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¿Indolencia o bofetada?
Juan Carlos Ansin - Publicado:
Ya HABÍA ESTAMPADO mi voto en la papeleta, la doblé nuevamente, esta vez en forma correcta.No sé si fue la emoción o el alivio que sentí al dejar atrás esta etapa asfixiante, pero me estaba olvidando de depositar el voto.Advertidos, dos señorones amables, ambos fiscales verdes (el único de rojo que vi fue el bombero de la entrada) agradecieron mi presencia sin preguntarme por el contenido de la papeleta.La atenta advertencia de la fiscal de urna me hizo caer en la cuenta de ese acto fallido.Perdóneme -le dije metiendo el papelito por la ranura- me lo quería llevar de recuerdo.¿Por qué?Aparte de esta anécdota trivial con ribetes psicoanalíticos digna de un cómodo diván, queda pendiente esta otra.¿Por qué la mayoría de los ciudadanos se abstuvo de votar? La ley electoral al parecer califica de abstencionista al que no acude a votar, no importa que la ausencia haya sido involuntaria, por una enfermedad o por la supuesta indolencia popular.La tercera acepción de la RAE es bien clara.Abstenerse es no participar en algo a que se tiene derecho, como a una votación.Entonces: ¿Por qué?Puede ser que la motivación de un referendo no sea la misma que la de una elección política.En ésta hay otras cosas en juego, en especial en el rol de los incentivos.Por otra parte, una campaña política tiene ventajas tangibles, desde los empleos prometidos hasta el miedo de perder el que se tiene.Sin dejar de lado las viejas mañas politiqueras, lindantes con la coerción o con el Síndrome del Rebaño (el de la yegua madrina cuya campanilla atrae y guía al resto de la manada).En este llamado no se decidía por un gobierno, sino por un complejo esbozo de proyectos con promesas muy atractivas.Un tema para tentar a cualquiera, también a quienes deben trabajar los domingos.Entonces, ¿por qué?Las estadísticas indican que al ciudadano panameño le gusta votar y en las últimas elecciones generales -sobre todo, después de las crueles "victorias" del señor Ardito Barleta en 1984 y la de 1989, corregida por la Just Cause- cuando un nuevo y atareado Tribunal Electoral, sin vacaciones, comenzó a utilizar computadoras cuenta votos.Desde entonces hemos concurrido en mayor número.Menos en los plebiscitos y referendos.Aunque casi nunca tan pocos como en el de ayer.¿Por qué?La gente puede abstenerse cuando del cielo caen rayos y centellas o los ríos se desmadren de cauce o que una epidemia haga eclosión una semana antes.Pero ayer fue un espléndido día de verano y la desgraciada epidemia no es contagiosa sino tóxica.Era, pues, un domingo especial, todo invitaba a salir.Hasta las abuelas aburridas hubieran querido tener la excusa del voto para que las saquen a pasear.Así me dijo mi madre, que por ser extranjera no pudo abstenerse y votó con el corazón vestido de verde.Puede ser que ese domingo -tal vez lo único que no había sido calculado por los estrategas del TE- jugaba el Real Madrid con el Barcelona (en ese orden y en ambos sentidos).Pero el 60% de los ciudadanos no son futboleros, ni siquiera tienen TV y la minoría de los menos tampoco están conectados a la Internet.Entonces: ¿Por qué?Me decía una señora muy humilde que vive al pie de la India Dormida, que para ella y sus vecinos, el asunto del Canal era una cuestión de allá, de la capital.Con tanta propaganda y tanta tinta trasvasada por las esclusas del Canal: ¿Por qué persiste ese sentimiento de enajenación? Tal vez la gente se haya hartado de elecciones y promesas que nunca cambian nada.Pero no lo creo.Tanta lucidez sólo cabe en las amargas utopías de Saramago (*).En un bullicioso panel televisivo de RCM, viejos políticos -varias veces tránsfugas- con muchas cicatrices en la lengua -heridas estas de otras tantas batallas libradas sin más armas que la astucia- decían que para los fines electorales los ausentes no existen.¡Recónchole! Si eran dos millones las papeletas, una para cada votante, aparte de los muertos de ese día y de los días anteriores, ese criterio, por arte de la lingüística del politburó hace desaparecer del mapa ¡a más de un millón de panameños! ¿Y nadie debe preguntarse por qué? Entonces ¿quiénes fueron los que votaron? ¿El 33% más rico, más lindo y más alto o el más vivaracho?Mi hipótesis es que se abstuvieron de votar de parte y parte, algunos de los del Sí porque las encuestas daban por anticipada su abrumadora victoria.Otro tanto hicieron muchos opositores por no querer votar por una consigna que encerraba una negación tajante sin ninguna otra alternativa y entre ambos están los chocolates -resultado de mezclar votos verdes y rojos- que condicionaban el suyo con otras exigencias, como el pacto social, puesto a enfriar tempranamente en otra de las tantas comisiones con que los gobiernos suelen matar las buenas intenciones.La lista es tan larga como las promesas incumplidas.Aunque este no sea el caso, nuestras autoridades debieran considerar seriamente la necesidad futura de legitimar la validez y la eficacia de un referendo si al menos la mitad más uno de los votantes han ejercido su derecho, de lo contrario la representatividad democrática puede quedar en manos de una minoría que no refleja los intereses de toda la nación.Algo similar sucede cuando se escoge un presidente por mayoría simple.Para evitar que una minoría -aunque sea mayoría relativa- asuma el poder, debiera efectuarse una segunda vuelta (balotaje) entre los dos candidatos más votados y darse por ganador al que obtenga mayoría absoluta.Las últimas elecciones nuestras así lo reclaman.En su sobrio discurso leído por TV, el señor Presidente ha dicho que el triunfo es de todos.Si en la convocatoria al referendo se dijo de canto a canto que todos somos panameños y que entre verdes y rojos no había enemigos, si sólo estaba en juego una propuesta para construir otro juego de esclusas, ¿a qué triunfo o victoria se refirió entonces el señor Presidente? Entiendo que se refería a la verdadera batalla que comienza ahora y que el señor Presidente se ha anticipado a agradecer por una obra concluida sin sombra de corrupción y también por el seguro triunfo en contra de los únicos y verdaderos enemigos del pueblo panameño: la corrupción, la pobreza, el desempleo, la inseguridad, la mala educación y la espantosa insalubridad pública que hoy padecemos.¿Será por eso?(*) Ensayo sobre la lucidez.J.Saramago.Edit.Alfaguara.drjcal@psi.net.pa