la vía “rápida, fácil, sin dolor, sin sacrificio ni compromiso”, para aprender. Esto, lamentablemente no se limita sólo a las artes marciales, también ocurre en otros campos del conocimiento y quehacer humano. Ante esto, surge la pregunta: ¿Estamos ante una generación de cristal o era de cristal? Lo primero es un término coloquial para referirse a la “Generación Z” (nacidos entre finales del milenio pasado e inicios de este).
Entre los rasgos atribuidos a la Generación Z, están el ser impacientes, críticos, demandantes y sobredimensionar su esfuerzo; pero, tienen a su favor el dominio tecnológico, por lo que también se les denomina “nativos digitales” y se comprometen con causas a favor de la inclusión e igualdad social. Es un desafío importante para los instructores de artes marciales, moldeados bajo la tradición y experiencia ancestral, actualizarse a las nuevas tendencias y demandas de este público meta.
En conclusión, más que tratar con una generación de cristal, estamos ante una era de cristal, en la que todo incomoda o molesta y hay que cuidarse de ser “políticamente correcto”. Sin embargo, las artes marciales han continuado desarrollándose hasta el presente, siendo posible una coexistencia armoniosa entre la herencia ancestral y los intereses de las nuevas generaciones de practicantes, para lo cual los instructores necesitan fortalecer capacidades en el proceso de enseñanza-aprendizaje de estas disciplinas, sin sacrificar calidad ni filosofía marcial.
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