Implicaciones del fracaso de la Cumbre en Cancún

Los países en desarrollo no consiguieron que se aprobara un calendario para reducir las ayudas que el mundo desarrollado da a sus agricultores.

Pero las naciones industrializadas tampoco lograron consolidar su política de subsidios a la producción agrícola.

Fue una especie de empate técnico, sin vencedores ni vencidos.

Los portavoces de la Unión Europea (UE) dijeron, tras el fracaso de la V Cumbre Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en el balneario mexicano de Cancún, que las negociaciones comerciales multilaterales no están muertas, pero sí en cuidados intensivos.

La OMC, cual Titanic, no se hundió en Cancún, mas quedó sin combustible para impulsar sus motores.

Por su parte, los representantes de Estados Unidos (EU) responsabilizaron del traspié a las naciones latinoamericanas, encabezadas por Brasil.

Fue precisamente Brasil, al frente del llamado Grupo de los 22 más otros países (G-22 plus), el que contribuyó más decididamente al cambio de la relación de las naciones pobres con el mundo desarrollado.

“El Tercer Mundo dijo ‘no’ a las potencias”, subrayó eufórico Luis Inacio “Lula” da Silva al término de la cita de Cancún.

Sumando a casi dos terceras partes de los productores agrícolas de las naciones en desarrollo, Brasil, junto con Argentina, China, Chile, Colombia, Egipto, India, Indonesia, México, Pakistán, Sudáfrica, Tailandia y Turquía, por citar los más representativos, forjaron una alianza que exigió a unos incómodos estadounidenses y europeos ser tratados con igualdad y tener las mismas oportunidades de competir en los mercados agrícolas mundiales.

Si bien el fracaso de la OMC en Cancún echó por tierra las esperanzas de América Latina de lograr avances en el tema agrícola, fortaleció su voz en el marco del G-22 plus.

En el intermedio, el enfrentamiento con EU y la UE puede costarle caro a la región si, en el marco de la OMC, los principales mercados de los países ricos dejan de hacer negocios con las naciones en desarrollo.

Entre los centroamericanos, Costa Rica y Guatemala, rechazaron las presiones de EU, mientras que El Salvador se distanció del G-22 plus.

Por otro lado, con el fracaso de Cancún los países pobres podrían quedar sin un escenario donde abordar los problemas comerciales que se generan de las relaciones con el mundo en desarrollo y las naciones ricas.

Si permanecen dentro de la OMC conformarían un grupo de naciones incapaces de lograr cambios a las reglas del comercio mundial y si dejan el organismo podrían ser excluidos de los mercados más importantes.

El fracaso de las negociaciones en Cancún, también complica las posibilidades de que pueda crearse un Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en enero de 2005, en la misma fecha en que deberían alcanzarse las metas de la liberalización comercial fijadas cuando se lanzó la ronda de Doha, Qatar, en noviembre de 2001.

En las negociaciones del ALCA, Estados Unidos ha planteado que sólo discutirá sobre subsidios agrícolas en el marco de la OMC.

Después de Cancún, el escenario es otro.

O se trae el tema de los subsidios en las negociaciones del ALCA o el ALCA se estanca.

Los subsidios agrícolas de los países ricos afecta la producción, el empleo y la obtención de divisas de las naciones pobres.

Cuando se creó la OMC en 1995, las potencias industrializadas se comprometieron a reducir gradualmente los programas de subsidios, mientras las naciones pobres hicieron concesiones en la apertura de sus mercados.

Sin embargo, los países ricos mantuvieron su protección agrícola y textil y desarrollaron nuevas formas de proteccionismo bajo argumentos sanitarios, de seguridad alimenticia y, más recientemente, de bioterrorismo y cuestiones ambientales.

Los países pobres no tienen un dogma sobre los subsidios agrícolas, que en muchos casos son necesarios, y su reducción no debe ser indiscriminada.

El problema es que la liberalización del comercio no brinda beneficios a todas las naciones.

En la práctica los aranceles agrícolas a las naciones en desarrollo son hasta 10 veces más altos que los bienes industriales que exportan los países ricos.

Pese a que el comercio mundial de alimentos es más limitado de lo que se cree, puesto que la mayoría de la población come los productos cultivados dentro de sus países, la apertura de los mercados agrícolas es una demanda de las grandes transnacionales que controlan el 70% del comercio mundial de alimentos como Cargill, General Foods, Nestlé, Unilever y Procter & Gamble.

Por ejemplo, Procter & Gamble impone los precios mundiales del café, una mercancía que está al nivel del petróleo, las armas y las drogas ilícitas.

Los precios por debajo de los costos de producción del arroz, el trigo, el maíz, la soya y otros productos alimenticios tienen un efecto devastador en los mercados internos y amenaza la sobrevivencia de la mitad de la población mundial.

Se calcula que los países ricos subsidian con $1,000 millones al día la producción de sus agricultores.

Esa política hace perder a las naciones pobres $40,000 millones anuales en exportaciones agrícolas.

Si se eliminaran los subsidios, de acuerdo al Instituto Internacional de Investigaciones sobre la Alimentación (IFPRI, en inglés), los países pobres triplicarían su comercio y América Latina recuperaría unos $8,300 millones en ingresos agrícolas anuales.

Pero nada de eso se movió en Cancún.

Si bien era preferible no lograr un acuerdo que suscribir un mal acuerdo, podrían pasar años antes de que estadounidenses, europeos y el resto de las economías del planeta lleguen a un entendimiento mínimo para impulsar negociaciones comerciales globales.

Como pasos inmediatos, la OMC ha convocado para diciembre a una nueva ronda de negociaciones a fin de tratar de destrabar lo que no pudo desatarse en Cancún.

Mientras, EU y la UE buscan agrupar a las 18 economías más grandes dentro del mundo industrializado para realizar encuentros sobre temas específicos y acabar con el multilateralismo que, en última instancia, podría ser la víctima más sentida si la OMC no sale de cuidados intensivos.

Castillo coincide con el primer adjunto del Defensor del Pueblo, para quien la capacitación debe ser fundamental en el proceso de resocialización del detenido.

Así se ejecuta una política moderna criminológica que se basa en modelos europeos de modificación de conducta.

"En ese sentido estamos desarrollando actividades en lo religioso, académico, expresiones artísticas y lo formativo".

Se imparten cursos de modistería, belleza, adicional a estudios que se adelantan para solicitar la presencia de la escuela secundaria en el penal, luego que se detectara que es lo que se requiere por el nivel académico de las internas y no la educación básica como se ha hecho a la fecha.